El gobierno ya no tiene control sobre nada. Perdió influencia sobre los principales movimientos sociales, no puede resolver problemas graves como el desabastecimiento de combustibles, ha roto prácticamente todos los puentes con el sector privado y, por si eso fuera poco, comenzó a mostrar ya las primeras señales de zozobra interna previa al naufragio.
Arce ya no gobierna, ni siquiera administra, que es lo que se supone sabía hacer. En vano se esfuerza en demostrar que es un buen capitán de la nave en tiempos de adversidad, algo que ya no creen ni sus propios colaboradores.
Para remate, desde hace varios meses que el Pacto de Unidad ya no aparece en la Casa del Pueblo, porque sus miembros se han dedicado a hacer campaña por los candidatos internos que tienen alguna posibilidad.
Ya no se ven cascos de mineros, ni ponchos rojos campesinos, ni nada por el estilo en los alrededores de la Plaza Murillo. El gobierno inspira una suerte de “vergüenza” entre quienes no hace mucho eran sus cortesanos.
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Formalmente, el mandatario tiene la sigla del partido, pero perdió el resto. Los masistas estaban acostumbrados durante 20 años a seguir a un líder ganador y representativo de nuevas identidades. Arce no es ninguna de las dos cosas y ya ni siquiera puede apelar al recuerdo de sus buenos tiempos de ministro de una economía aparentemente robusta.
En el gabinete, aparte de una sospechosa apatía y falta de iniciativas, hay ministros con agenda propia, como Eduardo Castillo, que últimamente se dedica más a hacer “monerías” para la tribuna carnavalera que a velar por la seguridad y que quiere disputarle a su propio jefe una eventual candidatura.
El presidente y sus más cercanos del gabinete económico están conscientes que la crisis no tiene solución mientras no accedan a recursos de fuera y eso es algo que no pueden hacer. Mientras tanto, solo les queda defender lo indefendible y moverse entre espejismos.
Si hace años se hablaba del “milagro” boliviano, hoy ni siquiera un milagro podría salvar a una gestión noqueada por la crisis. Hay que decirlo. Con Arce, lamentablemente, ya no hay salidas.
Arce no tiene credibilidad con el sector privado. Los pocos empresarios que lo acompañaban y sostenían hasta fines del año pasado, hoy miran hacia otro lado. En Santa Cruz el divorcio con estos actores es irreversible y parece que, de aquí en más, todo quedará en manos de un Comité Cívico más activo y radicalizado.
Un presidente que no puede ofrecer soluciones, salvo renunciando a todo lo que piensa y a todo lo que fue discurso del MAS durante 20 años, ya no tiene muchas posibilidades de sobrevivir y, en esas condiciones, solo cabe esperar que la situación económica se agrave y que el descontrol sea cada vez más peligroso. Cada vez más cerca del caos.