Qué es el reloj del fin del mundo y por qué estamos a 100 segundos de la medianoche

Esta analogía de la especie humana funciona desde 1947 y siempre se encuentra al borde de la extinción y el colapso. Aunque desde los últimos tiempos más que nunca

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Faltan 100 segundos para la medianoche, después el mundo se sumirá en tinieblas. Lo que podría parecer el comienzo de una novela gótica, es una realidad en la que al menos nos queda una pequeña esperanza (por lo menos a los que son muy optimistas): en 2022 el reloj no se ha movido. El problema es que la humanidad nunca ha estado tan cerca de la destrucción.

Fuente: elconfidencial.com

¿De qué hablamos exactamente? El llamado Reloj del Apocalipsis es un reloj simbólico que la junta directiva del Bulletin of Atomic Scientists (o Boletín de Científicos Atómicos) de la Universidad de Chicago mantiene desde 1947. Se trata de una analogía de la especie humana, que desgraciadamente siempre se encuentra a minutos de la medianoche. La medianoche es el nombre poético que representa la destrucción total y catastrófica de la humanidad. Y este jueves ha vuelto a ser actualizado.



Faltan 100 segundos para la medianoche. En 2022 el reloj no se ha movido, el problema es que la humanidad nunca ha estado tan cerca de la destrucción

Originalmente, la analogía representaba la amenaza de una guerra nuclear global que terminaría con toda civilización, pero en un momento en que todo el mundo está comentando la película ‘No mires arriba’ las cosas han cambiado un poco. Los científicos se dieron cuenta de que la guerra nuclear no era el problema más grave (o por lo menos no el único) y desde hace algún tiempo también se incluyen otros fenómenos como el cambio climático o nuevos desarrollos en ciencias y nanotecnologías que pudieran infligir algún daño irreparable en la humanidad.

Tic, tac

Igual que la gente esperaba durante miles de años a que el superordenador de ‘Guía del autoestopista galáctico’ dijera que la respuesta definitiva al sentido de la vida era el número 42, cada año se espera a que las manecillas del reloj del Apocalipsis marquen nuestro destino. Consumo excesivo, riqueza extrema, el uso comercial de productos químicos, desechos tóxicos… todo mezclado con robótica mecánica y biológica que poco tiene que ver con los clichés sobre robots asesinos, pero también entraña un grave peligro. El reloj tiene en cuenta todas esas amenazas posibles o potenciales para continuar moviendo sus manecillas.

Y hay pocas esperanzas. Por un lado, nunca ha sido especialmente halagüeño pues, al fin y al cabo, se trata de un recordatorio del fin. Desde un primer momento y en su origen se pretendía que el reloj transmitiera un sentimiento de peligro inminente (y por ello se posicionó la aguja a siete minutos de medianoche). La idea de mover el minutero es posterior (de 1949 concretamente), como un modo de ‘dramatizar’, en respuesta a los acontecimientos mundiales.

Aunque el cambio de liderazgo en los Estados Unidos generó esperanza para que la carrera global hacia la catástrofe pudiera detenerse (o incluso revertirse), parece que no ha sido suficiente

Las esperanzas de que el minutero cambiara y se restableciera de algún modo, a 75 años de su aniversario, eran bajas. En 2017 se movió 30 segundos debido al resurgimiento del nacionalismo y las políticas armamentísticas de Donald Trump al llegar al poder. En 2018 regresó a «horarios» del siglo pasado: desde 1953, un año marcado por las amenazas en el marco de la Guerra Fría, no se llegaba a estar a dos minutos de la medianoche. En 2020 se alertó de que la humanidad nunca había estado tan cerca de la destrucción. Hoy, sigue a 100 segundos del final.

Como si de una amenaza bíblica se tratase, el boletín de Científicos establece pautas geopolíticas a gran escala para que el minutero pueda detenerse y el fin no esté tan cerca como parecen anunciar sus manecillas. ¿Qué nos espera para el año 2022?

Según han explicado, aunque el cambio de liderazgo en los Estados Unidos generó esperanza para que la carrera global hacia la catástrofe pudiera detenerse (o incluso revertirse), parece que no ha sido suficiente. Según el Boletín: «Las relaciones de EEUU con Rusia y China siguen siendo tensas. Para muchos países, todavía existe una gran brecha entre las promesas de reducción de gases de efecto invernadero a largo plazo y las acciones de reducción de emisiones a corto y mediano plazo necesarias para lograr esos objetivos». Recuerda también que Ucrania podría ser un foco de tensión o que los intentos de revivir el acuerdo nuclear con Irán, el impulso de crear misiles supersónicos de Rusia, China y Estados Unidos o la expansión nuclear de Corea del Norte son algunas de las preocupaciones actuales.

La pandemia ha puesto de manifiesto que durante años las principales potencias mundiales no invirtieron lo suficiente en defensa contra amenazas biológicas

Además, los científicos también han puntualizado que la respuesta mundial frente a la continua pandemia de Covid-19 es insuficiente, pese a las mejoras producidas en los países desarrollados. El año pasado explicaron que, aunque la pandemia ha sido letal a gran escala no es una amenaza a la existencia. Sus consecuencias son graves y serán duraderas, pero el COVID no destruirá la civilización, aunque sea una llamada de atención histórica.

La desinformación propiciada por internet podría ser, según explican, más grave. Lo que sí ha demostrado la pandemia es que durante años las principales potencias mundiales no invirtieron lo suficiente en defensa contra amenazas biológicas naturales, accidentales e intencionales y que la pandemia ha revelado vulnerabilidades en todos los países y la capacidad colectiva del mundo para prepararse, responder y recuperarse de brotes de enfermedades infecciosas.

«Sin una acción rápida y enfocada, los eventos verdaderamente catastróficos, eventos que podrían acabar con la civilización tal como la conocemos, son más probables. Cuando el Reloj marca los 100 segundos para la medianoche, todos estamos amenazados. El momento es peligroso e insostenible, y el momento de actuar es ahora», advierten. Una autoprofecía que solo el propio ser humano podría evitar, aprendiendo de sus errores pasados. Quién sabe si lo hará.