¿Cambio de conducta?


Carlos Toranzo Roca

 Todos los regímenes revolucionarios, los gobiernos de las izquierdas, antes de hacer sus revoluciones, previamente a su ingreso al poder, en las épocas de las proclamas fogosas contra sus enemigos, en las fases  de las ofertas electorales, afirmaron que avanzarían al futuro generando otro tipo de valores, dotados de puridad; expresaban que transformarían las conductas de los políticos, porque estaban hastiados del manejo corrupto del poder de los viejos partidos políticos y de los excesos de los partidos tradicionales. Juraban que los nuevos líderes, los dirigentes renovados, los nuevos partidos -es decir, ellos- vendrían vestidos con los trajes de la transparencia, de la austeridad y de la incorruptibilidad.



Ese tipo de políticos y organizaciones políticas casi siempre han marcado sus ofertas revolucionarias y arengas preelectorales con los signos de la ética, de la transparencia, con la idea de la creación de los «hombres nuevos, diferentes a los corruptos del pasado, distintos a los manejos voluptuosos del poder de la clase política tradicional. Todos ellos han sido críticos de los caudillos de los partidos tradicionales, los han criticado por el exceso de concentración del poder en el Gobierno y en sus partidos; han expresado firmes arengas contra la ausencia de democracia interna, ya sea en el MIR, en ADN o en el MNR. Se han manifestado bulliciosamente contra cualquier forma de nepotismo, han enjuiciado a los políticos que osaron poner en la administración pública en embajadas a sus parientes, hermanos, tíos, sobrinas, yernos  o enamoradas o enamorados. Sí, así actuaron durante años en la oposición, asumiendo el rol de jueces, cubriéndose con el manto de la puridad para enjuiciar  a cualquiera que, según ellos, habría cometido un pecado de corrupción o de falta de transparencia y de ausencia de respeto a las normas de austeridad que debería tener un país tan pobre como el nuestro.

Y, claro, mucha gente, popular o no, encopetada o no, molesta también con las corrupciones de los sistemas políticos, cansada de los excesos de los políticos tradicionales, hastiada de los tráficos de influencias, aceptó nuevos gobiernos, hasta votaron por nuevos liderazgos, pero con la esperanza de que la ética pueda acercarse a la política, con el sueño de pensar en el manejo transparente de la cosa pública.

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Pero hay una distancia sideral entre la palabra y los hechos, como también es muy grande la distancia entre el verbo y la conducta real de los líderes revolucionarios y su cohorte, la realidad del proceso de cambio, lo concreto del uso del poder en estos últimos años nos muestra ya no signos, sino conductas recurrentes que borran los discursos níveos de transparencia  que emitieron esos políticos cuando estaban en la oposición. A los pocos meses de debutar en el poder, con un muerto en medio, se abrió el escándalo de la  corrupción que tocó al presidente de YPFB; pasados seis años hay otros casos -sin muertos- de alta corrupción en esa institución estatal. Los manejos no transparentes en la compra de las barcazas es una cosa pequeña, pero se sumaron los autos chutos, el manejo inescrupuloso de Diprove. Y lo que es peor, el manejo por parte del líder  de dinero que no entra al TGN  y que sirve -sin auditoría alguna- para prorrogar el poder. Y contra las normas de transparencia, se adjudican obras públicas millonarias -pro campaña electoral- sin ningún tipo de licitación.

El poder «austero vuela en aviones de lujo, llevando a séquitos de incondicionales. Y con un cinismo extraordinario, todavía el proceso de cambio expresa que vino a instalar nuevos valores en la política, ¿qué valores?  Los valores se han trastocado, la transparencia se ha hundido, se ha reforzado el mundo de «cambalache,  donde desde el poder el que no roba, el que no se liga al narcotráfico, el que no utiliza el tráfico de influencias, el que no usa los favores del Gobierno, es un gil. Ese avión del poder pretende aterrizar en una casa del pueblo donde sea una exigencia distanciar la ética de la política.

A la ausencia de transparencia se suma la crueldad, la falta mínima de respeto por la vida humana; a los opositores se los ha dejado morir en la cárcel, o se los ha sacado de ella únicamente cuando sus enfermedades son terminales. La muerte de Bakovic expresa la talla  inhumana de un Gobierno que sólo piensa en la prolongación del poder y que ha olvidado el  mínimo  respeto de los derechos humanos. ¿Éste es el cambio de conducta?, ¿éstos son los nuevos valores?

 Carlos Toranzo es economista.

Fuente: paginasiete.bo