Se multiplican las voces, tanto en ámbitos académicos como empresariales, que advierten sobre el agotamiento cada vez más cercano del modelo populista, extractivista y rentista puesto en práctica por el gobierno de Evo Morales, en sintonía con experiencias similares en Venezuela, Argentina y Ecuador.
La alta dependencia de dicho modelo con los precios de las materias primas en el mercado internacional es una de sus principales vulnerabilidades, lo que hace extremadamente volátil el crecimiento de los últimos años.
La caída en los precios de los minerales y la desaceleración china son los factores que parecen apuntar a este fin del “súper-ciclo económico”, como lo ha denominado el presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), José Luis Landívar.
Desde esta columna hemos señalado en más de una ocasión el hecho de que el régimen evista esté dilapidando una bonanza pasajera en gastos superfluos de naturaleza propagandística (palacios, aviones de lujo, museos en honor al actual presidente), en vez de invertir ese ingreso extra en el fortalecimiento de la base productiva del país.
Se repite de esta manera lo sucedido varias veces en la historia de Bolivia, que conoció diversos “auges” (plata, estaño, goma), tras los cuales el país siguió tan pobre como siempre.
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Urge por lo tanto un cambio de administración gubernamental, que ponga los recursos extraordinarios donde deben ser invertidos: educación, ciencia y tecnología…