Violencia por amor, la gran mentira

maggy__talavera_Maggy Talavera¿Hasta cuándo los periodistas repetiremos el error de titular con un “violencia por amor” o el más común “la/lo mató por celos” al informar sobre hechos violentos protagonizados por hombres y mujeres, pero mucho más por los primeros que por estas? ¿Qué tenemos que hacer para terminar de comprender que la verdadera esencia del amor dista mucho de la violencia? ¿Cómo vencer la ignorancia que nos lleva a reforzar mitos que denigran al amor y amparan a quienes se escudan en ese sentimiento noble para zafarse de las leyes y asegurar su impunidad? ¿Cuál es la fórmula para aprender y enseñar a querernos bien?Vengo más indignada que triste a compartir estas interrogantes, con la urgencia a la que obligan los hechos de violencia que se repiten a diario. Más aun, ante la alarma desatada por las reacciones vistas no apenas en familiares de los violentos (tal vez asustados frente a la inexcusable tarea de mirarse a sí mismos y descubrir allí el germen de la violencia), sino también entre quienes debieran aplicar sin miramientos las sanciones previstas por ley frente a hechos de violencia explícita y, asimismo, en los medios de comunicación que persisten en el grave error de inducir a pensar que la ‘culpa’ la tiene el amor.El ejemplo más reciente es el caso protagonizado por Kenny Teodovich Áñez, que golpeó con verdadera saña a André Zanky Aguilera. Bastó que el primero dijera que lo hizo porque el segundo le “levantó” a su enamorada para que saliera el titular Violencia por amor. ¡Por favor, entendámoslo de una buena vez, para bien de todos: violencia no es amor! Ya lo dijo Coral Herrera Gómez y muchas voces más: es vital que entendamos que el amor ha de estar basado en el buen trato, en la igualdad y en el respeto no solo hacia la pareja, sino hacia la sociedad toda. Lo de Kenny no es amor, es posesión y de la más brutal.Cito el caso de Kenny, pero aclaro que, lamentablemente, no es la excepción. En este caso, la víctima fue otro hombre, pero bien pudo ser la exnovia o la pareja o, simplemente, otra persona a la que se quiere poseer. El tema de fondo es que es un grave error confundir la violencia con amor y justificarla, además, como solucionadora de problemas. Mientras no seamos capaces de llamar a las cosas por su nombre y de identificar qué sentimientos son los que nos mueven, no podremos salir del círculo de violencia que tanto daño nos está haciendo. Y no podremos, por lo tanto, alcanzar el ideal que tanto necesitamos: aprender a querernos bien.El Deber – Santa Cruz