Parodiando en reversa el epígrafe de la hermosa como inolvidable novela de León Tolstoy “La Guerra y la Paz” aspiramos también imitarla en partes de su contenido, con la épica visita realizada por nuestro primer mandatario a Rusia, donde, de acuerdo a los partes informativos, firmó acuerdos dirigidos a concluir hasta el año 2025 todas las etapas del Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología Nuclear de El Alto y la Planta Industrial de Carbonato de Litio con tecnología EDL (Extracción Directa de Litio), en la localidad potosina de Uyuni.
Así como la novela sigue la vida de varios personajes de la nobleza rusa durante las invasiones napoleónicas a fines del siglo XVIII, la visita del presidente Arce a su camarada Putin, en medio de la innoble invasión que este desencadenó desde hace dos años y medio sobre la soberana e independiente nación ucraniana, con el avieso fin de ocuparla, marca el carácter infecundo de ese encuentro y lo remite a nuestra propia historia, cuando sufrimos la artera invasión chilena que nos arrebató la salida al Pacífico, enclaustrándonos en nuestras montañas.
Es más, en su extraordinaria novela, Tolstoy expone los horrores y disparates de la guerra, así como su devastador impacto sobre las personas y la sociedad en general. Más que una fiel apreciación, dicha aserción pareciera ser un vaticinio de lo que viene sucediendo en el mundo occidental, actualmente amenazado por fuerzas políticas y religiosas exógenas como: Rusia, China, Irán y los países que han logrado cautivar, con su malévola diplomacia, como: Corea del Norte, Cuba, Venezuela y otros, que se han propuesto desestabilizar el sistema occidental mediante la pobreza, luchas regionales y movimientos expulsores de migración.
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Frente a tales intentos de desequilibrio, no es aventurado afirmar que estos sean la base y fundamento del actual y enorme triunfo de los movimientos políticos conservadores de Europa; de América del Norte y América del Sur que, ante el fracaso de un socialismo populista, comunistoide y ateo, son tildados con el decimonónico remoquete de derechistas, ultraderechistas o neoliberales. Ante dicho embate, varios de ellos han optado por tomar el control de sus gobiernos y vidas, como está siendo el caso de: Italia, Francia, Portugal, Irlanda, Argentina Paraguay, Ecuador, El Salvador y varios más en el futuro.
A la luz de lo expuesto, después de casi dos décadas de corrupción y despilfarro de nuestros recursos, los bolivianos debiéramos situarnos en escenarios de una política exterior más coherente y actualizada, ampliando nuestras relaciones con países hermanos y de la órbita occidental, como es el caso de la Argentina y, en lugar de rechazar al embajador que nos envió, pensar que en un cercano futuro, paradójicamente, los ductos que utilizábamos para venderles el gas sirvan para comprarles aquel que ellos obtengan de la resurrecta Vaca Muerta.
De la misma forma como las naciones marchan o son azuzadas a marchar hacia el holocausto de la guerra, sea esta civil o externa, insistimos en que los bolivianos debiéramos abrazar y recordar las trágicas causas que nos llevaron a ella, y las enormes pérdidas que sufrimos por su causa. De ahí que aspiramos, aunque porfíen en dividirnos o balcanizarnos, apostar a La Paz y no a la Guerra.