En carceleta de Monteagudo pasan clases sin techo y entre escombros

Dos maestros se encargan de la educación de internos que tienen entre 18 y 63 años

REALIDAD. Un día normal de los estudiantes de la carceleta de Monteagudo.

“Estamos bajo el sol, no tenemos techo, estamos bajo el frío; inclusive si hay lluvia, bajo la lluvia”. Así resume las condiciones en las que pasan clases 46 alumnos privados de libertad en la carceleta de Monteagudo la profesora del Centro de Educación para Adultos (CEA) Jorge Vargas Menduiña, Cledyz Salazar.



Eso no es todo. También pasan clases en medio de los escombros y de sus camas donde, además, están las ollas. Aun así, nadie pierde el entusiasmo, pues lo que pretenden los cerca de medio centenar de estudiantes es aprender a leer y escribir, “por lo menos para leer los memoriales que presentan para su libertad o para su defensa”, dice la maestra.

En la carceleta de Monteagudo hay cerca de 100 privados de libertad, de los cuales 46 se inscribieron como estudiantes de los cursos primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria. Se dan modos para salir adelante en medio del hacinamiento.

En esta pequeña cárcel, el CEA Jorge Vargas Menduiña amplió sus aulas para que los presos aprenden o recobren sus capacidades de lectura y escritura, y tengan, además, en el estudio, un medio para la redención de su pena.

LOS ALUMNOS

Ocurre que en Monteagudo la mayoría de los encarcelados son campesinos que no han asistido a la escuela, o, si lo hicieron, con el tiempo se olvidaron de leer o de escribir. Algunos, si se acuerdan, lo hacen con muchas dificultades.

Salazar precisa que en este CEA se imparte educación escolarizada de primaria con dos profesores y las edades de sus estudiantes oscilan entre los 18 y los 63 años.

“Son muy educados. Bueno, como siempre, uno o dos (son la excepción); sin embargo, es normal. Son educados, además con ellos no tengo el problema de quién se falta o quién no se falta. Todos están presentes y puntuales”, relata.

LAS CLASES

Las clases se pasan de lunes a viernes de 7:00 a 10:00. El colega de Salazar imparte clases para los cursos primero, segundo y tercero, mientras que ella lo hace con cuarto, quinto y sexto de primaria.

“Ahora estamos pasando clases sobre escombros”, dice al señalar que su colega hace su trabajo en medio de las camas de los estudiantes, bajo techo pero en condiciones de estrechez.

“No tenemos mesas. Ahí es tan incómodo pasar clases que prefiero pasar clases bajo un árbol que sobre escombros”, complementa la profesora. Empero, “lo que hacemos es tratar de acomodarnos donde se pueda dar las clases para que estos estudiantes se beneficien”.