El voto “bronca”

Análisis del resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la Argentina.

Por Ricardo Paz Ballivián

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, en su primer discurso.

 



¿Cuán enojada, frustrada, impotente, cabreada y desesperada tiene que estar una parte mayoritaria de una sociedad para elegir a un personaje como Javier Milei como presidente de su país? Yo diría que muchísimo.

El flamante Presidente electo de los argentinos ha hecho gala de prepotencia, autoritarismo, machismo, fanatismo e intolerancia a la hora de exponer, defender y debatir sus controvertidas ideas sobre la economía, la sociedad, la política, la historia, la filosofía y otras materias varias. Ha dejado fundadas interrogantes sobre su estabilidad mental y emocional además de dejar demostrados, con claridad, sus débiles conocimientos sobre la administración de la cosa pública. Sus intervenciones en los debates presidenciales lo expusieron como lo que es: un señor histriónico que maneja un océano de generalidades de un centímetro de profundidad.

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Dicho aquello y dejado en claro lo que pienso de Javier Milei, paso a analizar la que considero la principal razón y definitoria, de la catastrófica derrota que sufrió el populismo autoritario, representado en esta oportunidad por el peronista Sergio Massa.

Debo aclarar, en primer lugar, como escribí hace un par de días, que yo creía, en base a la información que manejaba y las proyecciones que había realizado, que Massa iba a ganar la segunda vuelta. Me equivoqué. Supuse que sería más fuerte la pulsión conservadora de la gente y que la mayoría optaría por “el malo conocido” en lugar del “loco por conocer”. Creí que la estrategia del miedo de Massa, con la cobertura de la desvergonzada prebendalización de la campaña y la fortaleza de las organizaciones corporativas que sostienen al kirchnerismo, serían suficientes para superar a un rival que se veía, en el último tramo, agotado y desorientado, abrazando y lisonjeando a quiénes hace apenas unas semanas atrás definía como a “la casta” de políticos execrables y corruptos.

Pero no, el hartazgo y el asco que produjeron en la mayoría de los electores la demagogia, la incapacidad, la corrupción y el desprecio por la gente, del gobierno de los Fernández y de Massa, pesaron más que la incertidumbre de elegir a Javier Milei. Los electores se decantaron por el riesgo, por la apuesta, por el salto al vacío, aun sabiendo que podría haber rocas y espinas en lugar de agua mansa o un mullido colchón al final de la caída. La realidad espantosa en la que viven los argentinos, hizo que la mayoría optará por el cambio… al precio que este sea necesario.

El resultado de las elecciones, Milei 56%, Massa 44%, una victoria contundente o una derrota inapelable, dependiendo del lugar de donde se mire, sólo pudo producirse debido al contexto estructural en el que se desarrolló el proceso electoral. La estrategia electoral de Massa fue correcta, profesional y no cometió errores importantes, en cambio la de Milei fue errática, pletórica de chambonadas y apenas corregida, en los tramos finales, por la intervención de los estrategas prestados del PRO de Mauricio Macri.

Si hubiera sido por estrategia pura y dura, Massa hubiera ganado cómodamente, pero hay elecciones (y esta fue una de esas) en que no hubo nada ni nadie que pudiera combatir con el estado de ánimo social. Ganó el ansia de cambiar –“cualquier cosa menos lo que tenemos ahora”–; cualquier cosa resultó ser Javier Milei. El Presidente electo, que ya nos acaba de dar la tremenda sorpresa de su elección, ojalá también nos asombre gratamente con un Gobierno que contribuya a que los argentinos salgan del pozo donde los ha dejado el populismo autoritario.

La ciudadanía hizo lo suyo. Expulsó, con su decisión democrática, a la corrupción, el autoritarismo, la incapacidad y la demagogia. Le toca a Milei y a sus aliados estar a la altura del encargo histórico que recibieron hoy. Que sepan usar el “voto bronca” como un vehículo y un combustible para construir la Argentina que merecen los argentinos.