Pluma y Papel: El Cementerio de los Libros Olvidados

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

Cuentan las crónicas del 7 de octubre de 1926, que por iniciativa del escritor y periodista valenciano Vicente Clavel, impulsor de la Cámara Oficial del Libro, se celebró por vez primera el “Día del Libro”. El objetivo, enaltecer la virtud de las letras y fomentar la lectura en la población. La iniciativa se había planteado tres años antes y finalmente luego de varias gestiones la idea fue ganando cuerpo hasta lograr que el Gobierno español lo aprobase, poniendo como ejemplo la feria de Saint German de Paris, en la que se buscaba colaborar a los escritores para que puedan vender ejemplares de sus obras.



Con el correr de los años, el Día del Libro fue afianzándose, incorporando elementos que permitió a los escritores poner a la venta sus obras en las aceras del Ayuntamiento de Madrid, incrementando sus ventas y logrando el objetivo que buscaba, enganchando a las personas con la lectura de una amplia oferta de libros. Para 1929, de tener un solo día, se pasó a exponer obras durante toda una semana, del 7 al 12 de octubre los escaparates y puestos del centro de Madrid estaban decorados con los retratos de prolíficos escritores.

En 1930 por decisión del Gobierno de España, se decidió cambiar la fecha al 23 de abril, puesto que no se tenía la seguridad de que el nacimiento de Miguel de Cervantes se hubiese producido en octubre al contrario de lo que ocurría con la fecha de su muerte. También influenció la presión de la Cámara del Libro de Barcelona que deseaba cambiar la fecha a una temporada más comercial, asociándola a la fiesta de “Sant Jordi”, donde la tradición terminaría marcando que los varones regalen flores y las damas libros.

Para el año 1995, la unión Internacional de editores propuso al gobierno español para que declare cada 23 de abril como fiesta mundial. La propuesta fue presentada a la Organización de Naciones Unidas a través de la UNESCO, encargada de la Educación, la Ciencia y la Cultura, proclamándose finalmente aquella fecha como “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”.

Abril es el mes que el mundo dedica tiempo a conmemorar la importancia de los libros en el fortalecimiento cultural de la humanidad. La literatura, sin embargo, resulta ser un mundo desconocido para la gran mayoría de personas. Una enorme oferta de cursos y talleres para autores y escritores se ofrecen por redes, prometiendo brindar las claves del éxito para triunfar en el mundo de las letras y la fórmula para ganar mucho dinero; señalan –cada uno a su manera– tener el secreto infalible para lograrlo. Mientras las ofertas proliferan, la realidad es que escribir resulta una travesía en el desierto.

No existen fórmulas mágicas para escribir, lo que hay son realidades. Escribir no hace rico a nadie, menos al autor. Con mucho esfuerzo y algo de buena fortuna, el escritor ganará unos pesos que le permitan cubrir los gastos que demanda el descomunal esfuerzo, con el que busca y desea ser feliz. Emplea la literatura como una forma de manifestar sus ideas y transmitirlas, ese es el mayor éxito que se consigue. Buscar la alquimia con el lenguaje, tener una pulsión y encontrar algún tema que le permita conectar con el lector y con la gente, creando trabajos auténticos, describiendo fotografías, aterrizando momentos, con el único propósito de inmortalizar su reflexión.

El escritor edifica personajes con sus textos, retrata su alma, exponiendo al desnudo su corazón. Fabrica mundos hechos de sujetos, verbos y predicados, como nadie más que él conoce, engarzando andamios de la imaginación y emolumentos de la palabra. Recibiendo como recompensa un comentario, una opinión, que termina admitiendo que el libro le ha impactado, gustado o disgustado. Ese es el éxito de un autor, que se mide no por el número de ejemplares vendidos como suele creerse, sino más bien por una opinión o crítica de su trabajo. Lo que verdaderamente le interesa, es vender un libro que le guste al que lo lea y le remueva el corazón o el hígado, cualquiera sea el caso.

Trabajar dando cursos de redacción, como editor, coordinador editorial, como corrector, asesor, permite conocer el mundo editorial. Hasta hace algunos años las cosas eran distintas, las empresas editoriales pagaban adelantos y sacaban copias por miles, los reportajes periodísticos se pagaban, las investigaciones, entre otros. Podía publicarse en promedio hasta un libro por año, pero luego llegó la crisis, el mundo digital y lo peor, el ingreso de la AI le ha quitado al ser humano el talento para poder hacer el trabajo por su cuenta y se han llenado las plataformas de libros virtuales con una oferta amplia de libros carentes de espíritu humano.

La falta de lectores se ha ido incrementando, la gente cada vez lee menos, opta por contenido multimedia o audiovisual promovido por un mercado virtual pirata. Esforzarse no resulta ser una opción válida, más si tomamos en cuenta que la lectura es para el cerebro, lo que el gimnasio es para el cuerpo, percatándonos de manera preocupante que la humanidad va perdiendo musculatura intelectual día tras día. Lastimosamente a quiénes debería preocuparles, son los que se encuentran más felices, viendo cómo se incrementa progresivamente la ignorancia y la falta de talento humano.

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

ESCRITOR, DOCENTE & DIVULGADOR HISTÓRICO