Fuente: https://www.la-razon.com

En 2024, la producción de cemento en el país alcanzó un récord histórico de 4,059 millones de toneladas y las ventas se situaron en 4,101 millones de toneladas, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

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Estas cifras representan incrementos significativos en comparación con 2023, cuando la producción y las ventas se ubicaban en 3,977 y 3,969 millones de toneladas, respectivamente. Este repunte, que equivale a un crecimiento del 3,33% en consumo a nivel nacional, apenas supera las cifras del año 2019, lo que refleja una recuperación del sector cementero con años anteriores más que un crecimiento robusto.

Sin embargo, el panorama es heterogéneo. Mientras que La Paz experimentó un crecimiento notable del 9,8%, Santa Cruz, tradicional motor del sector construcción, registró una reducción del 6,05% en la venta y producción de cemento. Esta disparidad subraya la existencia de desafíos regionales que impactan directamente la actividad de la construcción, situación que ha sido confirmada por el director del INE, Humberto Arandia, quien señaló que la construcción en Santa Cruz atraviesa momentos complicados.

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Cemento

En entrevista con este medio, Marcelo Alfaro, gerente general del Instituto del Hormigón, explicó que la aparente resiliencia del sector a nivel nacional se debe a un fenómeno dual. “Estamos en un momento complicado de la economía. Las obras públicas se han reducido y varias alcaldías tienen deudas acumuladas con las empresas constructoras, lo que ha provocado la paralización o el retraso en proyectos de gran envergadura. Sin embargo, algunas personas con capital han buscado un refugio invirtiendo en obras de menor escala, que normalmente se aprecian con el tiempo. Estas inversiones, en su mayoría de carácter informal, mantienen activa cierta parte del mercado de la construcción”, señaló

Según Alfaro, la desaceleración en Santa Cruz responde a diversos factores. Entre ellos, destaca la ralentización o cancelación de contratos estatales, la subida de precios de productos importados—especialmente aquellos utilizados en la obra fina—y la persistente escasez de dólares, que encarece insumos y limita la capacidad de inversión en grandes proyectos. “La falta de dólares, sumada a la escasez de diésel, afecta negativamente el desarrollo de obras que requieren maquinaria pesada. Esto genera un efecto cascada en toda la cadena productiva, desde las fábricas de cemento hasta los obreros y profesionales de la construcción”, agregó.

De acuerdo con Alfaro, el cemento es, sin duda, el insumo esencial en la construcción. Participa en la realización de proyectos de infraestructura de gran escala, como represas, puentes y carreteras, así como en obras de menor envergadura, como viviendas, edificios y aceras. La importancia de este material se compara con la del agua: el hormigón, que es básicamente cemento con arena, grava y agua, es el segundo producto más consumido por la humanidad después del agua misma, según el gerente. Por ello, cualquier variación en el consumo de cemento se traduce en un impacto directo en la economía del país y en la generación de empleo en la cadena productiva.

Construcción

La repercusión de una reducción en la demanda de cemento es significativa. Una menor actividad en el sector construcción afecta las cifras de producción y ventas, además implica la pérdida de empleos directos e indirectos en fábricas, transporte, ferreterías, servicios de construcción y demás actores de la cadena. En regiones como Santa Cruz, donde la actividad constructora es un motor clave para la economía, la desaceleración puede derivar en menor dinamismo económico y competitividad a nivel regional.

Asimismo, Alfaro explicó que el precio del cemento, si bien representa entre un 5% y un 10% del costo total en proyectos residenciales —y hasta un 20-30% en obras de infraestructura como pavimentos rígidos—, rara vez determina la viabilidad de nuevos proyectos. Esto se debe a que, en obras de gran escala, el uso de hormigón premezclado y la economía de escala permiten obtener precios competitivos. Sin embargo, según el gerente, en el contexto actual, el encarecimiento de insumos importados y la inestabilidad en el tipo de cambio han incrementado los costos para las constructoras, lo que a su vez ha contribuido a la reducción de la actividad en el sector, especialmente en mercados regionales con alta dependencia de obras públicas y proyectos estatales.

Ante este escenario, las estrategias para revertir la desaceleración se centran en “fomentar iniciativas que impulsen la inversión en infraestructura”. Entre las medidas propuestas por Alfaro se encuentran el desarrollo de proyectos de saneamiento básico, la construcción de pavimentos de adoquines y la reactivación de obras municipales, que no solo generarían empleo, sino que también dinamizarían la economía local. Además, sugiere un mayor enfoque en la utilización de materiales nacionales y en la adopción de tecnologías que permitan reducir costos sin “sacrificar” la calidad de las construcciones.

Alfaro subrayó la importancia de implementar a la brevedad iniciativas estratégicas que permitan sostener la actividad del sector. “Si el consumo de cemento se reduce, es claro que toda la cadena productiva se ve afectada, desde los empleos directos hasta la competitividad de la región. Es vital apostar por proyectos de infraestructura que generen empleo y dinamismo económico”, afirmó.

Mientras a nivel nacional el sector cementero muestra signos de recuperación al romper récords históricos en producción y ventas en 2024, la situación en Santa Cruz presenta desafíos particulares que deben ser abordados para mantener el dinamismo de la industria de la construcción. Como señaló Alfaro, la moderada recuperación es un indicativo de que, a pesar de la crisis económica, el consumo de cemento sigue siendo un barómetro esencial del desarrollo y la competitividad, recordando que el futuro de la construcción en el país depende de medidas integrales que fortalezcan tanto la inversión pública