Por insólito que parezca, transcurrido un cuarto del siglo XXI, la mayor parte de las localidades del departamento de Beni en Bolivia son inaccesibles por vía terrestre en la extendida época de lluvias de noviembre a mayo y más allá.
Fuente: https://ideastextuales.com
Los pasajeros de la avioneta que acuatizó literalmente en el mar de yomomales (terrenos pantanosos cubiertos de vegetación baja) en el trayecto entre Baures y Trinidad, capital del departamento de Beni, Bolivia, son Roberta Robertina Velarde Aulo, Patricia Coria Guary, Mirta Fuentes Cardozo y el niño identificado con las iniciales I.T.C. El piloto, Pablo Andrés Velarde, de 25 años, realizó la maniobra magistral al percibir la falla técnica de la avioneta y la condujo de tal manera que todos sobrevivieron luego del impacto. Rodeados de agua, vegetación, caimanes, víboras y nubes de mosquitos, y a pesar que la avioneta capotó, prácticamente desapareciendo de la superficie aérea, salieron todos ilesos. Pablo Andrés Velarde narra que fue su primer accidente desde que obtuvo la licencia como piloto civil en 2021 y como comandante del vuelo sostuvo el ánimo del grupo, a pesar del ambiente inhóspito y las pocas probabilidades de ser hallados en la inmensidad de las llanuras benianas inundadas. Logró sacar de la avioneta algo de chivé y de chocolate que los pasajeros llevaban en el equipaje. Fue con lo que se alimentaron dos días. Pablo Andrés Velarde afirmó que no hubieran aguantado una noche más pero el ánimo, la esperanza y su liderazgo lograron mantener al grupo con vida las dos noches terroríficas que siguieron al aterrizaje forzoso.
A las 2:21 de la madrugada del jueves, el estudiante de ingeniería de sistemas Vargas Rivera (con perfil restringido en Facebook) trató de comunicar que el GPS de su celular había detectado una avioneta que aparentemente se había precipitado a 22 km. de Baures.
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Pasadas las 7:00 horas de la mañana le confirmaron que los sobrevivientes efectivamente estaban en las coordenadas que él había proporcionado.
Seis pescadores de la comunidad Pedro Ignacio Muiba y Casarabe remaron abriendo camino a machete en la vegetación inundada hasta llegar a los sobrevivientes de la avioneta.
“¿Están todos bien? ¿Qué pasó?”- se escucha en el video que grabaron desde la canoa, mientras les acercaban agua. Los rescatados llevaban dos noches pernoctando sin poder dormir por la amenaza de lagartos y las nubes de mosquitos, sin contar con agua potable ya que el combustible de la aeronave se había derramado y, a su vez, los protegió de las fieras de la zona.
Luisa Balbián describe: «No es casual que esta hazaña haya nacido en una comunidad que lleva el nombre de Pedro Ignacio Muiba, aquel líder moxeño que se levantó contra el abuso y defendió su pueblo con coraje. Hoy, dos siglos después, su espíritu vuelve a remar entre el yomomal, en manos de sus herederos.
Una avioneta cae en el monte con cinco personas a bordo. Dos días atrapadas entre barro, mosquitos, caimanes, calor de infierno y burocracia.
¿Quién fue? ¿Quién remó? ¿Quién macheteó el yomomal sin esperar orden de arriba?
La gente de la comunidad de Pedro Ignacio Muiba escuchó el grito de auxilio, mientras lejos —en las oficinas del poder— circulaban notas detallando el “impacto mediático” de un evento de esta naturaleza.
Faiser Ayala, su esposa María Ester Cuéllar, los Mansilla (Armando, Lery, Elian, Rony), Meida Senzano y Héctor Rea. No olvidemos esos nombres. Se metieron con su canoa, su machete y su coraje. Sin uniforme, sin equipo de seguridad, sin flashes ni discurso. Encontraron a los cinco vivos. Hicieron lo que el aparato entero del Estado no pudo perdido entre firmas, permisos del inmediato superior y operativos de prensa. Solo después llegaron los helicópteros. Esto no fue un rescate oficial. Fue un acto de humanidad. Fue pueblo. Fue camba. Fue monte. Fue lo que somos cuando no miramos al poder, sino al prójimo. Fue empatía. Fue comunidad. Fue Moxos. Y sí, mientras unos siguen protocolos y llegan con todo el aparato del Estado listo para la sesión de fotos, otros salvan vidas sin que nadie se los pida ni les enseñe cómo.
Fue el grito de la selva que el camba lleva en el corazón».
Agrego a Vargas Rivera. Sus coordenadas fueron precisas.
Lección beniana. La humanidad en acción puede más que cualquier discurso, cualquier promesa, cualquier jactancia.
Por Gabriela Ichaso.