Jóvenes en la política,¿desencanto?, o falta de capacidad y oportunidades

Según un docente universitario, lo que hace falta en la política son ideas y no caudillos. Los más jóvenes ven que los políticos se niegan a dar paso a las nuevas generaciones. El desencanto es con la “actual política corrupta”.

Jóvenes en la política,¿desencanto?, o falta de capacidad y oportunidades

Héctor Schamis, profesor en la Georgetown University, sostiene que “los jóvenes más educados, talentosos y creativos no ingresan en la política, la rechazan, porque la ven como algo sucio, turbio y corrupto”. “¿Cuántos de ustedes participan en partidos políticos?, ¿o son activistas?, tres de 35 levantaron la mano”, cuenta el profesor de acuerdo a su experiencia dictando clases a jóvenes líderes latinoamericanos.

¿Qué sucede en Bolivia? ¿Existe un desinterés de la gente joven a la política?



“Los jóvenes ven que en el país no hay futuro, ven un país sin inversiones, sin trabajo y quieren comprender las causas y casi todos concluyen en que se ha perdido la institucionalidad porque se ha dejado la política en manos del crimen transnacional”, opina Hugo Balderrama, docente universitario y consultor político.

Para él, “los partidos deben tener ideas; en el ambiente político boliviano sobran caudillos pero faltan ideas”.

Según Óscar Arce, joven representante del Movimiento Liberal en Bolivia, se ha perdido aquel espíritu de lucha que motivaba a los jóvenes en las décadas del 60 y 70 y lo que hoy tenemos es una generación que busca su espacio de seguridad y su zona de confort.

“Hoy la lucha de la mayoría de los jóvenes es tener aprobación social y las redes sociales son el nuevo espacio de interacción que tienen. Los jóvenes, que sienten que deben realizar acciones de cambio, recurren a otras instancias y no así a la política, entonces indicar el porqué del desencanto de la juventud por la política se debe a varios elementos”, explica.

El primero, añade, tiene que ver con el cambio de la perspectiva acerca de la política en este siglo. Para los jóvenes, los políticos son personas (en su mayoría corruptos) que solo buscan beneficiarse del dinero del contribuyente y que saben que el Estado (o gobierno) no es la respuesta para dar la solución a los nuevos problemas de esta generación, ya que esa solución no pasa por tener favores especiales de los que están en función de poder, los ven ahora como meros vendedores callejeros.

“En segundo lugar está el campo de acción, que antes era en las calles y a viva voz, ahora son los espacios virtuales y no se requiere un colectivo político que imponga una línea política, sino mediante todo un conjunto de herramientas tecnológicas que pueden dar voz a sus ideales”, apunta Arce.

Destaca que un tercer elemento “es la continua negación de parte de la casta política a pasar la ‘antorcha’ a nuevos políticos, los cuales se empecinan en seguir con dogmas del siglo pasado, o con consignas antiguas que no se aplican a una nueva era de patrones y directrices muy distintos a los de décadas atrás y, por supuesto, objetivos muy distintos”.

Se trata, dice, de políticos tradicionales que “quieren seguir siendo los protagonistas a nombre de experiencia y su anterior lucha por consignas ya obsoletas, quitando toda oportunidad a nuevos actores y a nuevas propuestas. Los jóvenes no ven a los políticos como entes de cambio, sino más bien como dinosaurios que se aferran a viejos dogmas y siguen viviendo en el pasado”.

 

Jóvenes en la política,¿desencanto?, o falta de capacidad y oportunidades

Naturaleza rebelde

En opinión de Álvaro Gárate, comunicador, docente y estudiante de segundo año de derecho en la UMSS, y que representa a Ala Libertaria, el desencanto de los jóvenes por la política responde a la percepción negativa de todos los que circunstancialmente la ejercen. “La sola palabra genera una apatía instintiva, casi inconsciente, a todo lo que lo rodea, al punto de generar en el imaginario el peor de los adjetivos”.

“Para los jóvenes, la política está llena de gente despreciable, corrupta, nada productiva y generadora de problemas. Llegan a saturar tanto el acontecer diario que produce hartazgo, la lucha por el poder es abrumadora, se sale de la comprensión, de la concepción ‘inexperta’ de la realidad y la búsqueda de la mínima justificación que haga pensar que toda esa exposición, vale la pena”, reflexiona este joven.

En su criterio, la “naturaleza rebelde” de todo joven, la necesidad de romper el sistema, genera un cierto interés morboso de adentrarse en ese mundo, lastimosamente y para colmo de males, se topan con una vil utilización funcional y operativa, cerrada para la participación activa en toma de decisiones, mucho menos considerarlos actores políticos.

“Las viejas roscas dominantes que se cierran a la idea de que, mientras más canas, más derecho de ‘poseer la verdad absoluta’, falta de apertura, nula capacidad de identificar las necesidades actuales y las emergentes realidades coyunturales y etarias. A todo esto y para completar la debacle, sumémosle la falta de innovación, la incapacidad de entender las transformaciones y avances tecnológicos, la transformación del lenguaje, del comportamiento, de las aspiraciones, etcétera, es la receta perfecta para un desencanto por la política”, apunta.

Pero pese a ese panorama, considera que surge la propuesta, desde el punto de vista joven, “bombardeado culturalmente, con una cierta esperanza, reflejada en la necesidad urgente de una transformación política que responda real y objetivamente las problemáticas del país”.

“Desde la concepción de un mundo súper acelerado, donde la inmediatez, las redes sociales y el interés desenfrenado de recibir ‘likes’ y aceptación de un grupo social, motiva el interés de colaborar en la solución y no ser parte del problema. El joven busca liderazgos frescos con discurso y propuesta innovadoras, educado y sin un pasado que le pese, con capacidad de dar garantías para el desarrollo y prosperidad que la industria cultural le ofrece, pero que, muy difícilmente puede alcanzar”, dice Gárate.

Política capturada

Según Hugo Balderrama, en Bolivia sucede un fenómeno de consecuencia, con dos o tres generaciones que han crecido escuchando el cuento de los padres, sobre que la política es lo peor que hay, que se tienen que mantener alejados.

“Por ejemplo, cuando un joven ingresa a una carrera empresarial, le dicen que la política no tiene nada que ver con el mundo de la empresa. Esta acumulación del tema en la familia y en la educación ha hecho que los jóvenes se alejen de la política, se ha creado el mito de que la política es una especie de lugar obscuro”.

Eso, asegura, abrió las puertas para que “la política sea capturada por el crimen transnacional, que es lo que estamos viviendo hoy en casi toda América Latina; de México para abajo”. “La actividad política ha sido capturada por el crimen transnacional, como consecuencia de que la gente con vocación política ha sido espantada”.

“Como docente universitario, me toca ver un fenómeno inverso. Dicto la materia de geopolítica en varias universidades y hay un interés mayúsculo (mi materia es obligatoria para unas y opcional para otras), y tengo más alumnos que toman la materia como opcional; más del 60% de estudiantes que no tienen la obligación de tomarla pero están interesados en comprender este fenómeno”, cuenta.

En su opinión, hay un renacimiento del interés de la juventud por conocer los asuntos geopolíticos y políticos, sobre todo en la generación Z, no tanto en la millenial, que está más interesada en este tema. “Y también hay que ver el fenómeno de las redes sociales, como Javier Milei en Argentina, Agustín Laje, Nicolás Márquez, que han hecho que la gente empiece a mirar con más interés lo que pasa en el terreno de la política”.

Consultado sobre la formación política hacia la gente joven, como en el MAS, dice “el problema son las estructuras caudillistas; estoy convencido que el MAS no es un partido político, es una organización delincuencial”.

“Los partidos políticos tienen estructuras verticales y caudillistas, donde se usa a la gente joven para pintar paredes en campañas, pero las decisiones se toman siempre entre la misma gente, es el caso de los partidos tradicionales. En Cochabamba hay gente joven que está intentando rearticular el MNR y se encuentran con personas de más de 70 años que quieren seguir manejando el partido en ese afán de control caudillista”, explica.

Además, sostiene (coincidiendo con la opinión de Arce y Gárate), que las redes sociales y medios digitales funcionan muy bien, no tanto como estructura partidaria, pero sí para generar una nueva sociedad que entienda un movimiento político.

Y sobre la posibilidad de que surjan nuevos liderazgos, con algún perfil de “candidato”, dice que “los partidos deben tener ideas; en el ambiente político boliviano sobran caudillos, pero faltan ideas”.

La gente necesita tres cosas: seguridad policial, seguridad jurídica (en casi toda América Latina los empresarios han llevado sus capitales a otros continentes); y gobiernos que garanticen estabilidad económica.

Finaliza asegurando que un 70% de los jóvenes bolivianos solo ve el futuro en una ruta de salida fuera del país y eso es preocupante porque se pierde riqueza para las próximas generaciones. “Hay que buscar ideas refrescantes en política: temas impositivos, de competitividad, acuerdos comerciales, integración con el mundo”.

“Hay un renacimiento del interés por conocer los asuntos geopolíticos y políticos, sobre todo en la generación Z, no tanto en la millenial”.

La “juventud líquida” o la deformación del concepto de política

José Rafael Vilar / Analista

Es interesante motivo de análisis el que una gran parte de la juventud –no me atreveré a decir toda, pero se acerca– se desencante de la “política”.

Lo primero para entender esta situación es entender, a su vez, qué entenderían como “política”, y acá aparece una de las deformaciones conceptuales más peligrosas que la mal llamada “clase política” (de la que hablaré después) ha inculcado, me atrevería a decir desde inicios de la República: la deformación del concepto de política –que es eminentemente el ejercicio de los derechos del ser social–, reduciéndolo a partido y despojándolo cada vez más del sentido participativo y deliberativo de la política, que viene de polis, un término griego del S. IV a. C. que abarcaba la comunidad ciudadana dentro de un ciudad-Estado y su entorno dependiente.

Por eso, cada vez que hay un movimiento no partidario en la sociedad (cívico, corporativo, gremial inclusive) inmediatamente éste se declara como no-político, aunque claramente lo sea; esto es peor en el grupo social que analizamos: los jóvenes, y más incluso mientras se avanza en su formación educativa: este es uno de los dos factores más incidentes porque el nivel educativo -entendido como el desarrollo de la capacidad de pensar y analizar y no necesariamente como escolaridad simple- es una herramienta fundamental de los jóvenes para entender mejor, a favor o en contra pero críticamente, todo lo que se les dice directamente o se les expone a recibir.

El otro factor es la accesibilidad (o disponibilidad) cada vez mayor e inmediata a la comunicación social y la información y, por ende, a la interconectividad, creando redes (telarañas) de opinión y debate: la posibilidad de recibir información, incluida opinión, contrastarla con otras, informarse más para poder crear una propia opinión, difundirla y debatirla, todo a la distancia del click de una computadora, tablet o teléfono inteligente.

La suma de ambos factores nos lleva a lo que Bauman definió como “sociedad líquida”: algo que muchos políticos “tradicionales” no acaban de aceptar –ni de entender en muchos casos–, repitiendo los mismos mecanismos de comunicar y movilizar que funcionaban hace escasos 20 o 30 años.

Considerando las proyecciones del INE para 2022, los jóvenes entre 16 y 30 años –a partir de la edad de ejercer su voto– son 3.014.022 (ambos sexos) y la población de 16 a 65 años –la de ejercer obligatoriamente el voto– es de 7.392.930. Entonces, casi el 45% de los votantes está en esa categoría. Si le sumamos el índice de población urbana –más escolarizada y con más acceso y uso de tecnología–, en 2021 (INE) vivíamos en las ciudades el 69,2% de la población.

Estos datos son importantes para entender el porqué de la desafección “política” de la juventud líquida pero súmesele que la “clase política” se ha repetido (con excepciones) en el ejercicio de la política partidaria desde hace años (una diferencia plurigeneracional con esos electores líquidos), que el sistema de partidos como tal desapareció –el MAS ya incluido– y se siguen repitiendo consignas macro –las del masismo desde 2002 y de las oposiciones incluso anteriores– lejanas de los intereses específicos actuales de esa juventud, y se entenderá fácilmente la desafección por la participación política, ahora sí bien dicho, de esa juventud.

¿Puede cambiarse? Claro que sí, pero conllevaría abrir a nuevos liderazgos con más participación en propuestas más “aterrizadas” en las expectativas y necesidades de esa juventud, que es más individual, inmediata y lejos de todo lo que se debatió en antes del 2010, inclusive.

“Los jóvenes no ven a los políticos como entes de cambio, sino como dinosaurios que se aferran a viejos dogmas”.
Óscar Arce
“Para los jóvenes la política está llena de gente despreciable, corrupta, nada productiva y generadora de problemas”.
Álvaro Garate
“Los partidos deben tener ideas; en el ambiente político boliviano sobran caudillos pero faltan ideas”.
Hugo Balderrama