Poca gobernanza sin gobierno local

Agustín Saavedra Weise

a-saavedra31 Gobernanza es la acción y efecto de gobernar o gobernarse con el objetivo de alcanzar un desarrollo económico, social e institucional duradero mediante sanos equilibrios entre el Estado, la sociedad civil y la economía. Gobernanza significa tener una administración estable, democrática y transparente que genere confianza y solidez.

Aún no se ha logrado un gobierno global, aunque sí existen esquemas de gobernanza global. Tenemos al presente cientos de acuerdos internacionales que intentan regular comunicaciones, aviación, temas ecológicos y otros, incluyendo la no proliferación nuclear. Esta gobernanza funciona adecuadamente en algunos casos, en otros no. La política del poder prevaleciente en el mundo y en el propio contexto de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mediante el Consejo de Seguridad, supedita muchos aspectos de gobernanza global a la forma en que actúen las grandes potencias. En ciertas instancias su liderazgo es positivo, en otras es negativo. El surgir de potencias emergentes como China, India y Brasil abre nuevas interrogantes frente a las llamadas potencias “tradicionales” (Unión Europea —UE—, Estados Unidos y Rusia en menor grado). El eterno conflicto entre soberanía e interés nacional y la necesidad de una cooperación interdependiente para conciliar posiciones encontradas sigue siendo de difícil solución.



No se sabe a ciencia cierta si en un futuro cercano China y las nuevas potencias estarán dispuestas a ceder algunos de sus principios en aras de la comunidad internacional. Es por eso que, con todas sus críticas —y la imperiosa necesidad de adecuarse a las necesidades del siglo XXI—, todavía la ONU seguirá ejerciendo un papel fundamental, aunque sus bases jurídicas casi no han sido modificadas desde 1945. Sin embargo, las reuniones multitudinarias de sus 192 miembros a duras penas obtienen adecuados resultados en materia de gobernanza global, sea cual sea el tema a tratar. La búsqueda de un común denominador para satisfacer a todos reduce los efectos finales a una mínima expresión. La alternativa, una decisión de pocos para muchos, puede ser peligrosa. Hay que incluir a todos y a su vez actuar de a poco, lo que no resulta nada fácil. Los europeos, con su práctica en materia de integración y absorción de miembros en el seno de la UE, hablan de “geometría variable”, intentando racionalizar los multilateralismos existentes, sean numerosos o de unos cuantos. Aquí también ingresa implícitamente la distribución del poder mundial.

Pero hay concesiones y avances. Recordemos que el grupo de las naciones más industrializadas —llamado G–7— se transformó en G–8 con el ingreso de Rusia y ahora es G–20, con la incorporación de importantes economías emergentes del orbe. Este G–20 es hoy el ente responsable de crear pautas de gobernanza global para lidiar con la crisis financiera y procurarle soluciones adecuadas.

El implacable mando de los números siempre se impone; con mayor cantidad de miembros todo es más complicado. Lo ideal sería juntar a los Estados de la comunidad mundial en grupos representativos de una clara mayoría respecto de algo y a partir de allí lograr un consenso aplicable al resto. Sin ir muy lejos, un pequeño grupo de países son responsables de más del 75% de la contaminación global. Sin el acuerdo previo entre ellos, será imposible, en ese campo, conseguir acuerdos prácticos de alcance universal.

El tema del gobierno global seguirá siendo aún una utopía, pero podemos hacer esfuerzos para ir avanzando en la gobernanza global, paso a paso, y solucionando problema tras problema.

La Prensa – La Paz