Carlos Alberto Tiburcio Amuruz
La estrategia que tiene el gobierno para disminuir el impacto de la escasez de combustibles consiste en no dejar que falten los carburantes en las principales ciudades del país, especialmente las del eje troncal: La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y El Alto. Para ello recurre a grandes importaciones de gasolina y diesel. Pero para suponer lo que puede suceder en el futuro en todo el territorio nacional, pongo de ejemplo el problema que se vive en Pando. Aquí, el combustible, o más bien la falta de combustible, es un grave problema que se viene dando desde hace varios años.
Antes de la llegada del MAS al gobierno, la venta de gasolina y de diesel era casi normal, se podía conseguir los carburantes en los puestos de servicios durante todo el día hasta las 21:00, sin restricción alguna. A partir de la llegada de Morales al poder la cosa va sufriendo un deterioro visible, pero aun así los carburantes no faltaban, aunque se comenzaron a dar medidas de parte de las autoridades, como prohibir la venta de los líquidos a ciudadanos brasileños por ejemplo, que fueron aumentando a medida que transcurría el tiempo, como presagio de lo que ahora estamos viviendo.
Pero está claro que después de la famosa “nacionalización” de YPFB, es decir, luego de la toma con show incluido de Petrobras, las cosas empeoraron muchísimo. Tanto la gasolina como el diesel, y ni que decir del gas, empezaron a faltar de tal manera que los que accedían a la compra de los carburantes, que se hacía solamente durante 1 hora o máximo dos cada día, comenzaron a especular con el producto y se dio un fenómeno que dura hasta ahora: el contrabando de los combustibles al Brasil. Esta actividad, que en un principio no llamaba mucho la atención, era realizada en su mayoría por personas de bajos recursos que no tenían fuente de trabajo y actualmente la hacen los militares, es por demás estranguladora e incómoda para la población en su conjunto. Para variar, el gobierno se sale con cada disculpa. Cuando llueve, las cisternas no pueden llegar porque las carreteras están malas y cuando no llueve, también las cisternas no pueden llegar porque ahora los ríos están muy bajos y las balsas no pueden navegar. Para colmo, este año se sumaron a la lista de disculpas las inundaciones.
Hoy por hoy, se han inventado (los revolucionarios) un famoso sistema de tarjeta magnética con un código de barra que de vez en cuando se cuelga o lo cuelgan, que supuestamente iba a solucionar el problema de la compra de carburantes de la población, cosa que no fue así. Se estarán preguntando, ¿y qué tiene que ver una tarjeta con la venta y compra de combustible? Y es que aquí en Pando, queridos amigos, para poder comprar unos cuantos litros de gasolina o diesel toda persona debe estar registrada en el sistema del Comando Conjunto. Sin esa famosa tarjeta, por increíble que parezca, no se puede acceder a la compra. Y cuando en La Paz, Cochabamba o Santa Cruz, por otros motivos los surtidores amanecen con largas colas y los ciudadanos protestan, nosotros nos reímos, un tanto de placer y otro de alegría, es que ya estamos convencidos que mientras en esas ciudades el gobierno no falle en la distribución de los carburantes los habitantes de por allá seguirán creyendo que por acá las cosas no son como las contamos.
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De vez en cuando viene uno u otro reportero a hacer una nota sobre el problema y el efecto de las imágenes que difunden en los medios nacionales, de largas filas, de gente que duerme varias noches en la calle por esperar a que le toque a su barrio la venta de gas licuado, de las peleas que se dan casi a diario y del abuso de parte de los militares, no hace que se inmuten siquiera del sufrimiento que por estos lados domina a las gentes. Pero todo sufrimiento tiene su recompensa, dicen. Les comento, por ejemplo, que cuando por allá el azúcar desapareció, también los de por acá nos mostramos indiferentes, y es que aquí desde siempre hemos sobrevivido gracias a la cercanía de la frontera con el Brasil, que nos permite estar habilitados con azúcar y otras cosas. Bueno, la verdad es que no fuimos tan indiferentes con ustedes.
Durante la crisis, han partido desde aquí cientos y cientos de kilos de azúcar hacia allá, todos los días los mostradores de las líneas aéreas estaban llenos de gentes que hacían filas con sus encomiendas con destino a amigos o parientes que estaban con nostalgias de tomar las cosas con azúcar, y cuando en los pasillos y en las puertas uno se encontraba con algún conocido y le preguntaba qué estaba mandando o qué había depositado, la respuesta era la misma: azúcar, azúcar y más azúcar. Pero en medio del ajetreo, personalmente les confieso que me sentí frustrado por no poder hacer lo que manda nuestra flamante Constitución: practicar el trueque, para que a cambio del azúcar que se mandaba pudiéramos recibir gasolina, diesel y gas.
Debo reconocer que hace un mes, más o menos, la distribución de gasolina, diesel y gas ha mejorado un poco, ojo, sólo un poco. De todas formas, lo real es que existe escasez de estos productos y que la misma ocasiona una serie de dificultades, tanto para el ciudadano común como para el productor. Cualquier emprendimiento, para que los resultados sean óptimos pasa por la dotación normal y suficiente de los carburantes, requisito que no se cumple aquí y que está demostrado que mientras el gobierno de turno no logre solucionar esta anomalía, todo intento en cualquier campo será una aventura, con un riesgo elevado en contra del emprendedor. En síntesis, cada día que pasa nos sentimos más discriminados por los gobernantes de turno y esperamos que por lo menos para los gobernados dejemos de serlo.