La Santa Inquisición


Elio Pedraza Vargas

elio_pedraza Los políticos de turno, los que aún pueden expresarse sin el temor de aparecer al día siguiente en grandes titulares de perseguido, han acuñado la frase de que la política se ha judicializado, algunos porque hasta ahora no comprenden que sí, en algún momento tendrían que devolver con sus bienes o con uno de sus bienes más preciados el mal ocasionado al erario nacional y a todos los que vivimos en este país, es decir, con su libertad.

Otros que por simples errores de administración o por querer manejar la cosa pública como parte de su patrimonio también están siendo llevados a la torre de las torturas, y muchos más por no aceptar imposición desde la fuerza inquisidora que como aplanadora tumba cuanta oposición se le ocurre pararse delante de las mentiras y la ostentación de ser los únicos poseedores de la mano de Dios o de las vuvuzelas de Jericó.



La Gran Coronación del Apu Evo durante su ascensión por segunda vez al poder, le ha permitido ser llamado el guía espiritual de las naciones indígenas e incluso de la boliviana. Apu en el idioma quechua es considerado como ser divino, cerro o cumbre como deidad; o bien el espíritu tutelar de un pueblo. El artículo 4 de la CPE nos asegura que el Estado es independiente de la religión. Pero en esa independencia el Apu Evo hace gala de su título de líder espiritual de los pueblos del mundo. Y para ello no escatima esfuerzo al igual que Baltazar Sosa Ross, quien va de pueblo en pueblo con su tribunal itinerante juzgando y enviando al Gran San Pedro a cuanto opositor humano y animal sea denunciado por los cazadores de brujas.

Ya tenemos dos asambleístas emulando la ropa que se les entrega a los reos que se encuentran en reclusión y hasta la fecha los sectores sociales (SS) no permiten que se prosiga un juicio con la transparencia necesaria para que los actores intelectuales y materiales se pudran en las carceletas de la antigua Roma o se contagien de lepra como en la película de Ben Hur y se los coman los gusanos, repito el gran deseo del ministro Quintana en su formidable locución de Pando.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Ahora es el tiempo de andar con pies de plomo o con la estupidez de continuar expresando las ideas, para que en algún momento nos demos cuenta que vivimos en tiempos de Torquemada o con Reyes Católicos que perseguían a moros y judíos, y hoy a quienes hablen en contra de indígenas originarios campesinos y afrobolivianos.

Hoy es público que alcaldes, gobernadores, jueces, fiscales, periodistas, asambleístas, candidatos y todo quien levante la mano sin que se lo pidan serán enjuiciados, tan solo por el rumor de un inquisidor. Sólo falta que lleguemos a que los hijos denuncien a los padres, los esposos a las esposas, las esposas a los esposos, los amigos a los amigos, actos tan similares a Cuba, con los famosos comités de defensa de la revolución, y los que debían denunciaban a sus acreedores y sus deudas les eran perdonadas y los cómplices se absolvían por el derramamiento de sangre y los excesos cometidos por las torturas que ayudan a realzarlas a los inquisidores. Así los tenemos a los sectores sociales (SS) libres como el viento de los hechos en Uncía, Caranavi, como el ministro Sacha, como el guardián mayor del presidente, el comandante de la Policía o a Surco, que obliga a su chofer auto-culparse del accidente que ocasiona un beodo al volante.

Ahora hemos dejado de lado la presunción de inocencia o el debido proceso, ya no importa el derecho romano y germánico, en el cual un acusado es inocente mientras no se pruebe lo contrario. Hoy la justicia de la mano del Órgano Ejecutivo del Estado Plurinacional de Bolivia lo invirtió, porque todos seremos culpables por las denuncias de los inquisidores y ayudantes de éstos mientras no probemos nuestra inocencia.

Y tal vez sólo falte que de algún muerto se acuerden y por su ambición desmedida del poder o por haber causado muertes entre los indígenas originarios campesinos o afrobolivianos o alguien de los sectores sociales (SS), recuerden el famoso juicio del “sínodo del cadáver”.