Juan Ramón Quintana. Director de la Ademaf: «Me siento como ardilla sobre un elefante»

Advierte que dentro de la Policía y la Fiscalía el crimen tiene su fuente de información. Cuenta con una oficina en Santa Cruz donde funcionaba el proyecto Bolfor financiado por Usaid. Cree en Dios y se considera un católico indisciplinado. La última vez que se confesó fue a sus 15 años.

imageAnálisis. Quintana dice que los ciudadanos de frontera ya se sienten incorporados a la dinámica estatal,y por lo tanto empiezan a tener esperanza y temor en el Estado



Roberto Navia Gabriel. El Deber

Juan Ramón Quintana. Director de la Agencia para el Desarrollo de las Macrorregiones (Ademaf): «Me siento como ardilla sobre un elefante»

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– ¿Qué tan difícil es lidiar con las distintas formas de actividades ilícitas como el contrabando y el narcotráfico?

-  Estamos optando por una buena dosis de concertación, pero también por otra de coacción, es decir, incentivo para aquellas comunidades que deben salir de los circuitos de la ilegalidad, como el contrabando de vehículos, el narcotráfico y el saqueo ilegal de madera. En el caso de la coacción es inevitable que el Estado tenga que operar sobre lo irreductible, hay grupos de poder, hay clanes, hay circuitos de la ilegalidad a quienes no les interesa someterse a la ley.

– ¿Hay lugares en el país donde el Gobierno no ha podido sentar la mano a los operadores de la ilegalidad?

– Existen todavía áreas del territorio en donde predomina la ilegalidad que es facilitada por la alianza entre la comunidad y con una supremacía sobre la autoridad pública. Ese es el caso de algunas comunidades en el altiplano, en la Chiquitania, en la Amazonia, y en el  Chaco. No hay territorio fronterizo que sea la excepción.

– El narcotráfico hace pistas, tiene tecnología de punta y vehículos todo terreno. ¿Cómo se siente luchando con un monstruo así?

– Me siento como una ardilla sobre un elefante. Ese es un sentimiento absolutamente honesto. Efectivamente hay estas asimetrías en las capacidades construidas para ejercer dominio en el territorio. Cuando tenemos que hacer con el Comando Conjunto una intervención sobre algún ilícito forestal, ya se han movido las maquinarias, y las comunidades que encubrían la actividad ilegal y los peruanos y brasileños ya han vuelto a su territorio. Hay dominio en tiempo, espacio y penetración institucional, con estos tres elementos adquieren una ventaja infinitamente superior al Estado.

– ¿A qué se refiere con penetración institucional?

– Me refiero a que dentro de algunas instituciones, en el caso de la Fiscalía, de la Policía, las organizaciones criminales tienen sus fuentes de información. Si uno revisa la prensa de los últimos 20 operativos que se han hecho de laboratorios sofisticados de drogas, en el 90% no se han encontrado a los que administran estos, sino a los peones. Esto quiere decir que la organización criminal tiene su avanzada en la institucional.

– ¿Se está durmiendo con el enemigo?

– En algunos casos sí, lamentablemente. En otros yo diría que hay casi como una complicidad explícita y no es casual que exista una articulación entre ciertos bufete de abogados y fiscales para liberar a los narcotráficantes y para limpiar a los narcos de cualquier persecución penal.

– ¿Bolivia está yendo hacia una realidad similar a la de Ciudad Juárez?

– Yo diría que si la recuperación de la voluntad territorial del Estado no se acelera, si no se incrementan recursos, si no hay un pacto institucional y  consenso social, lo que nos queda es temer el fenómeno mexicano y colombiano. Pero yo creo que más bien estamos en un escenario distinto. Es cierto que las condiciones de pobreza de las comunidades alientan estas actividades, pero estamos avanzando en términos de redistribución de los recursos. Los ciudadanos de frontera ya se sienten incorporados a la dinámica estatal.

– Se dice que los narcos pagan con balas o con plata, ¿no teme usted, en lo personal, por su propia integridad física? 

– Yo he sido oficial del Ejército y estoy preparado para experimentar escenarios de altísimo riesgo y probablemente ese es un elemento que le permitió decidir al señor presidente destinarme a esta tarea. Es un oficio que no es compatible ni con la complacencia, ni con la timidez. 

– ¿Cree en Dios?

– Sí, pero soy un católico indisciplinado. No voy a misa todos los domingos pero me comunico con Dios a través de sus acciones explícitas; todavía estoy vivo, tengo hijos.

– ¿Cuándo fue la última vez que se confesó?

– Cuando tenía 15 años más o menos. Las otras son confesiones más públicas, porque no puedo esconder las cosas que hago.

– ¿En qué casos ha perdido la cordura?

– El extravío de la escucha afecta dramáticamente a la inteligencia y al corazón. El poder ensordece, enceguece y envilece, por lo tanto, destruye. La única manera de que el poder sea noble es combinar la capacidad de escuchar, de pensar y de sentir, de otra manera uno termina envilecido.

– ¿Usted tiene a alguien que le sople al oído y le diga: Juan Ramón, vamos con calma?

– Son mis hijos. Ellos son como la balanza. Encarnan la existencia de la comunidad.

– En el tema de combustible, ¿cómo se hace para controlar los camiones cisterna que salen desde Trinidad?

– Todavía tenemos deficiencias en el control de la comercialización de combustible. Eso requiere un sistema integral. Nuestra propuesta es que desde el primero de enero apliquemos un sistema de control de consumo de combustible sobre la base de un parque automotor nacionalizado. Cada vehículo tendrá un código de barras que permitirá acceder a los datos del registro de la placa, el número del chasis, Soat, el nombre del propietario y el estado de sus impuestos. Si los datos están conforme a ley, entonces se le cargará combustible. Los vehículos que no se han nacionalizado y que pretendan recibir combustible serán automáticamente incautados.