La decadencia del posdesarrollo y Bolivia


 

Hagamos un ejercicio de imaginación, imaginemos que de repente Bolivia sí se convierte en la Suiza de Sudamérica.



Por alguna razón, el país mutó a una forma en la cual ahora sus gobernantes son respetuosos de las formas democráticas y de la Ley, el poder judicial es verdaderamente independiente y es ejemplo de administración de justicia en la región. Vuelve la solemnidad y la seriedad en los actos públicos y del Gobierno, el control cruzado entre los poderes del Estado garantiza un ejercicio de los derechos democráticos de la ciudadanía y por fin después de siglos de peleas y luchas intestinas internas este país consigue la unidad en torno a unos principios de convivencia democrática y logra al fin entenderse en su diversidad como nación multiétnica y pluricultural. Atrás quedaron Chile y Uruguay, Bolivia es el nuevo referente del desarrollo económico y social, con una democracia estable y respetada en la región. Se habla del milagro boliviano, cómo un país que de ser de los más pobres del Hemisferio Occidental pasó en tan poco tiempo a convertirse en un referente y que hoy figura entre los países que más recientemente pasaron a formar parte del selecto club de los países desarrollados del mundo. Los turistas bolivianos son algo común de ver en los principales destinos turísticos de Sudamérica durante los meses de verano, que es cuando son las vacaciones de fin de año en Bolivia y las familias bolivianas optan en su mayoría por pasar sus vacaciones en el extranjero.

A más de uno le habrá hecho soltar una carcajada, lo que acabo de describir y a otros -entre los que me incluyo- le habrá provocado un profundo pesar por lo lejos que nuestro país se encuentra de tal situación. Pero lo que venimos a discutir hoy no es si se podrá llegar a tal escenario (idílico) o no, sino lo que sucede después de que un país consigue el ansiado desarrollo, lo que yo denomino posdesarrollo, y hoy sucede en algunos países desarrollados (véase EEUU y algunos países europeos).

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Pasa que, la erradicación de la pobreza es vista como el máximo objetivo al que nuestras sociedades deben aspirar -casi nadie puede estar abiertamente en contra de tal objetivo, salvo algún que otro desequilibrado- y tal cuestión no se discute demasiado. Sin embargo, poco se habla acerca de lo que sucede después de que una sociedad consigue erradicar la pobreza y vive en un verdadero estado de prosperidad y abundancia.

Cuando una sociedad experimenta lo que significa vivir con carencias, conoce de primera mano lo que cuestan las cosas, dicho en forma más simple. Por ejemplo, una persona cuya infancia la pasó en un cuarto de 4×4 viviendo con sus tres hermanos y su madre, sabe lo que cuesta hacer que 5 pesos de pan alcancen para 5 personas. Asimismo, esta persona luego empezó a trabajar y en la medida en que el fruto de su trabajo le permitió “hacerse de cosas” alquilarse un cuarto, comprarse un frigobar, una cocina, una tele, posteriormente abrir un pequeño negocio. La gradual acumulación de capital que esta persona realizó a lo largo de su vida desde la verdadera miseria le permite tener una visión sobre el verdadero trabajo necesario que hace posible las comodidades de una vida en relativa prosperidad. De la misma manera, esta persona vio como su entorno fue cambiando, desde cuando el barrio era bastante precario y humilde y progresivamente se fueron abriendo negocios que crecieron gradualmente, algunos, las familias de la zona mejoraron su condición, así como la calidad de las casas. Todas las personas que conocieron aquel estado de pobreza general tienen, por lo tanto, una concepción de la vida y del mundo real con los pies sobre la tierra.

Aquello es algo que muchas sociedades desarrolladas pierden por completo, al no conocer el costo real de las cosas las personas nacidas en países desarrollados dan por sentadas muchas de las condiciones de prosperidad en las que llegaron al mundo. No conocen el costo, el tiempo ni el esfuerzo y mucho menos las condiciones que permitieron que un lugar que antes era una villa o barrio pobre haya dejado de serlo. En consecuencia, sus prioridades se mueven hacia sitios completamente ilusos y viven en lo que sería a efectos prácticos un mundo de fantasía. Eso es lo que sucede actualmente en las grandes ciudades de Estados Unidos y muchos países europeos, la hiperabundancia de recursos materiales dió a luz a individuos completamente inmaduros que no atravesaron problemas reales de índole material en su vida. Lo peor es que estas personas al no conocer ni valorar las condiciones que permitieron que su sociedad deje atrás la pobreza, son perfectamente capaces de apoyar políticas que vayan en total detrimento de estas condiciones generadoras de riqueza, condiciones que propiciaron sus generaciones pasadas de padres y abuelos que sí supieron conocer la pobreza. Asimismo, las élites políticas y económicas de estos países -gente nacida en familias ricas sin conexión alguna con la gente común-, aprovechándose de esta ignorancia popular, generalmente apuntan a causas completamente falsas como los originantes de los problemas del pueblo, utilizando más bien a la ignorante masa popular para enriquecerse aún más con políticas que benefician a sus corporaciones concentrando la riqueza y el poder en cada vez menos manos.

El prof. Miguel Anxo Bastos menciona que las condiciones necesarias para dejar la pobreza son tres: capitalismo, ahorro y trabajo duro. Con capitalismo se refiere a un sistema en el cual funcionen instituciones como ser la propiedad privada, los contratos y la igualdad ante la Ley, o sea un entorno pro-competencia (no confundir con pro-empresa, ya que la empresa y el empresario por lo general prefiere los privilegios y la no-igualdad ante la Ley); con ahorro pues a la necesaria privación de placeres hoy para su mejor uso en el futuro, condición imprescindible para la generación de riqueza; finalmente el trabajo duro, no requiere más explicación.

Nuestra hipotética Bolivia desarrollada, al principio tendría ciudadanos plenamente conscientes del esfuerzo y las condiciones necesarias para dejar atrás la pobreza, pues vivimos en nuestras propias carnes lo que es tener carencias materiales. Sin embargo, conforme pasen las generaciones podríamos tener en nuestro lugar ciudadanos infantilizados, inmaduros y con los pies en el aire viviendo en mundos de fantasía, situación que amenazaría la estabilidad, la integridad y la vida misma de millones de personas. ¿Cómo evitamos aquello? En Singapur y otros países orientales, una cultura más autoritaria y colectivista parece ser una forma de sortear este problema. Algunos dicen que la religión podría ocupar este rol “estabilizador” en una sociedad, sin embargo, ante la crisis de la espiritualidad que atraviesa todo el mundo cristiano en general eso no parece ser muy viable. ¿Aparecerá una nueva forma de espiritualidad moderna? Algunos indicios parecen apuntar hacia esa dirección, pero sea como fuere esa es una discusión que seguramente nuestros hijos y nietos sabrán cómo hacerla.