El Correo de los Viernes – Montevideo
Eduardo Galeano ha decretado la muerte de “Las venas abiertas de América Latina”, el libro que lo hizo famoso y que ahora confiesa que no volvería a leer ni a escribir, porque al hacerlo "no tenía conocimientos de economía ni de política”. Galeano dijo sobre sus propios textos que “esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima”.
Varias generaciones de latinoamericanos se formaron en torno a las mentiras centrales del libro, lleno de profecías no confirmadas y basado en la propuesta de que la región no crece por culpa del saqueo imperialista y no por responsabilidades propias, toda una concepción ideológica que nos ha condenado al fracaso.
No es común que un autor destroce públicamente su propio ensayo. El uruguayo Eduardo Galeano –en realidad Eduardo Germán María Hughes Galeano, nombres y apellidos demasiado largos y presuntuosos para firmar un libro de izquierda– acaba de hacerlo, en una demostración de cinismo que llama la atención, dado que durante cuarenta años dijo todo lo contrario.
Al participar recientemente en la “II Bienal del Libro y la lectura” en Brasilia, Galeano afirmó que "no sería capaz de leer el libro de nuevo", y agregó que "esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima". Luego, confesó que cuando escribió el libro "no tenía la formación necesaria", y que si bien no está "arrepentido de haberlo escrito", sostuvo que es "una etapa que está superada". Por si fuera poco, agregó que el libro fue escrito "sin conocer debidamente de economía y política".
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Sin embargo, al editarlo, Galeano había sostenido que estuvo estudiando el tema durante cuatro años –según recuerda Wikipedia– y que contó con el apoyo de un nutrido grupo de intelectuales y de universitarios, cuyos nombres figuran en la primera edición, quienes realizaron varias investigaciones para contribuir con la redacción. El autor era en ese momento funcionario de la Universidad, empleado en el Departamento de Publicaciones. El libro fue presentado durante mucho tiempo como la máxima expresión de la “intelligenzia”, esa cátedra intelectual desde la que los intelectuales y teóricos de la revolución nos explicaban al resto de los mortales como había que gobernar a los pueblos. Resulta que todo ello era falso.
Publicado en 1971, “Las Venas Abiertas de América Latina”, se convirtió rápidamente en un “best seller” y en libro de cabecera de todo aquel que se preciara de ser de izquierda revolucionaria. Recientemente cobró fama otra vez cuando el ex presidente de Venezuela Hugo Chávez se lo regaló a Obama.
Pero más allá de esa fama tristemente ganada, el libro resume una serie de conjeturas históricas que cuarenta años después no se han confirmado. Por el contrario, la historia ha desmentido rotundamente las predicciones, comunes a la prédica de izquierda desde el marxismo para acá. Hace doscientos años que algunos intelectuales pronostican “la irremediable caída” del capitalismo y del imperialismo, sin advertir o reconocer las llagas que las dictaduras socialistas han provocado. Eso es lo que ocurre con el libro de Galeano, dedicado exclusivamente a señalar las intromisiones del imperialismo y absolutamente omiso al momento de expresar las carencias propias. El autor repite los dogmas y los eslóganes típicos de la izquierda, amontonando una serie de conjeturas sin confirmación de ninguna índole y siendo pródigo en afirmaciones delirantes.
La culpa es del otro
La idea central del texto es que América Latina fue históricamente saqueada por el imperialismo, por lo que no puede crecer. La primera frase del libro es elocuente: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros países se especializan en perder”. Con ese enfoque, la riqueza de América Latina fue saqueada por los imperios: “desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo, o más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros del poder”.
Escrito a pocos años de la revolución cubana, el texto de Galeano pone especial énfasis en relatar las hazañas económicas independentistas de los amigos de Fidel. No hay una sola palabra sobre el paredón y los fusilamientos, pero en cambio hay enormes alabanzas a esas supuestas conquistas económicas y sociales de la revolución, pero olvidando completamente el subsidio soviético, que en aquella época equivalía a un millón de dólares por día y sobre el cual se edificó el transitorio y maquillado avance económico.
Por ejemplo: “A partir de la reforma agraria de 1959 (en Cuba) se inició un profundo proceso de diversificación de la economía de la isla, lo que ha puesto punto final al desempleo: ya los cubanos no trabajan apenas cinco meses al año, durante las zafras, sino doce”.
“Cuba ostenta actualmente, según la Oficina Internacional de la Educación de la Unesco, el menor porcentaje de analfabetos y el mayor porcentaje de población escolar primaria y secundaria de América”.
“Hay escasez, es cierto, de ciertos productos: faltan frutas y heladeras, ropa; las colas, muy frecuentes, no resultan sólo de la desorganización de la distribución. La causa esencial de la escasez es la nueva abundancia de consumidores, ahora el país pertenece a todos. Se trata, por lo tanto, de una escasez de signo inverso a la que padecen los demás países latinoamericanos”. ¿Qué diría Galeano en 2014, cuando la escasez lleva cuatro décadas?
Así siguen los panegíricos, al punto asombroso de que el autor hace un encendido elogio de la maquinaria soviética que se usaba en la agricultura y en la vialidad cubanas, a la que describe como de “excelente calidad”. Como todo el mundo sabe, la maquinaria soviética era anticuada, pesada y muy cara y terminó siendo inservible en todo el mundo.
El perfecto idiota
Ante ese servilismo pueril y grotesco reaccionó buena parte de la opinión pública, aunque “Las venas abiertas” encegueció a decenas de miles de militantes durante muchos años. En 1996, tres intelectuales latinoamericanos, Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa publicaron el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, una respuesta expresa a “Las venas…”.
El "Manual" sostiene que los sectores políticos e intelectuales “de izquierda” expresan una mentalidad tercermundista, nacionalista y socialista, que presenta al capitalismo como el principal culpable de los males de los países pobres. Ellos son los “idiotas” que abonan al populismo y al estancamiento, porque no reconocen las causas reales del atraso, que radican en la mentalidad. Creen que las naciones van a poder alcanzar el bienestar repitiendo siempre el mismo proceso que acaba irremediablemente empobreciendo la sociedad: acrecentando el Estado y entregándole el poder a un caudillo. Como ejemplos emblemáticos de esta mentalidad el libro señala el peronismo de Argentina y al régimen cubano.
El daño está hecho
La tardía reacción de Galeano no equipara el daño ya provocado. Hace décadas que la blandura intelectual de los pensadores de izquierda se caracteriza por su hemiplejia moral para juzgar los crímenes cometidos en Cuba, como hacen ahora al mirar hacia el costado con lo que ocurre en Venezuela.
Ese servilismo ha postrado y postra a América Latina, que sigue buscando a quién echarle las culpas en vez de dedicarse a desarrollar sus propias fuerzas, que las tiene, pero que muchas veces se distraen en utopías que terminan en sangre y frustración.