El nuevo rol del Estado y el modelo político y económico para la Bolivia del futuro

Joshua Bellott Sáenz – eju.tv

Joshua Bellott y el  Colectivo Grupo de Trabajo Bolivia

Bolivia atraviesa por momentos complicados, donde el caos político y económico, así como los intereses de grupo se encuentran en contradicción. Bandos enfrentados del oficialismo bloquean Bolivia y sobreponen sus intereses políticos y de poder, sobre los intereses nacionales. Lo triste de esta historia que se repite durante décadas, es que los intereses de grupo o de juntuchas, perjudican la economía de todos los bolivianos, pero especialmente la de los más pobres. Si la política se sobrepone a la economía, el resultado siempre será desastroso.



Muchos intelectuales de renombre, como mi amigo Renzo Abruzzese, sostienen que la Revolución del 52 inauguró en Bolivia la consolidación del Estado nacional que, entre otras cosas, incluyó formalmente a las grandes mayorías y especialmente a las mujeres y a los indígenas, aunque esta inclusión, según su tesis, se hizo real para los indígenas sólo con el gobierno del Movimiento al Socialismo, por el hecho de tener autoridades de pollera y de c’hulo, entre otras cosas. Complementa sus afirmaciones con un análisis de clase y nacionalista, para concluir que ahora se inaugura una nueva etapa en la historia de Bolivia, donde las identidades y la ciudadanía han sustituido a los anteriores actores sociales (trabajadores), dejando de lado, la representación de la sociedad a través de partidos políticos y sus ideologías, en el marco de una democracia caótica que requiere algunos ajustes y un nuevo diseño estatal, que se acomode a nuevas formas de participación de los nuevos actores. Pero también nos dice, que uno de los principales problemas en la actualidad es que el MAS racializó la política, provocando una división en la sociedad boliviana que contribuyó a la desintegración del estado y generó esta imagen caótica del país y nuestra cotidianidad.

Llama la atención que, si supuestamente el MAS incluyó a los indígenas, la racialización de la política no debió haber sido tan efectiva para dividir al país entre k’aras (culitos blancos como decía un personaje oscuro) e indígenas (esto es sin duda un retroceso). Si este es el resultado, en realidad la llamada “inclusión” parece más una exclusión o por lo menos, una inclusión disfrazada. Debe quedar claro que, la división de un país sólo es posible si las diferencias entre unos y otros son significativas, para luego ser expresadas en contradicciones políticas que generan conflictividad.

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Pero, además, probablemente analizar nuestra realidad histórica y actual desde una vertiente racial, nacionalista y marxista (lucha de clases); con seguridad ideologizadas o politizadas por su propia naturaleza, puede resultar confuso y probablemente nos lleve a resultados alejados de la realidad; más si esta nueva realidad, con sus nuevos actores: las identidades, constituyen una base social desideologizada. Debo aclarar que, mi idea no es desechar el análisis de Renzo, a quien respeto muchísimo; sino más bien, aportar a desentrañar las contradicciones de nuestra sociedad desde el método de análisis social planteado por la teoría económica y la economía política; pero, desde la vertiente liberal y la praxeología, por lo tanto, positiva, racional y realista, y no abstracta, politizada e ideologizada, como la “economía política marxista” y otras vertientes.

En ese sentido y poniendo bajo la lupa a la Revolución del 52, debemos resaltar que, si bien la misma tuvo contribuciones indudablemente importantes para el devenir histórico de la nación boliviana, parió una de las peores características del sistema económico y político vigente hasta nuestros días que limitó el desarrollo social y la generación de riqueza de nuestro país: el estatismo; el poder en manos de una oligarquía que gobierna, o lo que denomino, como: el “nacionalismo oligárquico”.

Desde esos años, el modelo político y económico sufrió muy pocas variaciones. Incluso en la época llamada neoliberal, el poder de la administración estatal y de los políticos, siempre fue exagerado. Los gobernantes se endiosaban con dinero del pueblo, y el pueblo venera a los mismos por una obra mal hecha o por limosnas, y es que un sistema con ese diseño, requiere pobres que acepten dicha limosna. La gigantesca administración estatal sólo reproducía el poder y la riqueza para los gobernantes y una pequeña oligarquía de “empresaurios”, utilizando el extractivismo y la depredación de los recursos naturales para la obtención de rentas que servían para reproducir un sistema prebendal y clientelar, sin importarles el pueblo.

Desde el análisis económico – social, es importante afirmar que la economía consiste en utilizar ciertos medios para alcanzar ciertos fines, como la satisfacción de nuestras necesidades y el bienestar de la sociedad; pero de ninguna manera el bienestar de unos pocos. Según mi criterio, este fin debería concordar con la organización social y estatal, y es claro que se debe reordenar el Estado desde la economía, lo cual significa reconocer la capacidad y libertad de los bolivianos para crear riqueza. En otras palabras y a estas alturas de nuestra historia, la organización estatal debe devolver la capacidad de producir a todos los agentes económicos. Desde la economía se debe reordenar la política, para el bien común con un fin claro: la generación de riqueza.

La generación de riqueza no puede estar en manos del Estado y los políticos, debe estar en manos de todos los bolivianos. Es por esto, que el tipo de organización social que proporciona la libertad económica es el capitalismo competitivo, que también promueve la libertad política, porque separa el poder económico del poder político, y de esa manera, permite que una se compense con la otra (Milton Friedman). Una sociedad que se mueve hacia el control centralizado de la actividad económica, en manos de los malos políticos, validará y promoverá el camino al llunkerío, lo que condiciona a la sociedad al poder estatal, para generar riqueza e incluso para comer. Este modelo en su máxima expresión, nos conduce a una dictadura sindical o de grupos y de la casta que nos gobierna.

En sentido contrario a lo anterior, la economía es un sistema descentralizado y distribuido, dentro del cual todos toman sus propias decisiones. Nadie se limita a cumplir órdenes por un ente de control centralizado (Per Bylund). El mercado; del cual no podemos prescindir, es una institución que coordina la actividad económica a través de la cooperación voluntaria entre individuos. Por lo tanto, la organización estatal debe incentivar el funcionamiento pleno de mercados competitivos con agentes económicos libres y debidamente informados. Es así que, el mercado y la economía tienen un orden no planificado. Nadie le dice a un agricultor qué producir, qué medios utilizar, cómo vender, dónde vender, a qué precio vender, etc. Todas estas son decisiones individuales (según como mejor le parece a cada quien) “simplemente suceden”.

Sin embargo, es importante resaltar que, la producción es fundamental para cualquier sistema económico. Por un lado, porque genera empleo e ingresos sostenibles, y por el otro, porque crea mecanismos que nos ayudan a proporcionar tantos medios como sea posible para saciar deseos y necesidades de los individuos y la sociedad. Pero, debemos entender, que el papel principal en una economía debe recaer en aquel individuo que desarrolla acciones motivado por un determinado propósito o resultado que considera beneficioso. Sin embargo, muchas de estas acciones no son efectivizadas, porque carecemos de los medios para ejecutar dicha acción; porque priorizamos otros fines; porque la organización estatal y los poderes constituidos limitan nuestro accionar y confiscan nuestra riqueza y extraen exageradamente los excedentes generados por los agentes económicos, o, porque los objetivos de la colectividad y los grupos de poder se contradicen, lo que genera corrupción, prebendalismo y clientelismo.

Pero ya en el campo de lo normativo (lo que debería ser), es importante resaltar que dicha producción debe ser sostenible en el tiempo. Se debe generar excedentes para la generación actual, pero también para nuestros hijos y nuestros nietos. Y claro, también debemos concordar en que la generación de valor y empleo, no debe ser sólo para beneficio de unos pocos, sino que, se debe promover una economía de “base ancha”, con la participación de millones de actores en la economía. Aclarando, por un lado, que esta afirmación está muy relacionada con la “eficiencia económica”. Si son muy pocos los que tienen la posibilidad de generar valor y empleo, y, por lo tanto, de apropiarse de manera directa de los beneficios (distribución primaria del ingreso), entonces no habrá incentivos para la competencia, la innovación, el progreso y el desarrollo, y el resultado será empobrecimiento paulatino de todos los bolivianos. Estoy seguro que mi amigo Jaime Dunn no quiere esto, cuando nos habla del “capitalismo popular”.

Pero veamos si el modelo económico y político instaurado desde el 2006 cumple con algunos de los preceptos mencionados anteriormente. El personaje oscuro de cabello blanco que mencioné anteriormente, afirmaba sobre este modelo, lo siguiente:

  • Lo plurinacional significa la Igualdad de derechos y la indianización de la sociedad boliviana”. Primero que, no sé si tiene algún sentido la segunda aseveración, pero debe quedar claro que para la economía todos somos iguales ante la ley, y la racialización de la política o la organización social no tiene ningún sentido. Los negros, morenos, blancos o azules, son parte de una economía que requiere individuos con capacidades distintas para que integren un mecanismo cooperativo y de intercambios voluntarios como el mercado. La consecuencia de esta política fue sólo la división y el odio entre bolivianos, así como el favoritismo en muchos sentidos, sólo a ciertos grupos privilegiados “amigos del poder estatal”.
  • …y en la economía, una economía plural con liderazgo del Estado”. El Estado no es un agente económico en el sentido de que no genera riqueza. La administración estatal invierte el dinero de quienes lo generan –todos los bolivianos-, y encima lo invierte mal, lo despilfarra y se lo roba. El resultado, es que este liderazgo favorece sólo a grupos que reproducen el poder de los políticos que nos gobiernan. El resultado, una economía oligárquica.
  • El agua que tomábamos pertenecía los extranjeros, la telecomunicación pertenecía a los franceses, los hidrocarburos pertenecían a los españoles y brasileros, el modelo del MAS los recuperó (nacionalizó)”. Independientemente de lo discutible de la “nacionalización”, el problema es que, gracias a esa política, el Estado boliviano ya pagó más de 1 mil MM de USD por indemnizaciones y/o compensaciones a dichas empresas transnacionales. Pero, además, debe quedar claro que Bolivia no se puede dar el lujo de contar con empresas deficitarias (a pérdida), porque no somos millonarios. En ese sentido, las empresas deben ser siempre de agentes privados. Si los dueños son extranjeros, la mitad o más de la mitad de la empresa (en acciones); especialmente en rubros extractivos, deben pertenecer a los bolivianos, para beneficiar de manera directa a sus verdaderos dueños y no a políticos que las administran a “nombre del pueblo” (los propietarios de los recursos naturales somos todos los bolivianos, está en la Constitución).
  • El modelo fomentó el mercado interno. Mejoraron por 4 las exportaciones, y eso significaba crecimiento. 13 años de crecimiento prolongado del 4,5% en promedio (refiriéndose sólo al gobierno de EMA)”. El mercado interno (demanda interna) está compuesto por la inversión –que puede ser pública o privada-, y resulta que la inversión pública entre el 2006 y 2022, creció más de 80 veces respecto a la privada como proporción del PIB. Pero también está compuesta por el consumo –que puede ser público o privado-, y resulta que el consumo público como proporción del PIB creció en este mismo intervalo de tiempo, más de 11 veces respecto al privado. De hecho, el consumo y la inversión privada como proporción del PIB, disminuyeron. Por otro lado, el crecimiento económico en Bolivia está concentrado sólo en la producción de unas 100 empresas, que dan poco muy empleo. En Bolivia, los únicos que “crecen” son los que administran el Estado y sus amigos.
  • …la gente podía ahorrar, el Estado ocupa el 30% de la riqueza que se genera en el país”. El 2% de las cuentas de depósito detentan el 95% del monto total de ahorro en el sistema financiero (el ahorro en los bancos está concentrado en muy pocas manos). Nadie sabe cómo, ni quiere invertir en producción, y la principal limitación es que el Estado te confiscó el 30% de tu riqueza, para despilfarrarla, mal invertirla o robarla. Por eso, ahora que no hay plata el Estado te confisca el dinero (liquidez).
  • Significó que ahora podían mandar a sus hijos a la universidad”. Los incentivos para que los padres envíen a sus hijos a la universidad son cada vez menores. El sistema social de premios e incentivos, castiga a los profesionales porque principalmente en el Estado, trabajan sólo los amigos del gobierno. Si quieres tener ingresos más o menos dignos, no requieres ser profesional, por lo que la mayoría prefiere vender algo o incluso trabajar de taxista, dado que puedes recibir una remuneración mayor, aunque no sostenible, manteniendo un mínimo de dignidad.
  • El salario mínimo hasta el 2006 era 440 Bs hoy el salario mínimo es Bs 2.120, se multiplicó por 5”. Las fuerzas del mercado (la realidad), hicieron que el salario mínimo esté entre 1.600 Bs a 2.000 Bs, para la mayoría de los bolivianos. Peor aún, el poder adquisitivo de los salarios se redujo, entre 2010 y 2022, en más de un 50%, dado que los salarios aumentaron en un 21%, mientras la inflación superó el 70%.

Para concluir y cerrar algunas ideas, es claro que el modelo político expulsó a los campesinos del área rural (alta migración a las ciudades) -ya no quieren ni pueden producir-; expulsó del mercado laboral a los que viven en las ciudades (no hay empleo y cada vez hay menos empresas). Por último, el modelo se olvidó de la educación, la salud y el medio ambiente (¿es un lujo para los pobres?, o ¿es dinero perdido para las oligarquías?). El modelo sólo prioriza la reproducción de poder a través del prebendalismo y el clientelismo, privilegiando a pequeñas oligarquías. Para engañarnos, el gobierno utilizó la “democracia” con su rostro “indígena” como un fin, cuando en realidad debería ser la autopista que nos permita alcanzar la paz y la prosperidad, por eso antepuso la política a la generación de riqueza de todos los bolivianos. Pero, ¿qué Estado queremos?

El Estado debe tener como fin último, la generación de riqueza, propiciando la ampliación de los beneficios de los ciudadanos por su mayor participación en la economía, promoviendo la inversión y las libertades económicas que garanticen y reordenen los derechos de propiedad y la seguridad jurídica.

  • Se debe devolver la riqueza y la capacidad de generar riqueza a todos los bolivianos. Hemos naturalizado la pobreza, porque hemos confiado en el Estado desde la creación de la república de Bolivia. Los malos políticos son los enemigos que piensan que el Estado nos va a sacar de la pobreza. Por eso hay que quitar el poder a los políticos, reduciendo el Estado. La riqueza se debe generar a partir de los ciudadanos, no para la organización estatal y no sólo para las oligarquías.
  • Se debe aprovechar y potenciar la generación de riqueza, basada en nuestra dotación ambiental. Debemos volver al campo para generar riqueza, de acuerdo a nuestras potencialidades aprovechando nuestras ventajas comparativas.
  • Se debe facilitar la generación de riqueza, a través de reformas estatales que limiten la coacción estatal a los ciudadanos, a las regiones y a las instituciones. El poder se debe descentralizar y la planificación sólo debería ser aceptada en los gobiernos subnacionales para lo territorial y para la provisión de bienes públicos. El Estado debe facilitar, pero también controlar y fiscalizar la “acción humana”, respetando y comprendiendo el funcionamiento del mercado para que no se contradiga con los fines sociales y colectivos.
  • La educación, justicia y salud, deben estar en sintonía con la generación de riqueza. Por eso un pueblo pobre tiene mala educación y salud y depreda su medio ambiente. Éstas son prioridades del pueblo, pero lamentablemente, nunca fueron la prioridad de nuestros malos políticos.
  • Ahorrar, invertir y producir es lo que genera riqueza. Es una visión ética de la vida. En Bolivia, nunca hemos ahorrado para invertir, sólo para gastar. Por eso; para contestarle a mi amigo Diego Ayo, es claro que requerimos inversión extranjera. Ellos traen capitales e inversión y nosotros ponemos a disposición nuestros recursos. Por lo tanto; y especialmente cuando se producen bienes públicos o explotan recursos naturales, todos los bolivianos debemos ser dueños del 50% o más, de esas empresas. Esto asegura la eficiencia, la seguridad jurídica y un beneficio directo para todos.
  • Por último, la economía debe ser el eje para mejorar la identidad nacional. La identidad se logra y se construye desde los triunfos. Construir una nueva sociedad exitosa debe ser el nuevo acuerdo político y social de todos los bolivianos.