2014, renovación o continuismo

Jimmy Ortiz

jimmy-ortiz1 Enero 2014 marca el inicio de un año electoral en Bolivia. Los que ya tenemos unos cuantos años encima, sabemos lo que eso significa.

El país comenzará a convulsionarse poco a poco. En las “pasarelas” de los medios de comunicación, dará inicio el “desfile” de los potenciales candidatos y candidotes. El caballo del corregidor comenzó hace tiempo; a lo Papá Noel, regalando y regalando, llevado por su costoso trineo.



El torrente de ofertas electorales y de insultos pronto aparecerá. Habrá ofertas para todo gusto y guerra sucia de todo calibre. Se ofrecerán utopías que ya mostraron su fracaso en otras latitudes, con remozados envoltorios multicolores.

Se ofrecerá el País de las maravillas, con democracia y seguridad ciudadana, sin neocolonialismo ni persecución política, sin narcotráfico ni corrupción. La ciudadanía tendrá que soportar estoicamente los embustes.

La guerra sucia mostrar su “mejor” rostro. La confrontación entre militantes comenzará, y la violencia física también. Los spots televisivos serán un arma contundente, especialmente para los que controlan los medios de comunicación.

La diferencia entre los medios económicos y logísticos del oficialismo y la oposición se mostraran descarnadamente. Todo el aparato estatal de un lado; incluido el Órgano Electoral, y toda la precariedad para los otros. Será una contienda absolutamente desigual, propia de una democracia primitiva.

En Bolivia las campañas electorales y la democracia no son precisamente un buen ejemplo, a juzgar por lo que vemos en el vecindario sudamericano y en el primer mundo.

La poca cultura democrática que tenemos nos hace creer que democracia es solo ir a votar un domingo cada 5 años, otorgando con ello un cheque en blanco al elegido, para disponer a su atojo de la patria. ¡Elegimos a un presidente, no a un rey! La sujeción al Estado de Derecho y la independencia de poderes, que implica la democracia, es un mito en Bolivia.

Esta elección no será una elección cualquiera, mucho está en juego, comenzando con la renovación o continuismo y terminando con la verdadera democracia. Los ciudadanos tienen en sus manos la gran responsabilidad de escoger entre estos dos extremos. Siempre y cuando, el Órgano Electoral y los votos en el extranjero lo permitan, con elecciones limpias.