Carlos Cordero CarraffaEl vicepresidente del Estado Plurinacional ha reconocido, finalmente, la existencia de una alarmante ineficiencia estatal, que, a juicio de la autoridad, es insostenible y debe cambiar. La muerte del bebé Alexander ha demostrado, según las declaraciones de la autoridad aludida, la “monstruosidad de varios sistemas de organización de la justicia, de la salud y de la administración pública que tienen que ser corregidos. El fondo es que la justicia está podrida…”.Además de vivir una sensación de alivio por ese refrescante arranque de cordura gubernamental, llama la atención la lentitud manifiesta y tardanza para darse cuenta de cómo ha crecido la mala hierba en el Estado hasta el grado de parecer monstruoso y despedir un fétido olor a podredumbre. En las recientes elecciones de octubre de 2014 para recomponer la Presidencia, la Vicepresidencia y la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), el eje de campaña que utilizaron los estrategas del MAS fue la frase “vamos bien”. El 60% de los bolivianos que votaron por el oficialismo creyó en el mensaje y votó por él. Hoy despierta a la cruda realidad por las sonoras frases vicepresidenciales: no vamos bien ni estamos bien.Cuando altas autoridades gubernamentales tomaron la decisión de reformar la justicia y optaron por elegir a dichas autoridades mediante el sufragio ciudadano, muchas voces se levantaron contra lo que se calificó como un despropósito. La mayoría oficialista, en la Asamblea Legislativa, no solo aprobó la ley de convocatoria a elecciones judiciales, sino que participó con gran entusiasmo en la selección de las personas que luego irían a las listas electorales. Para dejarlo claro, los actuales miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional (MAS-MSM) seleccionaron a los candidatos a magistrados, excluyeron a otros y luego remitieron las listas al Órgano Electoral para que esta entidad administrara el proceso electoral de octubre de 2011, que costó más de Bs 100 millones. En síntesis, la ALP y los actuales gobernantes son los directos responsables de la monstruosidad y putrefacción del sistema judicial, pues ellos pusieron en práctica la idea de elegirlos por el voto.Es consuelo de tontos ver que los autores del fiasco reconocen su error en solitario, pues la nefanda Asamblea es incapaz de reconocer sus desaciertos y menos percibir la monstruosidad institucional que ha creado. Como tampoco sienten la fetidez que se cuela del sistema judicial, pero que el olfato ciudadano percibía desde hace mucho tiempo.El Deber – Santa Cruz