Superdevaluado


River y Boca llegan al clásico a los tumbos: despido de técnico de un lado, amago de renuncia del otro y demás aditamentos que enmarcaron la intrincada semana que atravesaron ambos equipos.

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Durante dos horas se paralizará la ciudad. Entre las 19 y las 21, la calle será un símil del desierto de Atacama. El tachero se desentenderá del pasajero y su eventual destino y pegará la oreja a la radio, a la ama de casa se le quemará la cena, el fanático se hará presente en el estadio y los imparciales se prenderán al televisor. Al otro día, la ciudad amanecerá con los habituales carteles jocosos. Y sí, así son los estados que atraviesan a un Superclásico.
Para sumarle un condimento extra, la semana se extendió dos días más para reacondicionar el Monumental, luego de los recitales que brindaron los Jonas Brothers y Paul McCartney. Con 48 horas extras -el partido debió haberse jugado un domingo-, los principales medios se hicieron una panzada frente al banquete de acontecimientos que sucedieron previo al choque. 

La semana de River

River llega al Superclásico en una situación inédita en sus 109 años de historia. Lejos de lo habitual -ser uno de los principales animadores del campeonato-, en Núñez sólo se piensa en que el equipo sume puntos fecha tras fecha para poder engordar el flaco promedio y así salir de la zona roja de la tabla. La tarea no es para nada sencilla, todo lo contrario. Y eso ya lo notaron los jugadores, los dirigentes y, claro, sus hinchas que, pese a reventar las boleterías cada fin de semana, ven la no reacción del equipo y sientes que ya no pueden controlar esa mezcla de preocupación y miedo que crece sin cesar.
Para River, la semana previa al partido más esperado no pudo comenzar peor. Tras la derrota ante All Boys en Floresta, que se sumó a la racha que recontaba siete encuentros en serie sin alegrías, el presidente Daniel Passarella no quiso ni esperar a ver qué pasaría en el Superclásico. Sin titubear, decidió darle fin al ciclo de Ángel Cappa, luego de apenas seis meses de trabajo.



En menos de un año de mandato, el Kaiser se cargó a su segundo DT –el primero había sido Astrada- y para reemplazarlo apuntó a dos pesos pesados: Gallego y Bielsa. Ante la negativa de ambos y la ausencia de un “plan C”, Passarella le dio el fierro caliente a quien era hasta ese día el Coordinador de las inferiores del club: Juan José López.
En principio, Jota Jota iba a asumir como técnico interino. Sin embargo, en las últimas horas, y pese a todavía no haber dirigido ni un partido oficial, ya hay versiones que aseguran que seguirá hasta el final del torneo. Interino o no, lo cierto es que el flamante DT tendrá un debut de aquellos, nada menos que ante el eterno rival. No obstante, López conoce lo que es vestir ambas camisetas, ya que tras jugar durante más de una década en River, tuvo un paso por Talleres de Córdoba, para luego recalar en Boca, donde disputó 38 partidos y marcó seis tantos. A partir de ese momento, algo se quebró en la idolatría que los hinchas de River tenían para con él.

Más allá de los recuerdos y las antiguas broncas, J.J. López tiene claro que estará sentado en el banco del Monumental ante Boca porque a Cappa no se le dieron los resultados y el fantasma del descenso está al acecho. Por eso, el primer objetivo de Jota Jota es quedarse con los tres puntos que le den un poco de aire a un River que se está ahogando en los promedios. Y más después de cómo se dieron el resto de los resultados de la 14ª fecha: Gimnasia LP empató ante Banfield  y ahora suma la misma cantidad de unidades que los Millonarios; Tigre dio el batacazo y derrotó al líder, Estudiantes, para así escaparse a diez puntos; encima, Quilmes y Olimpo ya no pierden todo lo que juegan y amenazan con comenzar a levantar sus rendimientos.

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Una buena: perdió Huracán y sigue seis puntos arriba.
Al margen de lo deportivo, durante la última semana, en el mundo River las –malas- noticias abundaron. Se agregó un capítulo más a la crisis económica del club, ya que se aprobó un balance con un déficit cercano a los 80 millones de pesos, al tiempo que la oposición salió a acusar a la actual dirigencia por malos manejos en la conducción del club y, como si con eso no alcanzara, hubo un nuevo choque entre dos fracciones de la barrabrava, que se tirotearon a metros del estadio Monumental. ¡Qué semanita!
Con estos antecedentes, por más que River obtenga un triunfo, está claro que el árbol no podrá tapar el bosque.

Mundo Boca

La semana empezó picada. Tras la confirmación del alejamiento de Ángel Cappa en River, Borghi no aseguró su presencia en el banco el día martes. La parodia continuó con el espectáculo que brindó el pastor Juan Bosso en las inmediaciones de Casa Amarilla. “Nadie lo llamó, yo lo conozco de Argentinos como lo conoce cualquiera, y me preguntó si podía venir a ver una práctica. Cuando le dijimos que sí, trajo las cámaras y montó todo su espectáculo. Me siento usado. Acá tiene las puertas cerradas, es un pillo que se está aprovechando de la mala situación de Boca”, remató Norberto Chino Batista, ayudante de Claudio Borghi.

El pastor, que se paseó por numerosos medios, logró su cometido. Y alteró aún más el ADN de Boca.
Con el objetivo de renovar el aire, Bichii mudó su entrenamiento el viernes a Los Cardales, sitio ubicado  en el kilómetro 66 de la Panamericana, buscando tranquilidad lejos de la presión de la urbe. Allí, los jugadores realizaron dos sesiones a puertas cerradas.
Un axioma de vieja data remarca que cuando los resultados no afloran, salta a escena el polvo que se escondió debajo de la alfombra. Trasladado a Boca, el plantel está bifurcado en dos grupos bien marcados que responden a un par de líderes opuestos: Juan Román Riquelme y Martín Palermo. Con la vuelta del Diez a las canchas, renació el fuego cruzado. “Buchones hay en todos lados.

Preocupa que se sepan las cosas del vestuario, hay que tener códigos”, disparó Lucas Viatri, todavía en duda por una distensión.
Para colmo, Cristian Lucchetti tuvo un duro cruce con Borghi y el técnico decidió no concentrarlo. Durante el entrenamiento del sábado en la Bombonera, el arquero le reprochó al DT que no le brindó el respaldo suficiente ante las críticas del público y la prensa. La discusión subió de tono y Bichi decidió excluirlo de la lista de 20. Ante esta situación, los posibles once -con cuatro en el fondo, por una supuesta presión dirigencial- serían: García; Cellay, Caruzzo, Insaurralde y C. Rodríguez; Méndez, Battaglia y Giménez; Riquelme; Mouche o Viatri y Palermo.

En trece fechas, Borghi gambeteó en tres oportunidades con alejarse del banco Xeneize: tras perder 2-0 a manos de All Boys por la tercer fecha, luego de la caída 2-1 con Lanús, cuando corría la novena y una vez finalizado el partido con Argentinos Juniors, en lo que fue derrota 2-0. “No se si voy a estar ante River, en una semana pasan muchas cosas”, remarcó el lunes. Dos días después, apaciguó la marea y aseguró su presencia.

Los números son categóricos. Boca reúne apenas 17 puntos, consecuencia de cinco triunfos, dos empates y seis derrotas. Del total de la suma obtenida, los de camiseta azul y amarilla alcanzaron ocho unidades -47.05%- en condición de visitante (victorias con Olimpo y Tigre, empates con Godoy Cruz e Independiente). Ante un andar irregular, una derrota alejaría a Borghi de su cargo. Y una victoria, pese al ánimo positivo que le imprimiría al grupo, no tiene pinta de salvación ante un ciclo que parece tener fecha de vencimiento.
Devaluado. Sin las luces de Neón de otros tiempos y con una marquesina un tanto más austera. Pero clásico al fin.
Ignacio Arias y Mauro Gurevich

Fuente: El Gráfico