Establishmet 1 – Dunn 0 ¿Por ahora?


El establishment boliviano puso el pie en el piso y se acabó la fiesta. Jaime Dunn no estaba invitado, y lo mandaron a sacar a empujones. Los rumores son suculentos, dicen que el jefe de campaña de cierto candidato opositor, que veía cómo se le escurrían los votos como agua, habría hecho pactos de cloaca con gente del gobierno y con una alcaldía para frenar a la amenaza.

El problema con Dunn es que estaba mordiendo donde duele. Un outsider muy curioso, le estaba quitando votos a todos, pero el que más sangraba era ese candidato opositor enamorado de sí mismo. Y claro, cuando los intereses y el ego están en juego, los códigos morales (si los hay) se tiran por la ventana. Así, con una operación quirúrgica al estilo político boliviano, es decir, a la mala, o como lo llaman en otras latitudes “al estilo Jalisco”, lo inhabilitaron antes de que la ola se convierta en tsunami.



Dunn ha logrado tener credibilidad, también ilusionar, algo que nadie hacía desde hace veinte años. El hartazgo de la población es el sentimiento/emoción de moda, y él lo estaba capitalizando, y lo estaba haciendo con una lógica simple de sacudir la jaula mental del votante con preguntas y afirmaciones elementales que sonaban como bofetadas “¿Quién de ustedes se siente dueño de YPFB o de ENTEL?” “Pagamos impuestos para que el gobierno monte empresas que nos hagan la competencia con nuestra propia plata”. Conceptos que dejan al descubierto la mentira monumental del Estado Plurinacional y su propuesta anacrónica de la industrialización, que en realidad es un botín de pocos. Y la gente lo entendió, por eso la clase política sintió que le temblaban las chuquizuelas.

Este señor con traza de menona, que parecía más listo para vender quesos que para encabezar una revolución política, terminó tocando las teclas correctas del piano. La oposición no logró en dos décadas lo que Dunn hizo en seis meses, ofreció una visión de país. Ni la ilusión ni la esperanza nacen de otro lado que no sea la pasión y el compromiso, Dunn lo probó con una dosis de sentido común que provoco urticaria al establishment.

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Después de oler el hocico del monstruo, Dunn podría convertirse en un fusible que chispeó por un ratito o ser paciente y emprender el camino de la construcción de algo más grande que lo ligue definitivamente a la historia de Bolivia. Ojalá no ceda a la tentación del inmediatismo y los ministerios que seguro le ofrecerán. Si juega bien sus cartas, puede llegar a 2030 como un huracán, con equipo, estructura, territorio y fuerza para torcer los destinos del país. Ahora, si la izquierda gana esta elección, tal vez ni país tengamos, pero ese es otro tema.

En el fondo, pienso que es una bendición y esto fue lo mejor que le pudo pasar. Una victoria sin cuadros, sin equipo, sin maquinaria, quizás el poder lo habría devorado. Hoy el destino le guiña el ojo. Veremos si Dunn es un mero político, o un hombre de estado.

Marcelo Ugalde Castrillo

Político y empresario