Diario de pandemia

 

En el marco de la 23° Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra presentaré mi libro Diario de pandemia (1 de marzo de 2020 – 1 de marzo de 2021).



En un principio, cuando comencé a escribir este diario, la pandemia era una noticia del lejano Oriente, y parecía que nada tenía que ver con nosotros. En pocas semanas, ese inicial registro de mi vida privada pasó a segundo plano, todo estaba contaminado por el virus. En ese momento, lo que estaba escribiendo para que nadie lea, dejó de ser personal e íntimo, y pasó a convertirse en un registro que podía interesar a otros.

Más allá de las impresiones propias, la acumulación de acontecimientos que me llamaron la atención, la anotación de pensamientos y reflexiones —míos y de otros—, sobre lo que estábamos viviendo, el interés de este diario puede radicar en aquellas pequeñas cosas que no aparecerán en los libros de historia: testimonios de sensaciones y recuerdos de lo vivido; evidencias de esas cotidianidades a las que nadie les dará importancia; textos, más que informativos, narrados a través de los sentidos de quien ha estado atento al paso de este tiempo convulso.

No sé si llega a ser un género literario —técnicamente hablando—, pero es tentador apuntar lo que se vive, cómo se piensa y cómo se siente el paso del tiempo. La vida cotidiana, las rutinas y las nimiedades que van llenando los días.

Presento relatos de la vida diaria, confidencias, confesiones, desahogos, filones de mi vida interior, que tienen el tono de un diarista que escribe soliloquios solipsistas, reflexiones dispersas, apuntes, frases sueltas. Pero, también, las otras fuentes de los contenidos de las entradas van más allá de lo estrictamente personal, confesional o reflexivo. He recopilado frases y textos avispados, memes y materiales audiovisuales que se hicieron virales en ese período. Con seguridad, esta recopilación no estará presente en ensayos, películas o documentales. Es una colección y selección que, en sí misma, ya es un libro que recoge las expresiones espontáneas y naturales del ingenio y humor de la gente. He rescatado artículos y crónicas que escribí en esos días, junto a sus antecedentes y repercusiones; publicaciones de redes sociales, que son un diario público, en tiempo real; y hechos y acontecimientos que marcaron el día y el curso de la propia pandemia.

Entre sus páginas hay también un diario de lecturas de los libros de mi encierro, porque leer me permitió sobrevivir al confinamiento. Las historias de mis lecturas equilibraban la fatiga digital y la sobrecarga informativa durante la cuarentena. Ese rebalse de noticias, que nos mantenía alertas y enfocados en la amenaza, fue una de las fuentes primarias de estrés. Leer, que requiere una concentración más activa y una mayor implicación, contribuyó a disminuir esa sensación de inseguridad e incertidumbre. Esa inmersión de lecturas fue un acto reflejo de supervivencia.

Mi abuelitud y la observación y seguimiento de los pandemials —a través de mi nieta— es un hilo narrativo, y quizás, el principal motivador e impulsor de dejar este registro escrito, porque ellos no se acordarán de lo vivido, salvo por las huellas y cicatrices emocionales que les dejará esta pandemia, o lo que les contarán o verán en reportajes en el futuro.

He intentado observar en silencio, tomar nota, concentrarme en lo que veía, leer mucho, escuchar lo que me escribían o contaban, fijarme en lo específico y concreto, recuperar aquello que no aparecerá en documentales o enciclopedias digitales y contar, con espontaneidad y honestidad, lo que solo puede ser contado por quien lo ha vivido.

Durante el confinamiento rígido, a mitad de la noche, muchas veces me desperté en plena oscuridad, estremecido por el sepulcral silencio. Aunque ahora ha vuelto la bulla al mundo, esa sensación de sobrecogimiento, no creo que pueda olvidarla nunca.

En un diario hay un espejo que nos espera. La imagen que vemos no siempre es agradable. Escribir me permite hablar solo, y hablar con ese alguien que —quizás—, podría estar del otro lado queriendo escucharme. Escribir es mi manera de entender el mundo.

Transcribir y pasar en limpio este diario (confinado con covid) me ha permitido, como nunca antes, revivir y rescatar de mi amnesia feliz, una vuelta completa al sol.

 

Alfonso Cortez

Comunicador Social