La guerra contra las drogas en duda

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Integrantes de la Comisión Latinoamericana de Drogas y Democracia reunidos en Rio de Janeiro

Han quedado planteadas dos preguntas: ¿Por qué insistir en lo que no funciona? ¿Por qué no atreverse a buscar alternativas?



Editorial Los Tiempos.

Dos informes publicados durante los últimos días han causado profundo impacto entre quienes, desde los gobiernos y organismos internacionales, deben lidiar con uno de los mayores problemas de la sociedad contemporánea: la producción, tráfico y consumo de drogas.

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Nos referimos al informe correspondiente al año 2008 difundido el pasado jueves por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), y al emitido recientemente por la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, tres de cuyos miembros, los ex jefes de Estado Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, César Gaviria, de Colombia, y Ernesto Zedillo, de México, expusieron sus opiniones en un artículo conjunto publicado el pasado lunes en el Wall Street Journal.

Ambos informes y el artículo de los ex presidentes comparten la misma conclusión: la guerra liderada por Estados Unidos contra las drogas es un fracaso y es hora de reemplazar lo que llaman una estrategia inefectiva con políticas más humanas y eficientes.

Tales análisis se basan en una incuestionable realidad: es que, sencillamente, las políticas prohibicionistas basadas en la erradicación, interdicción y criminalización del consumo no han funcionado. Nada de lo hecho hasta ahora ha dado buenos resultados para reducir el consumo y en cambio, ha quedado claro es que fomenta la violencia y el crimen organizado asociados con el tráfico de narcóticos.

Latinoamérica sigue siendo el mayor exportador mundial de cocaína y cannabis, y rápidamente se está convirtiendo en un gran proveedor de opio y heroína. Se ha implementado todas las medidas concebibles para luchar contra problema en un esfuerzo masivo en el cual los beneficios no son proporcionales a los recursos invertidos

En la otra punta del problema, el de los países consumidores, el panorama no es mejor. En Estados Unidos, el principal promotor de la “guerra contra las drogas”, el país con las leyes más drásticas, la cantidad de drogadictos “duros” cuadruplican a los de Europa, y tiene más presos por delitos de droga que el resto del mundo sumado (cerca de 600.000).

Ante tan enorme fracaso, el ya antiguo debate sobre la mejor manera de encarar el problema ha adquirido nuevos bríos. “El primer paso en la búsqueda de soluciones alternativas es reconocer las desastrosas consecuencias de las políticas actuales. Luego, debemos romper los tabúes que inhiben el debate público sobre las drogas en nuestras sociedades”, proponen los tres ex presidentes.

En síntesis, crece el consenso sobre dos ideas centrales. Una de ellas es que nadie tiene la fórmula ideal. La otra, es que sí se sabe de sobra qué fórmulas no han funcionado. A partir de ello, se plantean dos preguntas: ¿Por qué insistir en lo que no funciona? ¿Por qué no atreverse a buscar alternativas?