Desde la Universidad de Córdoba, en Argentina, el vicepresidente Álvaro García Linera volvió a hablar del “Estado Continente” en el que, a su juicio, debería convertirse América Latina. Lo cierto es que, bajo un discurso que apela a la legítima vocación integracionista de la región, se enmascaran mecanismos de “ayuda mutua” entre gobiernos de similar signo ideológico, aquel que fuera denominado por el teórico marxista alemán Heinz Dieterich como el “socialismo del siglo XXI”.Dijo García que se debe “pensar y trabajar como continente”, porque no se puede “imaginar la sostenibilidad de los procesos revolucionarios si no es a nivel continental”. “Si no tuviéramos el apoyo de Argentina, de Brasil, de Venezuela, o ellos el apoyo de otros países de América Latina, estos procesos progresistas revolucionarios, algunos reformistas no revolucionarios, serían imposibles. (…) Debemos planificar como continente y en función de su propia dinámica. Por eso fue muy importante la elección de Hugo Chávez en Venezuela, porque no era solamente una historia electoral, era una cuestión de sostenibilidad de una base material económica de los procesos progresistas y revolucionarios que se están dando en el continente americano”, agregó.Las declaraciones vicepresidenciales son reveladoras en más de un sentido. Por una parte, porque demuestran que el “lulismo” del Brasil es un claro integrante de su alianza, relativizando las supuestas diferencias entre izquierdas “carnívoras” y “vegetarianas”.Por otro lado, son una confesión de la dependencia económica de los regímenes del bloque respecto al gobierno de Caracas, “base material” que los financia con sus petrodólares.Ciertamente, la expansión de los neo-populismos ha sido obra de una coordinación continental, operada tanto desde el Foro de Sao Paulo creado por Lula da Silva y Fidel Castro, como posteriormente desde la ALBA.Este club político ha creado una parodia de integración que quizás debería llamarse, en justicia, “injerencia mutua”… [email protected]