El Gordo Rodamiento se llama en realidad Gabriel y se apellida Zapotte; según él, su abuelo era italiano.
La cosa es que se apareció anoche por mi choza, pa que le preste plata.
– Conseguí más bien y me prestás vos.
-le dije.
Mi asiática lo oyó y preocupada por el gordo, le preguntó:
– ¿Es muy urgente don Gabriel?
– La verdad, quiero cambiar de sexo.
-contestó el muy rope.
¡Miechicaninga!
Al ratingo se me enfrió la tibia.
– Lo que pasa es que he estado pensando invertir en esa operación, pero con fines estrictamente comerciales.
-dijo el gordo.
Mi asiática se rascó el coto tratando de entender.
– Sí me vuelvo mujer, tranquilamente puedo conseguir un cortejo masista, un pez gordo que trabaje en la vicepresidencia del Estado.
-nos confió el gordo.
La puuu…
– Este cortejo mío, podría conseguirme un trabajo, o sea…
– Algunos contratos, chicos nomaj; alguito de unos quinientos millones, ¿y quién sabe?, por ahí entre el vice Choquehuanca y yo surge algo que…
-dijo el gordo, convencido de su plan antipobreza.
– Estás tronau gordo.
-Solo se me ocurrió decir, imaginándolo siluetinga y recibiendo piropos del ministro Montaño, todo a cambio de los contratos.
– «Mis hormonas cambas, mi tremendo sexapil floridista te llaman…»
-dirían los mensajes del mencionado.
– A ver, supongamos que su plan funciona con Choquehuanca, no me diga que ha planeado tener un hijo.
-manifestó muerta de risa mi asiática.
– Buena idea doña asiática, está claro que no podré tener hijos, pero usted me lo presta al pequeño Chang Pú y como es medio achinau…
Mi asiática cambió de cara al ratingo.
No le gustó el chiste.
– ¿Y cómo te llamarías en tu nueva vida?
-me animé a preguntarle.
– Mi nombre puej, Gabriel, o sea, sería Gabriela Zapotte. Mirá escribidor, por quinientos millones iría hasta preso, después de un tiempo salgo con plata y hasta te doy algo pa que imprimás tus libros…
-respondió muy seguro Rodamiento.
– Estás loco gordo, andá y buscá una dama que te quite las malas ideas.
-le dije, mientras lo acompañaba a la reja.
Se fue el gordo y al entrar a la sala mi asiática me dice, mirando las noticias:
– Ni sabés quien salió libre…
– Ni idea
-respondí.
– Alguien que tiene cara conocida…
-respondió enigmática mi asiática.
Fuente: El Escribidor