Termómetro político

El MAS no tiene en sus planes vitales esa cosa llamada ‘el juego limpio’. No puede darse ese lujo. Hacerlo, sería fatal -no tanto en términos políticos, sino personales- para los actuales pesos pesados del régimen.

termometro politicoEl Nuevo Día.

La temperatura política

En una escala del 1 al 10, donde 1 significa mucha estabilidad política y 10 una alta inestabilidad, ¿cómo calificaría la situación actual en Bolivia?



Las cosas están en un 8, la situación está tensa y caliente por la intención masista de hacer una ley electoral a medida.

La semana pasada y semana entrante

En la semana anterior, el MAS metió artillería pesada para imponer su ley electoral. Hubo huelga de hambre al más alto nivel (cosa que suena muy boliviana), hubo amenaza de renuncia de los parlamentarios masistas (la tal renuncia no se producirá ni en esta ni en la otra), hubo debates caldeadísimos, y en fin, hubo folclore. Pero entendámonos: el MAS tiene razón al poner toda la carne en el asador con la cuestión de la ley electoral. El MAS está en lo correcto al jugársela -¡con todo!- en esta ocasión.

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La gente del MAS sabe que toda esta pelea -y sobre todo la huelga presidencial- son malas noticias para los electores, incluso, lo son para los electores del MAS. Pero no importa. El MAS puede y debe sacrificar muchas cosas por esta ley.

El MAS sabe perfectamente que sufre un desgaste de imagen al volver a las andanzas de imponer cosas para ganar beneficios particulares o partidarios. Pero eso es lo de menos para el partido gobernante. Porque el MAS, también sabe (con mucho acierto) que esta ley electoral puede asegurarle el futuro. O lo que es igual, asegurarle un sistema y unas normas electorales que le atornillen en el poder por un tiempo. ¿Huele todo esto a fraude? Mucha gente cree que sí. Pero lo que es indudable es que huele a juego ventajoso para el MAS. Hiede a juego sucio. Y como es obvio, ninguna democracia tiene legitimidad sólida, si el sistema electoral -ese pequeño detalle- no se basa en el principio del juego justo.

Pero por otro lado, el MAS está haciendo lo que tiene que hacer como proyecto de poder. Vale decir, el gobierno y los masistas están actuando más allá de las consideraciones morales e incluso legales que, a decir verdad, en la política real valen una pepa. En efecto, el MAS se salta, sin ruborizarse, principios y normas básicas de la democracia y del juego justo. Porque el MAS, como cualquier proyecto de poder que se respete, está peleando antes que nada, por su permanencia en el poder. Y lo demás le vale un pepino. Como tiene que ser: en el mundo maravilloso de los políticos profesionales.

Seamos claros: el MAS ha quemado las naves hace tiempo. O lo que es igual: el MAS no es un proyecto con capacidad de sobrevivir un período de oposición. El día en que estos tipos se vayan a la oposición -y ellos lo saben perfectamente porque así lo han diseñado- tendrán que pasarse la vida de tribunal en tribunal explicando sus actos durante estos últimos años. Y si el dulce del poder no fuera suficiente estímulo para que el MAS haga una ley electoral con el fin de quedarse por siempre, con seguridad, el estímulo indiscutible que tiene el MAS para atornillarse al poder, es el terror a pasar el calvario de una oposición pagando en la justicia todos los pecados cometidos contra los derechos humanos y la democracia. El MAS ha diseñado un sistema político donde el masismo es el centro y donde la derrota es la cárcel y la victoria, el Palacio

O sea, el MAS no tiene en sus planes vitales esa cosa llamada "el juego limpio". No puede darse ese lujo. Hacerlo, sería fatal -no tanto en términos políticos, sino personales- para los actuales pesos pesados del régimen.

Y por eso, el MAS mete toda la artillería en su ley electoral. Se están jugando el todo con este paso. Se juegan el poder y la libertad personal. ¿Qué es más importante en la vida pública que eso? Y de ahí, que perder algo de imagen o perder unos puntos en las encuestas (a causa de las huelgas de hambre, o a causa de un cerco andino  al congreso, o a causa de cualquier brutalidad populista), vale la pena. Si hay victoria, el premio será la libertad personal y el poder. Y si hay derrota, el castigo será tremendo. El único límite para el MAS en este momento es estético: quedaría "feo", para la previsible victoria de diciembre, el hacer una ley sólo entre masistas. De ahí que los masistas seguirán jugando a la concertación. Pero no hay que equivocarse. La médula de esta ley -que es el armar las condiciones perfectas para el juego sucio-, es intocable. 

En la semana que hoy comienza, entonces, tendremos amagos de concertación, pero inflexibilidad en el fondo. La ley electoral para el MAS, es mucho más importante que la nueva constitución, que la nacionalización y que las 2.375 etnias originarias, súper-ancestrales y plurinacionales que ocupan los 12 continentes de la galaxia.

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