Recordado por liderar la misión histórica, falleció en Lake Forest, Illinois, según confirmó la NASA, siendo el último sobreviviente del grupo de astronautas conocido como “los próximos nueve”.
Por Ricardo Piña
Fuente: Infobae
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El astronauta estadounidense y comandante del Apolo 13, James Lovell, cuya serenidad y liderazgo transformaron una emergencia espacial en un triunfo de la ingeniería práctica, falleció a los 97 años en Lake Forest, Illinois, según confirmó la NASA, en un comunicado.
La agencia espacial estadounidense destacó: “El carácter y la inquebrantable valentía de Jim ayudaron a nuestra nación a llegar a la Luna y transformaron una posible tragedia en un éxito del que aprendimos muchísimo”.
La noticia de su muerte, confirmada el viernes, marca el final de una era para la generación pionera de astronautas que definió la carrera espacial.
La trayectoria del astronauta estadounidense
La trayectoria de Lovell se distingue por su participación en cuatro misiones espaciales, un hito que lo situó entre los astronautas más experimentados de la primera década de la NASA. Su carrera incluyó los vuelos Gemini 7, Gemini 12, Apolo 8 y Apolo 13, siendo estos dos últimos los que capturaron la atención mundial.
En 1968, junto a Frank Borman y William Anders, integró la tripulación del Apolo 8, la primera en abandonar la órbita terrestre y circunnavegar la Luna. Aunque no alunizaron, lograron que Estados Unidos superara a la Unión Soviética en la carrera lunar.
La imagen de la Tierra tomada desde la órbita lunar y la lectura del Génesis en Nochebuena por parte de la tripulación se convirtieron en símbolos de esperanza en un año convulso para el país.
El episodio que definió la figura de Lovell ocurrió en abril de 1970, durante la misión Apolo 13. El objetivo era que Lovell se convirtiera en el quinto ser humano en pisar la Luna, pero una explosión en el tanque de oxígeno del módulo de servicio alteró el curso de la misión.
Lovell y sus compañeros, Fred Haise y Jack Swigert, enfrentaron una situación límite: cuatro días en condiciones extremas, confinados en el módulo lunar, con recursos mínimos de oxígeno, agua y energía. La frase “Houston, tenemos un problema”, popularizada por la película de 1995 y atribuida a Lovell, sintetizó la gravedad del momento, aunque en realidad fue una variación de lo que Swigert comunicó por radio.
La respuesta de la NASA y la tripulación, bajo la presión de una crisis sin precedentes, se convirtió en un ejemplo de gestión de riesgos y trabajo en equipo. El director de vuelo Gene Kranz y cientos de ingenieros en tierra diseñaron un plan de rescate que permitió a los astronautas utilizar el módulo lunar como bote salvavidas, orbitar la Luna y regresar a la Tierra. Lovell, conocido por su temperamento equilibrado, relató años después: “Lo que quiero que la mayoría de la gente recuerde es que, en cierto sentido, fue todo un éxito. No es que hayamos logrado nada, sino un éxito porque demostramos la capacidad del personal de la NASA”.
El impacto psicológico de la experiencia marcó a Lovell
En 1999, reflexionó: “Ya no me preocupan las crisis. Podría haberme ido en 1970. Sigo aquí. Sigo respirando. Así que no me preocupan las crisis”. Su actitud ante la adversidad y su capacidad para mantener la calma bajo presión lo distinguieron entre sus colegas. El historiador del Instituto Smithsoniano, Roger Launius, lo describió como una persona afable y pragmática, capaz de evaluar los riesgos sin arrogancia.
A lo largo de sus cuatro misiones, Lovell acumuló 715 horas, 4 minutos y 57 segundos en el espacio, un récord que mantuvo hasta la llegada de los vuelos Skylab en los años 70.
Durante el Apolo 8, ofreció una perspectiva única sobre la Tierra: “Lo que sigo imaginando es, si fuera un viajero solitario de otro planeta, qué pensaría de la Tierra a esta altitud, independientemente de si estaría habitada o no”.
Su trascendencia como astronauta fue ampliamente reconocida
La trascendencia de Lovell en la historia de la exploración espacial fue reconocida por figuras como Gene Kranz, quien lo consideró uno de los pilares del programa de vuelos espaciales estadounidense. La misión Apolo 13, inmortalizada por la interpretación de Tom Hanks en la película homónima, consolidó la imagen pública de Lovell como el arquetipo del astronauta sereno y decidido.
El propio Lovell reconoció que la fama derivada de la misión fallida superó la que habría obtenido si el viaje hubiera transcurrido sin incidentes: “Ir a la Luna, si todo sale bien, es como seguir un libro de cocina. No es para tanto. Si algo sale mal, eso es lo que distingue a los hombres de los niños”, declaró en 2004 a The Associated Press.
A pesar de su legado, Lovell expresó en varias ocasiones su pesar por no haber caminado sobre la superficie lunar. En el 25º aniversario de la misión, confesó: “La pérdida de la oportunidad de caminar en la Luna es mi único arrepentimiento”. El presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla de Honor Espacial del Congreso en 1995, subrayando que, aunque no alcanzó la Luna, ganó el respeto y la gratitud del pueblo estadounidense.
Nacido el 25 de marzo de 1928 en Cleveland, Lovell estudió en la Universidad de Wisconsin antes de ingresar en la Academia Naval de los Estados Unidos en Annapolis, Maryland. Se casó con Marilynn el día de su graduación en 1952. Tras una carrera como piloto de pruebas, fue seleccionado por la NASA en 1962 como parte del grupo conocido como “los próximos nueve”. Fue el último sobreviviente de ese grupo, lo que lo convirtió en el astronauta con más tiempo de servicio activo.
Lovell se retiró de la Marina y del programa espacial en 1973, dedicándose posteriormente al sector privado. En 1994, coescribió con Jeff Kluger el libro “Lost Moon”, base de la película “Apolo 13”, donde realizó una breve aparición como capitán de la Marina. Junto a su familia, gestionó un restaurante en un suburbio de Chicago, que cerró años después. Su esposa falleció en 2023 y le sobreviven cuatro hijos.
La familia de Lovell lo definió como su “héroe” y destacó: “Extrañaremos su optimismo inquebrantable, su sentido del humor y cómo nos hacía sentir a cada uno de nosotros que podíamos lograr lo imposible. Era verdaderamente único”.