Vargas Llosa, Cochabamba y las lecturas

Desde mi aposentamiento en Suecia no he dejado de seguir de cerca la tarea de la Real Academia de Bellas Artes encargada de la elección del Nobel de Literatura, que tuvo el acierto de entregar la presea a un Ernest Hemingway, a Pablo Neruda, a García Márquez o Mario Vargas Llosa quien acaba de recomendar la lectura, como supremo deleite humano en estos encierros a que nos somete el “coronavirus” para evitar sus ataques mortales que ya han causado hasta hoy 82.220 fallecidos y 1.434.420 contagiados.

Dentro de la corriente izquierdizante de 20 años atrás, expresé poca simpatía ante los anuncios de estar Mario Vargas Llosa entre los favoritos del alto galardón, influido por las ideas de un utópico socialismo que podría liberar al hombre de las garras imperialistas que lo condenaban a la miseria, llegué a pensar como una gran mayoría de mi generación de los 40, que el arequipeño representaba a la burguesía y el capitalismo, fatal error mental que corregí más tarde al leer la confesión del mismo escritor “fui un enamorado de la revolución cubana, de los Castro y del Che hasta descubrir el engaño que persiste hasta hoy de miseria, injusticia y opresión”, de modo que cuando Mario Vargas fue finalmente elegido Nobel de Literatura varios años más tarde que el zurdo García Márquez, se llegó a Estocolmo y declaró ante los medios.

“Aprendí a leer en Cochabamba con un hermano del colegio La Salle, fue lo mejor que pudo ocurrirme porque este aprendizaje me descubrió un mundo maravilloso que me fascina”. Varios de sus condiscípulos como Alberto Quiroga que vive en Washington confirmaron aquellos felices años en el prestigiado plantel y pude apreciar fotos del colectivo lasallista donde en efecto se cultivó, se cultiva hoy mismo, la pasión por la lectura. Se temía que el Internet pondría fin a la literatura, que el libro no podría seguir al lector a su sillón favorito, al césped, a la playa, al rincón de comedores y bares, a los trenes, buses y aviones como la computadora, aunque las decanas pasadas nos convencen que la literatura sigue resultando insustituible, de modo que la recomendación de Mario Vargas de no dejar la lectura sigue siendo valiosa.



Recordar solo que si Hemingway con “el viejo y el mar”, y José Maria Celá con “la colmena” se hicieron famosos, Mario alcanzó con “la fiesta del Chivo” el culmen de su gloria, motivo suficiente para repasar estos días, cuando disponemos de tiempo y de paciencia para retomar la lectura de notables como Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias, Neruda, García Márquez, Octavio Paz en la misma galería de Cervantes, Gallegos, Goethe, Kafka, Tolstoi o Dostoievski para nombrar a los más destacados.