¿El gas no se vende ¡carajo!?


La “guerra del gas”, supuestamente tuvo por objetivos evitar la venta de gas natural a Chile o que se usara puertos de este país para exportar este producto a mercados de ultramar, entre ellos California, EEUU. Las circunstancias de este episodio sucedido en octubre de 2003 no han sido aclaradas y los hechos aparecen todavía entre las brumas generadas por conveniencias políticas.

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Un clima de violencia y de absoluto rechazo a cualquier negociación para la venta de gas a Chile, marcaron las jornadas de octubre de 2003 en Bolivia.



Han pasado poco más de seis años desde aquellos luctuosos episodios que dejaron como saldo 60 muertos (la cifra todavía es discutible) y centenas de heridos, además del derrocamiento de un gobierno como el de Gonzalo Sánchez de Lozada, que pese a todas las sombras y errores que pudo tener, había sido elegido por el voto popular y siguiendo las normas democráticas.

Ahora nos encontramos ante la situación paradójica que en un gobierno formado por quienes impulsaron la rebelión de los alteños y utilizaron como pretexto la venta de gas a Chile generando irracionales reacciones patrioteras, son quienes están negociando bajo la mesa dicha venta a través de contratos que como el caso del Silala se mantendrán en secreto hasta que no le quede mas remedio al gobierno que dar alguna explicación al país.

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Está en la memoria de la población la forma en la que dirigentes sindicales y de organizaciones sociales, ONGs, a las que se sumaron después representantes de instituciones de los DDHH y la Defensoría del Pueblo, comenzaron a fomentar los conflictos y los gremiales alteños, convencidos de que debían evitar el «entreguismo» de nuestros recursos naturales a Chile, salían a las calles a quemar, supuestamente, productos chilenos en rechazo a la pretendida venta.

No ha corrido todavía mucha agua bajo el puente y ya se habla de que la empresa chilena Gas Atacama estaría negociando con el gobierno de Evo Morales la compra de gas boliviano y hasta ahora no se han escuchado los gritos de guerra que se produjeron en el 2003.

¿A que se debe tan repentino cambio de actitud? ¿Es que vender gas a Chile ya no es una traición a la patria como se consideraba en ese entonces? Son preguntas que es dudoso que tengan por el momento una respuesta; sucede que el gas no fue sino un pretexto para impulsar la rebelión de la población alteña y para eso se contó con el generoso aporte de las ONG´s y del venezolano Hugo Chávez.

Sucede que la historia la escriben los vencedores para que la lean los vencidos y se la crean los tontos. Los vencedores de la “guerra del gas” fueron los actuales gobernantes que generaron toda una mitología en torno a este episodio, una mitología que evidentemente tendrán que desmontar a paso acelerado si es que quieren obtener los recursos adicionales que tanto necesitan para continuar con la política prebendal y asistencialista que aplican en forma persistente ante la falta de una verdadera política de desarrollo nacional.

Deberán explicar que la “agenda de octubre” no fue más que cuento y que ha llegado la hora del pragmatismo; que los muertos y heridos en una “guerra” a la que dieron contornos épicos no cuentan para nada; que lo que es malo en una época, al poco tiempo se vuelve justo y necesario.

Es claro que los muertos y heridos son para el MAS perfectamente negociables y que nuevamente la palabra de las “organizaciones sociales” importa poco o nada y que eso de los principios son nada más que criterios ajustables a cada circunstancia.

Y no es que sea malo negociar con Chile, no lo fue en el 2003 ni ahora tampoco; por el contrario cualquier esfuerzo para abrir nuevos mercados es positivo, lo que resulta inadmisible es el cinismo de los actuales gobernantes para maquillar los problemas históricos de esta relación bilateral.