El altísimo precio de informar en Haití

En 2023 murieron al menos siete periodistas, en un país que se encuentra inmerso en el caos social, institucional y político, acosado por una guerra de pandillas que logró la caída del Gobierno.
El altísimo precio de informar en Haití

Fuente: rt.com

Después de Ucrania y México, Haití es el peor país para ser periodista. Si bien los dos primeros lo superan en el número de profesionales de la información muertos en 2023, el tamaño y población del pequeño país caribeño, con poco más de 11 millones de habitantes, hacen que el dato sea aún más dramático.

El año pasado murieron al menos 7 periodistas, según recoge la Federación Internacional de Periodistas (FIJ), aunque la cifra podría ser más elevada según el criterio de otras organizaciones, como la Red Nacional de Defensa de Derechos Humanos de Haití, que eleva la cifra hasta 10.



Haití lleva siendo víctima de un colapso prácticamente total desde hace décadas, aunque la situación se agravó tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, y en los últimos meses ha alcanzado cotas superlativas. En este escenario, el trabajo de los periodistas es más difícil que nunca, ya que sufren la violencia por parte de fuerzas de seguridad y grupos armados.

El centro del huracán se encuentra en la capital, Puerto Príncipe, cercada por el levantamiento de las pandillas, armadas hasta los dientes, con una situación del todo insostenible desde el pasado 29 de febrero.

Violencia e impunidad

La sensación es que los informadores arriesgan su vida sin ninguna protección y tienen que hacer frente a la impunidad, puesto que los crímenes de los que son víctimas raramente se esclarecen y ni siquiera son investigados.

Las alrededor de 200 pandillas que se estima que hay en el país atacan a los periodistas y, otras veces, les amenazan por hacer su trabajo. En otras ocasiones, los reporteros son víctimas de la represión de las fuerzas del orden. En este clima de inseguridad, en muchas ocasiones llega la autocensura.

En 2023, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) colocó a Haití en su Índice Global de Impunidad como el tercer peor país del mundo en lo que respecta a la justicia para los periodistas asesinados en los últimos 10 años. Desde entonces, la situación no ha mejorado.

«Todo el ecosistema informativo de Haití está en peligro, en un momento en que la información es más esencial que nunca para informar al mundo de lo que ocurre en el país»

Otro reciente informe de la oficina de Naciones Unidas en Haití (BINUH) sostenía que la impunidad era generalizada, sobre todo con un sistema judicial absolutamente colapsado y corroído por la corrupción.

Las cárceles del país se encuentran abarrotadas, triplicando casi su capacidad, mientras que más del 80 % de los reos se encuentra en prisión preventiva, pudiendo pasar en ocasiones hasta una década antes de su primera vista ante un juez.

Desde mediados del año pasado, el control de las pandillas se ha extendido a otros barrios residenciales de Puerto Príncipe, como Carrefour Feuilles, de donde muchos de sus vecinos se vieron obligados a huir. Entre ellos al menos cinco periodistas, según registró el CPJ, aunque la cifra podría ser del triple.

La situación de este distrito es paradigmática de la coyuntura del país. Miles de sus residentes tuvieron que escapar desde finales de julio del año pasado, tras se atacada por la pandilla Grand Ravine y después de que la Policía abandonara la zona, tras ser también embestidos y de que una subcomisaría fuera incendiada.

La misma realidad se repite en más del 80 % de la capital. La violencia que se vive obligó a Le Nouvelliste, el periódico decano del país con 125 años de historia, a trasladarse en 2022 a otra barriada próspera al sur de la capital. Sin embargo, en los últimos meses, la violencia, en forma de tiroteos y asesinatos, ya ha llegado a esta parte de la ciudad que parecía segura.

Decisiones similares han tomado otros medios de comunicación, como Radio Caraïbes, que tras cinco décadas abandonó sus estudios, ubicados cerca de los ministerios gubernamentales y el Palacio nacional, instituciones que han sido atacadas repetidamente por los delincuentes en los últimos tiempos, según informa The Guardian.

Estos episodios no tienen lugar solo en la capital. El pasado julio, tanto el propietario como los trabajadores de Radio Antarctique, en Liancourt, a apenas 100 kilómetros de Puerto Príncipe, tuvieron que huir después de que una pandilla prendiera fuego a sus estudios.

«Nosotros, periodistas haitianos, vivimos con el temor diario de ser agredidos, secuestrados o asesinados»

Desde la muerte de Jovenel Moïse, que terminó de desestabilizar totalmente el país, también se han producido secuestros de periodistas. Algunos de los liberados no tienen conocimiento de que la Policía estuviera realizando ningún tipo de investigación, según el CPJ, que ha recogido el mismo testimonio incluso de familiares de un reportero asesinado.

Lo cierto es que la Policía no tiene capacidad. Según informó en enero la representante especial para Haití y jefe de la BINUH, María Isabel Salvador, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, las altas tasas de deserción han disminuido todavía más la «la capacidad de la Policía Nacional de Haití (PNH) para contrarrestar la violencia de las pandillas y mantener la seguridad». En total, 1.665 agentes abandonaron la institución en 2023.

Llamamiento de los periodistas haitianos

El martes, más de 90 periodistas haitianos, junto a Reporteros Sin Fronteras (RSF), se han unido para firmar un llamamiento a la Comunidad Internacional para que proteja el derecho a informar.

Denuncian que el auge de la violencia en el país, especialmente desde el pasado diciembre, convierte a los reporteros en víctimas de amenazas, agresiones y secuestros con total impunidad, lo que ha llevado a muchos de ellos al exilio.

«Todo el ecosistema informativo de Haití está en peligro, en un momento en que la información es más esencial que nunca para informar al mundo de lo que ocurre en el país».

«Es difícil imaginar un contexto más complejo para el periodismo que el que se vive actualmente en Haití», afirma el director de la Oficina de RSF en América Latina, Artur Romeu, que añade que «todo el ecosistema informativo de Haití está en peligro, en un momento en que la información es más esencial que nunca para informar al mundo de lo que ocurre en el país».

«El mundo necesita saber lo que sucede en Haití. Para ello, Haití necesita un periodismo independiente, fiable y plural, que permita a los profesionales de la información trabajar con total seguridad», comienza la misiva firmada por casi 100 profesionales de la información, que asegura que el país nunca se había encontrado en una situación tan crítica como la actual.

«Nosotros, periodistas haitianos, vivimos con el temor diario de ser agredidos, secuestrados o asesinados», dicen en la carta. «Las condiciones de seguridad para realizar nuestro trabajo se han degradado hasta tal punto que proseguir nuestra misión se está convirtiendo en un acto cotidiano de heroísmo«, puntualizan.

Así, sostienen que ante esos riesgos «la autocensura, el abandono de la profesión y el exilio», comienzan a convertirse en su único medio de supervivencia.

«El mundo necesita saber lo que ocurre en Haití, y Haití más que nunca necesita al periodismo», concluye el llamamiento a la protección de su profesión.

El más reciente informe del BINUH registra 1.634 personas muertas o heridas por la violencia de los grupos criminales, entre octubre y diciembre del año pasado.

En el mismo periodo, al menos 693 personas fueron secuestradas –un 18 % más que el trimestre anterior–, mientras que al menos 53 niños, algunos de ellos de apenas seis meses, murieron o resultaron heridos durante ese lapso.

El aumento del poder de las pandillas consiguió la defenestración del primer ministro Ariel Henry, que anunció su renuncia el pasado 11 de marzo. Un mes después, se creó un Consejo Presidencial de Transición que elegirá un nuevo primer ministro, y cuyo cometido es restablecer la seguridad en el país y llevarle a la celebración de elecciones democráticas, como muy tarde, en febrero de 2026.

El frágil ecosistema mediático intenta contar al mundo lo que sucede en el país más pobre del continente, pero se enfrentan a la violencia, a la falta de financiación, al cierre de periódicos, de canales de televisión y de emisoras de radio, en una emergencia informativa que los nuevos medios online procuran llenar mientras los periodistas, en conjunto, lanzan un grito de auxilio.