El Líbano y el doble empate catastrófico

Ismael Schabib Montero*

SCHABIB En el Líbano coexisten dos religiones: La cristiana y la musulmana. Alrededor del 54% de los libaneses son musulmanes (en torno a un 26% chiitas, un 27% sunitas, y un 1% alauitas). Aunque algunas fuentes cifran el número de cristianos en un 53%, principalmente maronitas, con importantes comunidades ortodoxas, católico orientales, católicos romanos, ortodoxos armenios, católicos armenios, asirios, católicos caldeos y protestantes. Por último, un 6% son drusos. Al contrario que en otros países árabes con importante presencia cristiana, como Siria o Jordania, las relaciones entre musulmanes y cristianos han sido tradicionalmente bastante tensas, y han motivado no pocos conflictos internos en el país. Podemos deducir que hay una especie de empate, pero no solamente entre cristianos y musulmanes, sino entre musulmanes chiitas y sunitas. Un doble empate. Por ley, el cargo de Presidente de la República debe ser ocupado siempre por un cristiano maronita, el de Primer Ministro por un suní y el de Presidente del Senado por un chiita, con el fin de que ninguna minoría del país pueda quedar discriminada por el gobierno.

Comparando con nuestro país, el Líbano presenta una extensión territorial de 10.452 km2, es decir, una sexta parte del territorio pandino, con una población de unos 4,5 millones de habitantes; la mayor parte vive en la zona costera del Mediterráneo. Beirut, la capital, tiene alrededor de 2 millones de habitantes, casi la mitad de la población total. La densidad demográfica del país es mayor a los 430 habitantes por kilómetro cuadrado.



Una de las conclusiones a priori que se puede sacar es que viven apretujadas personas separadas por la religión y la política. Por lo que se ve en Irak, donde se matan chiitas y sunitas, no se puede asegurar si entre chiitas y sunitas se odian más o entre cristianos y musulmanes, como ocurre en Egipto. En estas latitudes sabemos que los gobiernos islámicos son teocráticos y los gobiernos cristianos laicos. Que en los pueblos islámicos hay fundamentalistas y laicos, pero incluso en estos últimos el Corán es mucho más que el corazón de la doctrina religiosa, es una norma de vida y política. En las sociedades cristianas no. Sabemos que las diferencias entre chiitas y los sunitas es por la interpretación del Corán en lo religioso, político y social.

Pero ahí no termina el problema, ahí se origina la cadena; muchos libaneses preferirían no vivir bajo la influencia de ningún otro país, pero los chiitas del Líbano son solidarios con los Chiitas de Siria, de Irán (Persia) y el grupo terrorista Hezbollah y los sunitas con los Iraquíes sunitas, y el grupo terrorista Al Qaeda; como si esto no fuera suficiente se supone que los cristianos le otorgan un trato igualitario a las mujeres y los musulmanes no. Aparte de ese coctel explosivo, sus relaciones con Israel y los intereses de ambos países suelen colisionar, además de que facciones fundamentalista usan el territorio del Líbano para atacar a Israel con fatales y letales represalias, todavía más.

Sin embargo de todo aquello, en algunas “primaveras”, especialmente en el factor económico, el Líbano ha lucido como la Suiza del medio Oriente ¿Cómo sería el Líbano si las pasiones que desatan esos sentimientos menguaran? Sería un pequeño gran país desarrollado; sería tan bello como el legendario “cedro”, su símbolo milenario.

Mientas tanto, ¡pobre Líbano!

*Vicealmirante de la República de Bolivia