Son 319 personas que a diario se enfrentan con avasalladores, gente que prende fuego al bosque o que tumba árboles. Arriesgan su vida (18 han muerto desde 1995) y son maltratados.
Erick Ortega / La Paz
Gabriel Buchapi cuenta que él no cambiaría nada de su vida. Se define como un hombre feliz que le gusta vivir rodeado de la naturaleza. Añade que tiene un espíritu proteccionista y que puede pasarse los días cuidando el medioambiente. Es el guardaparque de la Reserva de la biosfera y tierra comunitaria de origen Pilón Lajas que está entre los departamentos de La Paz y Beni. Hay personas que no opinan como él, se dedican a cortar árboles y afectar el ecosistema, ellos lo machetearon y salieron inmunes.
Su historia se replica 318 veces. Los guardianes de las áreas protegidas del país son en su mayoría varones (305) y hay 14 mujeres que comparten el mismo sueño de Gabriel: tener un ecosistema bien tratado. Denuncian que son golpeados, insultados, maltratados y olvidados; pero que nada de esto va a detenerlos.
Gabriel recuerda: “Lo más grave que he podido experimentar fue aquella vez en la cual realizaba un patrullaje y nos encontramos con seis taladores que tenían dos escopetas, dos motosierras, bidones de gasolina, machetes y madera gabú. Intervenimos e incautamos; pero cuando llevábamos los bienes secuestrados, los infractores alarmaron a la comunidad y vinieron mujeres hombres y niños para agredirnos con palos y machetes; a mí me machetearon en mi mano para que suelte una motosierra”. Es una “herida de guerra” que para él es un recordatorio de lo doloroso que puede ser su oficio. Aquella vez eran 13 comunarios contra cuatro guardaparques.
Llegó el tiempo de la burocracia, la denuncia a la Policía, la defensa de un abogado y un juez que preguntó a Gabriel si él había perdido algún dedo tras el ataque, la respuesta fue negativa y entonces como no fue cercenado, él no podía pedir justicia. “Fue la peor experiencia que viví”.
Eso sí, tiene momentos casi mágicos cuando observa el amanecer o el anochecer en aquel paraíso de grandes árboles. Y, a veces, participa en cuestiones que le hacen feliz. “Somos conservacionistas, vigilantes y hasta de parteros hacemos. Recuerdo que una mujer embarazada no tenía moto para salir al hospital y le ayudamos a dar a luz”. En dos ocasiones ayudó a traer vida a este mundo.
Alguien que está entre la vida y la muerte es Richard Ponciano Callancho, quien trabaja en el Área Natural de Manejo Integrado Apolobamba, tierra de cóndores, vicuñas y osos. Cuenta: “Uno de mis colegas ha muerto frente a un cazador furtivo con nueve tiros, fue en 1999”, y añade: “Cuando estás frente a un cazador armado corres riesgos y tienes que saber cómo puedes desarmarlo. Es complicado y riesgoso porque corres peligro”. Los guardaparques en el país no tienen orden para portar armas, pero sí tienen que enfrentarse a delincuentes que están con armas de fuego.
Richard se lamenta porque en sus más de 20 años de trabajo él casi siempre ha tropezado con el mismo problema: la lentitud de la justicia y, a veces, la inutilidad de los procesos. “Esa parte es nuestra debilidad. Las sanciones o normas nacionales no dicen específicamente qué hay que hacer al detener a estas personas y hay contradicciones. A La Paz han venido detenidos y tenía que salir sentencia en contra de ellos pero parece que no se ha podido argumentar bien y todo se dejó ahí”. Pese a estos problemas él no cambia su trabajo por ningún otro oficio del mundo.
Foto: Nancy Barba
Nancy Barba menciona que ella también ama lo que hace: cuidar el Parque nacional y área natural de manejo integrado Otuquis, que está en el departamento de Santa Cruz.
El pantanal y su encanto verde es constantemente afectado por el fuego. “En el 2019 fue el peor incendio que hubo, fue grave y han ido colegas de otras áreas protegidas a ayudarnos. Gracias a Dios a veces allí llueve y eso ayuda”.
Comenta que una de sus peores experiencias como guardaparque es la falta de respeto de los ebrios que encuentra cuando está en el puesto de control y prohíbe el ingreso al reservorio con armas de fuego.
Quien está acostumbrada al fuego es Carmela Rocha. Ella trabaja en el Parque Nacional Tunari, de Cochabamba. Dice que hay días en los que se registran dos o tres incendios y en ocasiones parece imposible frenar el avance de las llamas.
Foto: Carmela Rocha
Pero otro problema afecta al Tunari en el último tiempo: “Las construcciones irregulares o asentamientos que se encuentran dentro del área protegida. Hay muchas organizaciones sociales que tienen conocimiento del problema, y se encaprichan y ven más el poder económico que el tema ambiental. La gente no se da cuenta que al realizar las construcciones impermeabilizan el suelo. La zona norte de Cochabamba es acuífera y cuando llueve filtra el agua y de ahí va a subsuelos o pozos. Al realizar las construcciones impermeabilizan totalmente y de aquí a un futuro ya no habrá agua”.
Cuando se enfrentó a los avasalladores, ellos la agredieron. “A una compañera le han quitado todo y a otro compañero le acusaron de violación porque una señora se le acercó, lo jaloneó y ella se cayó… para ella eso era intento de violación”.
Comprender a las comunidades es una batalla diaria para Armando Quispe. Él trabaja en el Parque nacional y área natural de manejo integrado Cotapata, en La Paz. “Si no me equivoco, en 2014 o 2015 las organizaciones sociales se han levantado en contra de nosotros, no eran todos pero sí algunos dirigentes que tenían intereses personales”.
Foto: Armando Quispe
Hoy los guardas de Cotapata casi deben pedir permiso a los comunarios para hacer sus rondas. Armando dice que es un afortunado porque a diario su horizonte es verde y disfruta de escuchar el concierto de la naturaleza.
Santos Quispe, hasta hace un par de días era presidente de la Asociación Boliviana de Guardaparques Agentes de Conservación. Cuenta que los 319 jefes de protección y guardaparques no dan abasto para cubrir el 17% del territorio nacional, sitio donde está la riqueza natural del país. “El Madidi tiene un millón 800 mil hectáreas y requiere al menos de 50 guardaparques y hay 25”.
Es un oficio de riesgo. Desde 1995 hasta ahora han fallecido 18 guardaparques, “por diferentes razones, ya sea por ahogamiento, accidente de tránsito, asesinato e incluso un acribillado”. Dice que su labor es riesgosa y mal pagada, pero es lo que decidieron ser. Acota Santos que no cambiarían su pasado, ni su presente… y mucho menos su futuro de guardaparques.
Camaradería
- Cita Durante los últimos tres días se reunieron una treintena de guardaparques de Bolivia en la ciudad de La Paz.
- Autoridad Santos Quispe dio su informe tras liderar el sector durante tres gestiones.
- Solidaridad Los guardaparques suelen trabajar juntos frente a diversos problemas, por ejemplo, incendios.
El Día delGuardaparque Boliviano
El 8 de noviembre se conmemora el Día Nacional del Guardaparque Boliviano.
Según información del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) los reservorios que resguardan los guardaparques son sistemas de vida que por Ley, Obligación y Responsabilidad con Bolivia y sus multiculturales habitantes, el Estado Boliviano debe comprometerse y operar para conservarlas. “Es deber del Estado proteger el patrimonio natural del país, conservar y regular el uso sostenible de los recursos de la diversidad biológica dentro del marco de los objetivos nacionales para su conservación”, establece la Ley 1333 del Medio Ambiente.
¿Quién fue Clemente Cruz? Un 8 de noviembre de 1995, dos guardaparques realizaban un patrullaje en el Parque Amboró; al otro lado del río Yapacaní divisaron a una persona armada, lista para matar un jochi. Clemente indicó a su compañero Erwin Bravo que cruzara el río por la parte menos profunda. Mientras que él, para evitar que el cazador dispare al jochi, se lanzó al río por la parte más directa y el cazador se dio a la fuga y se logró salvar al animal, pero Clemente murió.
Fuente: paginasiete.bo