En tiempos oscuros, hay destellos de luces

 

 



 “Desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios?” afirmaba San Agustín de Hipona que vivió entre 354-430 de nuestra era. Más de 16 siglos después, se puede afirmar que poco o nada ha cambiado la justicia, pues esa práctica, como civilización jurídica y respeto a la verdad, en Bolivia está desterrada, anulada merced al destierro de la independencia de poderes y otros gravísimos zarpazos contra los pilares de la democracia como convivencia entre diferentes en una sociedad decente. * Es decir, en una sociedad donde el poder político no abuse del poder, ni desprecie, ni ignore, ni humille a personas, grupos y regiones, sino donde exista un orden político que abra condiciones para la consolidación de la voluntad democrática.

En Bolivia, oír hablar de justicia al ministro del ramo, a jueces, fiscales y su venal compañía, daña la Doctrina del Derecho, la administración de justicia y los valores de los Derechos Humanos. La maquinaria del poder político y jurídico del Movimiento al Socialismo (MAS) ya con el ex Morales, ya con Luis Arce, hoy presidente, no solo humilla a los implicados en las tantas estratagemas inventadas para callar al pensamiento diferente, humilla a toda la sociedad.  Al hacerlo, restringen la necesidad de poner frenos a las acciones de un Estado autoritario, populista, estatista, cercano a todas las dictaduras conocidas, con deseos totalitarios. Tanto, que en 17 años han desmantelado la institucionalidad democrática, y devaluado la representación social de las múltiples determinaciones de la realidad, incluidas las originarias-indígenas-campesinas de las que decía ser baluarte. O la representación socioeconómica liberal de Santa Cruz y otros departamentos, que no comulgan con su centralismo letal, ni su ideología, que se dice de izquierda, siendo decadente y acrítica como cualquier derecha.

Los ejemplos sobran en la Bolivia bajo el imperio del MAS, con cerca de 180 presos políticos, entre ellos, la expresidenta constitucional, Jeanine Añez, condenada a 10 años de prisión, con todos sus derechos conculcados; dos de sus exministros y muchos funcionarios de su gobierno, amén de exiliados.  Se suma el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho V, electo democráticamente, pero imputado por un delito inexistente: golpe de Estado, cuando sabemos que no fue golpe, sino el fraude montado por el ex Morales, quien quería permanecer ejerciendo el poder sin fecha en el calendario. Hay ex candidatos, como Marcos Pumari; generales de las Fuerzas Armadas y altos mandos policiales víctimas del abuso de la detención preventiva, amén de personas que han hecho de su derecho a la protesta ciudadana un medio de expresión y repudio ante los abusos del poder, muertes incluidas, y del lumpen disponible para delinquir. Sus estropicios son luego endilgados a la protesta ciudadana.

El latrocinio al que apuntó el filósofo de Hipona hace siglos, es la corrupción presente en sistemas democráticos y no democráticos. Parece un patrón de los hombres y mujeres que hace de la política un medio de vida y pretenden ejercer de autócratas-tiranos-dictadores indefinidamente.

Como señalan algunos estudiosos, los seres humanos somos diferentes y diversos por múltiples variables. No obstante, de acuerdo a la ética de la Declaración de los Derechos Humanos, esa diversidad no implica diferencias en la dignidad del ser humano. La clave es que nadie vale más que otro u otra, lo que conlleva la idea de la igualdad en la dignidad en una sociedad decente. *  Es decir, en una sociedad ajena al uso del poder político, económico, sociocultural, étnico, de género y etario para mellar su libertad, menospreciar su inteligencia, su capacidad de análisis para diseñar su futuro y una nueva institucionalidad pública y privada, donde cumpla un papel relevante en la unidad de su diversidad.

Eso busca el Cabildo Nacional del 25 de enero de 2023, en los nueve departamentos, como método para interpelar al Estado y al Gobierno en su deriva antidemocrática que ha roto el tejido social que fue construyéndose, más allá de sus falencias, con sacrificio y regado con sangre, por la deshumanización, la confrontación, la violencia, los destrozos emocionales, los desastres socioambientales y los incendios reales y simbólicos promovidos por el régimen y su partido.

De ese Cabildo esperamos “no la luz de una vela, sino la luz de un sol brillante” como esperaba Hannah Arendt, “de algunos hombres y mujeres, de sus trabajos y sus vidas” en su libro “Tiempos de Oscuridad”. En Bolivia, eso esperamos del Cabildo como la expresión más democrática de la sociedad, frente a la oscuridad de un régimen y un partido, que aún con sus peleas internas, no admiten la diversidad porque asumen la representación absoluta de un pueblo que solo sigue consignas y promesas. Régimen mentiroso, que es mucho más contundente que llamar a la mentira con un neologismo como ‘posverdad’.

Tiempos oscuros, pero con destellos de luces. ¡Vamos al Cabildo!

*El filósofo israelita Avishai Margalit, en su libro “La sociedad decente” sostiene que es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas sujetas a su autoridad, ni los ciudadanos se humillan mutuamente”. Las formas de humillación pueden ser microéticas, es decir entre individuos. Cuando las conductas humillantes se desarrollan desde los ámbitos institucionales donde se ejerce algún tipo de poder, estamos en presencia de conceptos macroéticos, vinculados al detrimento de la organización del conjunto social.

 

Susana Seleme Antelo