El correo del carnaval

Nino Gandarilla Guardia*

NINO_thumb_thumb El Correo del Carnaval es la Llegada del Carnaval. Es el arribo de la gran noticia que un pregonero anuncia en la Plaza Principal, al estilo de los bandos de la Colonia. Es "correo" porque es un mensaje que llega de algún lugar lejano, tal vez de donde vive "Momo", en la forma que lo vemos aquí, una especie de fundador del Carnaval pero que sólo puede hablarnos a través de esos bandos, como lo hacían las antiguas autoridades.

Entonces, siete días antes del Carnaval, como autoridad de esta época del año, a través del Bando –con considerandos y todo- manda que los ciudadanos ingresen en un estado de esparcimiento, desenfreno y risa. Ordena soltar las formas de Libertad que conoce el ser humano en su estado natural, incluyendo la burla a las "otras" autoridades y personajes del pueblo… Pero, claro, cuando el carnaval ingresa a Santa Cruz debe nomás atenerse a las normas sociales y a una Ordenanza de Carnaval, por eso es diferente.



"Durante la Edad Media o el Renacimiento, existieron culturas burlescas y carnavalescas (…) Se dice que la burla es ya de por sí un inicio de fiesta, lo mismo que la fiesta es terreno abonado para la burla", dice Oscar Wilde y luego parafrasea al pensador ruso Mijail Batjin: "De este modo, la risa constituía respecto al mundo oficial o del Estado, un antimundo… Una segunda cualidad era su identidad con la libertad".

Emilio Finot en 1869 decía: "Antiguamente salían (y aún hoy alguna vez salen) por las calles de la noble ciudad, unos cuantos individuos con grotescas caretas. Eran precursores o heraldos de la próxima fiesta. Uno de ellos «correo del Carnaval», leía con voz hueca y campanuda una sarta de versos denominada «bando», versos generalmente picantes, y obscenos en ocasiones".

Remberto Gandarilla Suárez, en el libro "Santa Cruz en los umbrales del desarrollo" describe la llegada del Correo del Carnaval de la siguiente manera:

"La plaza ’24 de Septiembre’ se hallaba concurrida por decenas de personas que habían acudido a este centro social con el deseo de participar como espectadores, en la ceremonia que significaba la llegada del Correo del Carnaval.

Algún oficioso atalaya lanzó de repente la voz: ‘¡ya viene el correo!’ Entonces la gente, que se encontraba desparramada en la cuadrícula de cien varas por lado, comenzó a correr hacia un solo punto de convergencia.

Cabalgando un lerdo matusi de prominentes jitacuchises y de pura cepa criolla, hacía su ingreso a la plaza principal el correísta largamente esperado durante un año calendario.

Cubierto el rostro con una careta de alambre y vestido con un traje cuya edad era difícil de calcular, el cual pese a sus deformidades y a la pérdida de su color original, hacía suponer que en su confección habíase empleado alguna fina tela inglesa, de lo que no quedaba más que el membrete. Llevaba sobre su cabeza un sombrero de color cacaré y por delante de la pechera de su camisa, colgaba una corbata popís de color indefinible, pero cuidadosamente anudada a un cuello duro. Así las cosas, todas la prendas hacían rigurosamente terno, hasta los botines que están próximos a convertirse en chancletas caseras.

Por los bártulos que colgaban de su silla, se infiere que el recién llegado había hecho un largo viaje. Llevaba una alforja palmareña con algún tapeque, un tacho de hojalata y una olleta tiznada por el uso, además un caneco y otros enseres necesarios para pernoctar en una pascana.

En esta circunstancia le acompaña un sujeto chirapudo, con una careta de opa. Toca una tambora templada con cuero de chivo, cuyos redobles son más rápidos que el paso del matusi.

Con poco esfuerzo el jinete detiene su caballejo en la esquina de la plaza, frente a la Prefectura. La tambora ha dejado de tocar y la gente, que se apeñusca alrededor de nuestro personaje, guarda silencio. En este instante el correísta extrae de un bolsillo interno de su saco, un papel amarillento que desenrolla delante de la concurrencia. Con potente voz comienza a dar lectura al Bando de Carnaval, cuyas normas deben acatarse en la celebración de dichas fiestas.

Para ilustrar mejor esta nota, insertamos parte de un bando de la época:

Atención, pueblo tababé,

que con las tripas vacías

he traído en jasayé

las ordenanzas de este día.

Yo, que con tanto empeño,

he querido con razón

a este pueblo cruceño

alegrarle el corazón (…)

Terminada la lectura del bando, el jinete espoleaba su noble bruto y continuaba paso a paso al son de la tambora, hasta detenerse en la próxima esquina de la plaza, frente a la Catedral, donde es repetida la escena anterior. Así daba la vuelta a la plaza pregonando, en las cuatro esquinas, el Bando del Carnaval".

En la extraordinaria revista "Jisunú" que publicaba en los años ’70 la Academia de las Culturas Nativas del Oriente Boliviano, dirigida por Don Eduardo Cortéz y Otto Kenning, se registra el dato de que el último bando municipal leído en Santa Cruz de la Sierra fue el año 1932, lo que quiere decir que los bandos carnavaleros convivieron con los serios.

El Escritor Alejo Melgar relatando el carnaval 1927 decía: "De otro lado, la primera autoridad edilicia mediante un Bando con banda que ha recorrido las calles de la ciudad días antes, ha dado a conocer a los conjuntos carnavaleros que la H. Comuna, aquilatando el sentir y buen humor reinantes durante Carnestolendas, en que impera Momo, concede la mamada un primer, segundo y tercer premios en efectivo a la comparsa que se distinga por su originalidad y franca disposición en el derroche de sanas y decentes alegrías. La medida es un acicate a las comparsas, y una expectativa al público expectante".

La Ordenanza de 1931 dice: “publíquese por bando y por la prensa”. Aunque no se trata del Correo de Carnaval, tomamos este dato para confirmar que el “Bando”, que se lee en esta ocasión, tiene sus orígenes en la forma cómo se publicaban las disposiciones oficiales en el siglo pasado, a caballo, con tambor y en cada esquina (como las proclamas que realizó el libertador Ignacio Warnes).

La diferencia en la redacción de un bando oficial y uno carnavalero, además de su contenido, se encuentra en que el primero está en prosa y el otro en verso.

No hemos podido establecer la época que aparece el Correo del Carnaval, pero debemos mencionar al legendario "Cañoto" que componía coplas para burlarse del gobernador realista y las cantaba desde su caballo entre 1816 y 1825.

También D’Orbigny menciona que en 1831 "por la noche se remonta a caballo y se va cantar canciones de circunstancias a la puerta de algunos personajes excepcionales". Seguramente cada personaje tenía su propio verso. Cuando Emilio Finot dice "antiguamente salían", probablemente habla de comienzos de aquel siglo.

En 1881 la Ordenanza dice: “Considerando que por el correo llegado ayer ha sido confirmada la infausta noticia de la derrota del ejército aliado y consiguiente ocupación de la ciudad de Lima por el ejército conquistador de Chile…”. Esto nos hace observar lo siguiente: a) el servicio de correo es tan importante para la comunidad que es mencionado en una ordenanza; b) mediante el correo, de interés para todo el pueblo, siempre llegaban las noticias oficiales; c) considerando los cuatro siglos de aislamiento cruceño, el correo era muy esperado por la población, tanto como la llegada del Carnaval.

Con la aparición de la prensa, el bando oficial ya no se usó, pero quedó el otro. Remberto Gandarilla, en su artículo “El Correo del Carnaval”, publicado en “El Día” (7-II-1988), afirma haber escuchado el Bando de Carnaval en “los últimos años de la década de los treinta…”.

En 1939, dentro de la prohibición de ridiculizar vestiduras oficiales, se incluye a los bandos. 1973, el Correo ya aparece en la Ordenanza: “Se fija para el día domingo 25 de febrero, en horas de la tarde, la llegada del Correo de Carnaval. Este tradicional anuncio se efectuará en las plazas de las diferentes zonas de la ciudad”. Se descentraliza el carnaval.

1976, se hace referencia a la “fiesta de Correo de Carnaval…”. 1983, por primera vez se anuncia que estará a cargo de la comparsa coronadora. 1984, el Correo sigue un recorrido establecido.

1988, el Correo se realiza el “domingo 7” de febrero. 1989-’90, la Ordenanza dice: “El Correo del Carnaval llegará a la ciudad…”; 1992, restringen al Correo mencionando exclusivamente al “Bando” (!). 1993, le denominan “Correo Carnavalero”.

En 1996 el Correo llega a la plaza “24 de septiembre”, y en 1998 se olvidaron de hacerlo. Diez años después está registrado como el primer acto oficial y los mejores bandos tienen premios.

La ordenanza del año 2011 establece: "Artículo 8.- La Comparsa Coronadora del Carnaval elegida conforme a reglamento interno mediante voto de sus miembros de la ACCC, se constituye en la Comparsa anfitriona y representativa del Carnaval Cruceño 2011, estará encargada de la organización de cada uno de los eventos oficiales del Carnaval de manera conjunta con la ACCC y el Comité Impulsor del Carnaval, es responsable de la elección y presentación al pueblo cruceño de la Reina del Carnaval, encargada de los mensajes y correo del carnaval, coadyuva para el cumplimiento de la presente Ordenanza Municipal".

*Del libro “450 años de la Fundación y del Carnaval Cruceño”