¿Crisis?: El periodismo debe volver a sus zapatos

Medios de comunicación que se cierran o se venden, asfixia económica de quienes manejan la publicidad oficial y agresiones físicas permanentes, periodistas que sobreviven prostituyendo su pluma y guerreros digitales, influencers, tiktokeros, que emergen ante el rio revuelto; pintan un panorama desolador en Bolivia, del mejor oficio del mundo; que se puede resumir en una palabra: Crisis.

“Crisis, precariedad, prostitución” son otras palabras que dibujaron de cuerpo entero al periodismo, durante un encuentro nacional de hombres y mujeres de prensa del oriente boliviano realizado en Santa Cruz, este 30 de septiembre del 2023, bajo el auspicio del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (Oacnudh), la Organización de Naciones Unidas para la Educación (Unesco) y la Fundación Unir, con el título “Hacia un periodismo de calidad, confiable y seguro en Bolivia, con retos y oportunidades.



La crisis se manifiesta por el permanente acoso del poder político a un periodismo al que le exige evitar el cuestionamiento y la fiscalización; y por el contrario informar “verdades” que ellos quieren transmitir al pueblo. Y si no lo hacen, se convierten en “carteles de la mentira” o “cloacas de baño”.

En esa lógica es que llegan, premios para los periodistas y medios en línea y para los nomeimportistas que en horarios estelares privilegian la cocina, el karaoke que no se llama nada o cualquier bellaquería en la que regalan plata, inventando héroes de barro, en vez de privilegiar debates sobre la realidad del país.
Y para otros, el castigo, que se traduce en disminución de la publicidad estatal, la permanente mirada de impuestos internos y de toda la regulación que monopoliza el Estado contra quienes son críticos del accionar político, llegando inclusive a amenazar o chantajear a la empresa privada, que temerosa y en muchos casos con cola de paja, sucumbe ante cualquier presión y que prefiere no meterse en problemas y evitar publicitar en determinados programas de periodismo puro y duro.

Con ese panorama, existe un 80% de medios que responden al gobierno de turno y un 20%, entre los que figuran los que son relativamente independientes, y los tibios, cuyos dueños, por no ver comprometidos sus otros negocios en la banca, ganadería, comercio, bienes raíces o espectáculos, bajan la mirada crítica e inclusive dejan desprotegidos a sus periodistas que todos los días se la juegan en la calle, sin chalecos antibala, máscaras antigases, seguros sociales, contratos truchos y sin saber si volverán a sus hogares en estos tiempos de polarización, como lo expresaron, con lágrimas en los ojos, en otros encuentros que tuvimos este septiembre, a propósito de un diagnóstico que realiza el Centro de Estudio Laboral y Agrario (Cedla), el Centro de Documentación e Información de Bolivia(CEDIB), la ONG, Unión Nacional de Instituciones para el Trabajo Social (Unitas) y la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia.

Por eso se ha propuesto a organismos internacionales que exijan al Estado boliviano, aprobar leyes que contemplen la regulación de la distribución de publicidad oficial, Acceso a la Información para mostrar transparencia y protocolos para organismos de seguridad del Estado y Policía principalmente, recordando que nadie tiene licencia para matar, ni agredir a la sociedad.

Asimismo, la recomendación para los periodistas, es volver a la esencia de nuestra razón de ser: el servicio a la sociedad y los derechos humanos, y nunca olvidar que debemos ser la piedra en el zapato de las autoridades, privilegiando la primicia por trabajos colaborativos sobre irregularidades que deben dejarse al descubierto; y elaborar entre nosotros, protocolos sobre, qué hacer en coberturas de hechos de violencia.

Y para enfrentar a los tiktokeros y viboreros, retornar a nuestra cuna, respondiendo, desde el punto de vista de la técnica periodística, a las cinco interrogantes del qué, quién, cómo, dónde, por qué, es decir periodismo de verdad que debe sobrevivir comprometido con los problemas de la sociedad, hoy atacada por el avance de una mafia organizada y violenta que se apodera de Bolivia asociada con el narcotráfico, contrabando, corrupción y explotación ilegal de recursos naturales y encomiendas sociales como feminicidios, violencia en colegios o aumento del costo de vida.

Por Roberto Méndez, Periodista

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