Los Karamazov que llevamos dentro


Dostoievski convierte el drama familiar de los Karamázov en un mito moderno. Tres hermanos que encarnan la fe, la fuerza y la razón, y que nos recuerdan que, cuando una de estas fuerzas se impone sobre las otras, el equilibrio —en la familia y en la sociedad— se rompe.

Fuente: https://ideastextuales.com



Leer Los Hermanos Karamázov fue como encontrar un mapa antiguo que, sin proponérmelo, dibujaba mi propia historia. Reconocí en Aliósha, Dmitri e Iván la misma triada que formábamos mis dos hermanos mayores y yo. Uno más inclinado a la fe y al cuidado de los demás, otro marcado por la pasión y el impulso, y el último atrapado en la necesidad de entender y cuestionar todo. La novela me devolvió a escenas de nuestra infancia como si fueran capítulos ya escritos, y me hizo comprender que aquella tensión, hecha de cariño, choques y lealtades, no era sólo cosa nuestra, sino parte de un patrón mucho más antiguo. Un mito que Dostoievski tuvo el talento de transformarlo en ficción.

Publicada en 1880, es la última y más ambiciosa novela de Fiódor Dostoievski. Escrita en la Rusia zarista de finales del siglo XIX, muestra un país que intenta alcanzar el equilibrio entre la tradición ortodoxa y el avance de las ideas liberales y científicas europeas. En ese contexto de tensiones religiosas, filosóficas y políticas, construye la historia de una familia marcada por el parricidio y por el choque irreconciliable de tres hermanos. Aliósha, el monje novicio que representa la fe; Dmitri, el militar apasionado que encarna el impulso vital; e Iván, el intelectual que desafía a Dios y a la moral establecida. La novela, atravesada por discusiones sobre el mal, la justicia divina y el sentido de la vida, es también un espejo de una sociedad que buscaba su identidad entre el peso de la herencia y el vértigo de la modernidad.

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Lo que en la superficie se presenta como una historia policial, con tensiones religiosas, filosóficas y familiares, es en realidad un mito disfrazado de novela realista. Tres hermanos que encarnan las fuerzas universales de la cultura occidental. Tres vértices de un triángulo, a partir del cual se construye la doctrina de occidente sobre la convivencia y el poder.

En las sociedades indoeuropeas la vida se organizaba en tres funciones: la sacerdotal, que custodiaba lo sagrado; la guerrera, que protegía y conquistaba; y la productiva o sabia, que garantizaba el sustento y la ley. Los griegos tenían a Atenea, Ares y Hestia; la India védica, a los brahmanes, kshatriyas y vaishyas; la Europa medieval, a clero, nobleza y tercer estado.

En Los Hermanos Karamázov, estas fuerzas no son armoniosas. Se enfrentan, se contradicen y, cuando una intenta imponerse sobre las otras, el resultado es la tragedia. El asesinato del padre es más que un acto criminal. Es el derrumbe del pacto que mantiene unidas a estas funciones. El caos que sigue no es sólo el de una familia, sino el de una sociedad entera. Un drama que se mueve entre la la ortodoxia religiosa, la modernidad racionalista y el fervor revolucionario.

Iván concentra una de las discusiones más incómodas de Occidente: el problema del mal y la justicia divina. Dimitri, en cambio, es la fuerza sin freno, incapaz de someter sus pasiones a un orden. Aliósha, el mediador, acepta el misterio y mantiene viva la llama de la fe. Ninguno está completo sin los otros, y ahí radica el mensaje más duradero de la novela. Nno basta con que exista la fe, ni la fuerza, ni la razón; las tres deben aprender a convivir.

Lo que Dostoievski nos recuerda es que estas fuerzas, si no se hablan, acaban devorándose. La fe sin razón se vuelve fanatismo; la razón sin fe, cinismo; la fuerza sin guía, violencia ciega. Los Hermanos Karamázov no nos da una solución, pero sí nos presenta un muy buen espejo.

Por Mauricio Jaime Goio.