El salto de la muerte de las FF.AA

La única imagen que tengo de los militares – siendo niño allá por los setenta y ochenta – es su afán golpista. De ver sus tanquetas en las calles, del abuso con los ciudadanos o civiles como despectivamente nos llaman; de la borrachera de poder y de sus grandes negociados y robos a manos llenas. Arce Gómez, García Meza, Banzer son sólo la punta del iceberg de un monumental monstruo castrense absolutamente desfazado e inservible en el país. La historia está plagada de estos funcionarios que una y otra vez destrozaron instituciones, ordenaron fusilamientos, persecuciones, encarcelamientos y otros vejámenes reñidos con la ley. Fueron años patéticos.

No ganaron nunca nada. Perdieron todas sus batallas. Todas sus guerras. Entregan a diario las fronteras al narcotráfico y al contrabando. Son detenidos, para su profunda vergüenza, por el ejército chileno como simples delincuentes fronterizos para luego ser declarados héroes de la patria por el masismo. ¿Héroes de qué? ¿Porqué? ¿Qué labor extraordinaria realizaron por la patria, como les gusta llenarse la boca? ¿Salvo contrabandear o asaltar a camiones atiborrados de mercadería ilegal?



Sus estrellas y chisteras no sirven para nada en tiempos de paz. Son adornos costosos para cada ciudadano que paga sus impuestos. Enfundados en sus uniformes, obesos, reciben espadas y medallas del poder político de turno. Y su sola presencia en Palacio de Gobierno ya hace brincar todas las alarmas y ese hedor de golpismo vuelve a emanar a su alrededor.

Estoy seguro de que, si hiciéramos una encuesta a los bolivianos, casi nadie sabría decir, con una mínima precisión, qué hacen los militares en el país. Qué trabajo realizan durante ocho horas en sus cuarteles. Salvo entrenar para desfilar un 6 de agosto o por el día del mar. Sacan a relucir sus botas, sus fusiles vetustos, sus tanquetas donadas por algún país foráneo y encumbran sus aviones a chorro de la era de la guerra de vietnam. Otra donación de un país extranjero para otra vergüenza castrense.

Se estima que son 60 mil efectivos militares distribuidos en cuarteles, regimientos y demás instalaciones. En cada pueblo fronterizo son conocidos por sus desmanes al calor del consumo de alcohol y más de una vez salieron en las noticias por disparar sus armas de reglamento contra sus propias esposas o amigos.

Son los únicos, y sólo porque Evo Morales hizo su servicio militar y como una muestra de tributo a sus añoranzas de cuartel, que se jubilan con el cien por ciento de sus sueldos. El resto de los bolivianos, con suerte nos jubilaremos con un tercio de nuestros salarios. Ellos, en cambio, gozarán de viejos lo que de jóvenes jamás doblaron el lomo.

Todavía sigue siendo una burla como, durante el evismo, extraviaron la medalla presidencial en un tugurio de El Alto. No supieron resguardar ni siquiera el símbolo patrio más importante de Bolivia. Fue mucho más importante pasar una noche de copas en compañía de meretrices. Lo demás, por supuesto que no importaba. De hecho, nunca les importó.

Quizás, y sólo quizás, la única gloria que tuvieron fue derrotar una guerrilla liderada torpemente por un sociópata y desvariado Che Guevara, quien junto a unos mostrencos quisieron invadir Bolivia y encender una guerrilla absurda. Pero lo lograron con ayuda de los gringos y la CIA. Lo curioso de todo es que, después, terminaron gritando a todo pulmón, el grito de guerra de esos enemigos furtivos, al mando de sus generalotes, igual de extraviados: Patria o Muerte. Venceremos. ¿A quién venceremos? ¿A los gringos que nos donan armas, tanques y avioncitos? ¿A los chinos que nos regalan bazucas y morteros? ¿A los rusos que nos dan dádivas?

Los despropósitos se acumulan por montones. Cuáles niños engolosinados, rindieron sendos homenajes al evismo por la nacionalización de los recursos naturales. Inflaron pecho y cerraron filas en torno a su adulado de turno. Todo un fiasco que ahora nos tiene sumidos en una profunda crisis económica, porque la matriz energética del país está en un claro descalabro.

Para colmo de males, son tan incompetentes, que no pudieron coordinar un ejercicio táctico llamado el salto de la muerte. Dos soldados brincaron al abismo, pese a sus reclamos y sus miedos. Ahora yacen postrados en un hospital y su comandante, a los pocos días, fue ascendido por el Gobierno. ¿Cómo se entiende esta estupidez?

El patetismo lo puso el ministro de Defensa, días después del incidente, al salir a los medios de comunicación para informar que los militares decidieron retirar de sus ejercicios ese adiestramiento. Es decir que, cuando en un entrenamiento algún soldado se dispare o mate a un colega de armas, seguramente, también, anularán de sus oficios esas prácticas de tiro. Y, así, sucesivamente hasta quedar en la nada misma de sólo marchar. Porque de hablar de investigaciones, aprendizajes y mejora continua de prácticas, no. Eso no. Eso es esfuerzo, profesionalismo. Eso es dedicación. Para eso no están preparados, Sólo para cerrar los ojos y entregarse al salto de la muerte.