Por qué las vacaciones pueden ser un trampolín para crecer profesionalmente

Tomarse unos días fuera del ámbito laboral pueden ser una valiosa herramienta para el crecimiento personal y profesional, no solo para reducir el estrés sino para ayudarnos a transformar nuestro futuro

Diego Pasjalidis

Desconectarnos lo más posible del trabajo, especialmente si hacerlo implica que no vamos a crear grandes problemas cuando regresemos a nuestra actividad (Gettyimages)
Desconectarnos lo más posible del trabajo, especialmente si hacerlo implica que no vamos a crear grandes problemas cuando regresemos a nuestra actividad (Gettyimages)

La dinámica laboral actual nos lleva a trabajar rápido y mucho, lo que nos impide dedicarle tiempo a la inspiración. Seguramente nos ha sucedido alguna vez que, cuando queríamos “exprimir” nuestro cerebro para que genere nuevas ideas o soluciones ante un problema específico, estas no llegaban o – si lo hacían – eran simplemente más de lo mismo. Luego, durante una caminata o una ducha nos llegaba el momento ¡ajá! y, como por arte de magia, las ideas surgían. Lo único que necesitaba nuestro cerebro era relajarse un poco.



Por ello, el momento de las vacaciones se convierte en una valiosa oportunidad para el crecimiento personal y profesional, permitiéndonos mejorar nuestras habilidades creativas y darnos un espacio para entusiasmarnos por nuevos proyectos.

Existen varios estudios que demuestran que las vacaciones también aumentan el bienestar y el compromiso laboral, tal como el desarrollado por Sabine Sonnentag, docente e investigadora de Psicología Organizacional y del Trabajo de la Universidad de Mannheim, denominado “Desprendimiento psicológico del trabajo durante el tiempo libre: los beneficios de desvincularse mentalmente del trabajo”.

Todo indica que lo primero que debemos hacer es aprender a desconectarnos lo más posible del trabajo, especialmente si hacerlo implica que no vamos a crear grandes problemas cuando regresemos a nuestra actividad. Aunque no siempre es algo práctico para empresarios o líderes especialmente de pequeñas empresas, tampoco es útil el no disponer del espacio de relajación necesario. Además, durante este lapso puede surgir el efecto FOMO (fear of missing out). El miedo a perderse algo es una gran ancla especialmente en momentos de relaciones digitales en donde tenemos los canales y excusas para seguir conectados y lidiar con esa molesta voz interna que pregunta ¿Qué está sucediendo en la oficina?, ¿qué objetivos se están cerrando? o ¿qué decisiones estarán tomando sin mi participación?, creyendo que hay algo que se está “cocinando” en nuestra ausencia, que nos terminará afectando al retornar.

Una metodología que puede acercar la brecha entre lo deseable y lo posible (de acuerdo con la realidad de cada uno) consiste en establecer un esquema saludable de conexión pautada: revisar el correo/mensajes a primera hora de la mañana y darles un vistazo a últimas horas de la tarde contribuirían a bajar la ansiedad generada por la desconexión, permitiendo aprovechar gran parte del tiempo libre al relax y esparcimiento.

Otra actividad consiste en aprovechar el tiempo de vacaciones para desarrollar una nueva habilidad, alguna que esté asociada a una pasión. Aprender algo nuevo, como tocar un instrumento musical, pintar, pescar o cualquier otra actividad que implique crear e interactuar con elementos y circunstancias que no dominamos o con los que comúnmente no interactuamos, tiene un gran poder para estimular nuestro cerebro y genera un nuevo contexto que nos posibilita nuevas experiencias. Estas nuevas conexiones generadas en nuestro cerebro nos permitirán salir de los patrones mentales habituales, que recarguemos también nuestro corazón con nuevas sensaciones y que volvamos al trabajo renovados.

Saltar en paracaídas, escalar una montaña o improvisar un campamento pueden ser algunas de las actividades que los saquen de nuestro molde (Gettyimages)
Saltar en paracaídas, escalar una montaña o improvisar un campamento pueden ser algunas de las actividades que los saquen de nuestro molde (Gettyimages)

Hacer algo “wow” es el tercero de los consejos. Todos recordamos alguna vacación especial por alguna experiencia diferente, y cada vez que lo hacemos volvemos a ser felices y a sentir esa sensación: saltar en paracaídas, escalar una montaña o improvisar un campamento pueden ser algunas de las actividades que los saquen de nuestro molde. Construir experiencias wow nos permitirán generar esos recuerdos y sentir químicamente la sensación de felicidad o éxito tras realizarlas, lo que constituye también un aprendizaje que luego podemos extrapolar de alguna forma a nuestro trabajo. Crear experiencias trascendentales es lo que, en definitiva, define el valor de todo profesional y empresa en un mundo digital.

Entre las situaciones que se dan en vacaciones, y que normalmente no ocurren en la rutina diaria, está en que disponemos de espacios para relacionarnos con personas totalmente diferentes. Normalmente, nos vinculamos con personas afines porque la dinámica diaria nos lleva a optimizar energías y lograr resultados, por lo que tendemos a rodearnos de personas similares, asistir a eventos sectoriales, pero la riqueza de aprender a través de la interrelación con personalidades con las que probablemente jamás interactuaríamos si no fuera porque de casualidad tienen la sombrilla al lado de la nuestra puede abrirnos a nuevas oportunidades y aprendizajes. Sabemos que los negocios no se dan entre empresas sino entre personas, y vincularse con otros no solo permite ver algo nunca antes considerado sino a empatizar, una forma de comprender y aprender del otro por ponerse “en sus zapatos” sin tener que haber vivido lo que vivió, y todo ese aprendizaje vale oro porque –más allá de aspectos particulares– el intercambio de experiencias nos permite integrar nuevas herramientas y considerar otras variables para aplicarlas a otras áreas de nuestras vidas.

Reflexionar sobre la necesidad de nuestra propia transformación es otra de las experiencias que recomiendo especialmente durante este período. Así como a veces las personas necesitan irse de una empresa o ciudad para transformarse completamente, porque sino deberían lidiar constantemente con el contexto que lo vuelve a encasillar en lo que ya no quieren ser, las vacaciones son también una excusa para un reset. Cuando el stress cotidiano baja, podemos darnos el espacio para hacer una autoevaluación, especialmente, sobre aquello que son nuestras debilidades o anclas de futuro. Comprender, revisar, ser críticos constructivos, podrá oficiar como la semilla a una transformación que podrá convertirse en nuestro propio roadmap al retornar. Es más fácil, y a la vez sentimos que seremos más aceptados por otros si justificamos algunos cambios tras volver de unas reflexivas vacaciones.

Trabajar mucho puede significar que estamos trabajando mucho en las cosas equivocadas, por lo que al tomarnos un período de relax también nos ayudamos a dar un paso atrás
Trabajar mucho puede significar que estamos trabajando mucho en las cosas equivocadas, por lo que al tomarnos un período de relax también nos ayudamos a dar un paso atrás

Relajarse y probar cosas nuevas durante las vacaciones puede llevarnos a resultados extraordinarios. Los investigadores han descubierto que lo nuevo motiva al cerebro a explorar y mejora nuestro aprendizaje. Por supuesto, el concepto de novedad depende de cada uno de nosotros, pero no tiene por qué ser algo muy complejo. Por ejemplo, en la investigación “Creatividad en la naturaleza: mejora del razonamiento creativo mediante la inmersión en entornos naturales” desarrollada por Ruth Ann Atchley, David L. Strayer y Paul Atchley, los psicólogos hicieron que los participantes se desconectaran de todos los dispositivos digitales y caminaran en la naturaleza durante cuatro días. Al regresar, fueron invitados a desarrollar una serie de actividades tras las cuales se comprobó que aumentaron el rendimiento en una tarea de creatividad y resolución de problemas en un 50% respecto a otros participantes a los que se evaluó de la misma forma, pero sin que hayan pasado por la experiencia de desconexión y expedición en la naturaleza. Esto parece indicar que las vacaciones no necesitan ser largas para ser también productivas, si lo hacemos bien.

Además, al retomar nuestras actividades, notaremos cómo la distancia nos ayudó a ver el panorama general de nuestra “lista de pendientes” y así reflexionar si vale la pena seguir haciendo algo, si debemos pensar un cambio de objetivos, o si habíamos omitido alguna cosa, por ejemplo, algo que probablemente no hubiéramos visto o considerado antes por haber estado inmersos en la dinámica del día a día. Los descansos esporádicos nos permiten la reactivación de objetivos, es decir, al volver a trabajar en temas que dejamos por un tiempo nos obligamos a tomar un momento para pensar globalmente sobre qué estábamos tratando de lograr con lo que hacíamos. Trabajar mucho puede significar que estamos trabajando mucho en las cosas equivocadas, por lo que al tomarnos un período de relax también nos ayudamos a dar un paso atrás y ver el todo y, en la medida en que nuestra desconexión y la experiencia vivida en este período sea positiva, no solo lograremos volver menos estresados, sino más motivados y con nuestro cerebro más agudizado para enfrentar los nuevos desafíos y oportunidades.

Desconectarse del teléfono y correo electrónico, conectarse con la naturaleza, vivir nuevas experiencias y pasar tiempo con otros puede hacer que, incluso, unas cortas vacaciones –pero bien tomadas– pueden darnos un impulso inmenso a la creatividad cuando regresemos a nuestras actividades cotidianas.

*Diego Pasjalidis es ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación digital, autor del libro Inspiración Extrema, Head of Innovation & Digital de Stefanini Argentina y conferencista. Miembro de la Comisión Directiva del Buenos Aires Tech Cluster.

Fuente: infobae.com