Mira telescópica

Emilio Martínez Cardona

El ex ministro de la presidencia y otrora “hombre fuerte” del régimen de Evo Morales, Juan Ramón Quintana, dijo que “no será un blanco fácil” y que no se pondrá frente a ninguna “mira telescópica”, en alusión a sus conflictos con la facción gobernante del MAS y a las indagaciones de las que es objeto por la organización del reciente ciclo de bloqueos, donde se detectó armamento y lo que se podría calificar como una incipiente estructura pre-guerrillera.



Quintana, que a lo largo de su trayectoria se caracterizó por sus expresiones violentas y antidemocráticas, como cuando profetizó que al prefecto pandino Leopoldo Fernández lo llevarían “a convivir con los gusanos”, representa el ala más radical del evismo, ya en la clandestinidad.

No debe sorprender la intensidad del conflicto intra-masista, que desborda ampliamente los supuestos de teatralidad. Para comprender mejor, veamos hacia afuera, con lo que está sucediendo en Venezuela al interior de la nomenklatura chavista, donde el madurismo está arrasando con los círculos cercanos al ex vicepresidente Tareck El Aissami. O recordemos, mucho más atrás, las persecuciones entre bolcheviques, que acabaron con León Trotsky con un piolet clavado en la cabeza, en su exilio entre los muralistas mexicanos.

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Sucede que estamos ante sistemas donde la purga cíclica es un recurso esencial, con el agravante de que, en la actual cepa del socialismo del siglo XXI, la narco-política también pone lo suyo para estas internas, que suelen arrastrar en sus efectos destructivos a toda la sociedad.

Esto tiene su origen en una concepción y una mecánica de apropiación de la riqueza, que no está relacionada con la innovación, el emprendimiento y la creatividad, sino con la pura y simple depredación de lo producido por otros, una torta que tiende a decrecer con los años y que ya no abastece a demasiados comensales.

Otro tanto sucede con la apropiación del capital político, que tiempo después del momentum revolucionario ya no se genera a partir de alguna ilusión de legitimidad, sino sólo desde el “poder duro” de la represión.

La lógica de la purga también está relacionada con la atribución de culpas, con la creación de chivos expiatorios que desvíen y concentren las “cóleras errantes de la época”, para usar la expresión de Antonin Artaud.

A veces, la purga se hará con la “mira telescópica” de la violencia, desembozada y propia, o camuflada y atribuible en la ficción al enemigo imperial. En otros casos, se usará el microscopio que devela los minuciosos laberintos de la corrupción. Ambas modalidades tendrá que temer, suponemos, el profeta de los gusanos.