Entre paréntesis….Cayetano Llobet T.
“Yo soy víctima permanente, hay exagerada libertad de expresión…” Dicho así, sin anestesia, por el mismísimo Presidente Evo Morales. Y para que no queden dudas de su estado de ánimo, esta delicia de expresión de resentimiento a los periodistas: “Ustedes debían proclamarme, todos los sectores me proclamaron, menos la prensa, mi molestia por si acaso”. Cuidado, ¡Evo está molesto!
Una de las ventajas del Presidente es que nunca disimula. Y como vive en plenitud su papel de caudillo, todo lo que no se traduce en loa y homenaje a su persona es censurable y digno de reproche. Registra minuciosamente lo que considera agravios y nos acaba de informar que no serle servil es un agravio: “mi molestia por si acaso”. Más allá de la implícita amenaza, está el autorretrato proyectado sin matices ni inhibiciones. Sólo alguien con una cabeza autoritaria puede pensar que hay exageración en el ejercicio de la libertad.
Y la verdad es que no debería estar molesto. Después de su triunfo electoral, debería lucir una sonrisa de oreja a oreja. Con excepción del aplazo de su ministro preferido que no pudo cumplir su tarea en Pando, le fue de maravilla. No sólo añadió Tarija y Chuquisaca (a pesar de La Calancha ) a su vitrina de trofeos, sino que reconquistó su plaza fuerte original, Cochabamba. Y por si fuera poco, dejó en Santa Cruz lo más parecido a un despelote de película obligando a toda la dirigencia cruceña a enfrentar una de sus crisis más profundas. Cierto, con la invalorable colaboración del Prefecto, Rubén Costas, disfrutando en plenitud el ejercicio de la irresponsabilidad política.
Pero no está contento. Él quiere más. Pero, sobre todo, no quiere reproches y esa maldita libertad sirve para expresarlos. Cuando la Unión Europea observa “el uso indebido de los recursos públicos” y la “grave contravención a las normas de equilibrio” por el uso y abuso de los canales estatales, la respuesta de Evo es así de sencilla: “pero por qué la Unión Europea no observa que mis enemigos son tantos canales de televisión, tantos periódicos…”
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Se equivoca de medio a medio el que piense que los triunfos contundentes conducen a escenarios de cordialidad y diálogo. Los grandes pronunciamientos plebiscitarios hacen que los caudillos endurezcan sus objetivos y sus procedimientos. El caudillo jamás se contenta con el “casi todo”… siempre quiere todo. Y son sus acólitos los primeros que tienen que hacer méritos ante él y compiten para ver quién es más duro interpretando sus deseos en el camino hacia el poder total. Y mientras más se avanza en ese camino, es natural que la libertad se vaya convirtiendo, cada vez más, en una exageración.
Hoy, después de la elección, ya no hay barreras políticas. Luego del proceso de desmantelamiento institucional que hemos vivido, viene el armado del nuevo aparato y sólo queda, ya conquistados el Ejecutivo y el Legislativo, el Poder Judicial. Y este último es esencial, entre otras cosas, para los ajustes de cuentas. Fiscalías y tribunales serán parte obligada de la rutina opositora. Irónicamente, una de las pocas dificultades que van a enfrentar es la limitación del número de cargos para el infinito número de postulantes. Ahora, las patadas debajo de la mesa son todas del mismo bando.
Y que no quede duda: mientras más grande es el poder más chiquita es la libertad. Lo que es paradójico pero no extraño, es que mientras más chiquita se va haciendo, los poderosos la ven más exagerada…