¡Qué gringos más opas!

eldeber Marcelo Rivero – www.eldeber.com.bo

Desde hace muchos años se lleva a cabo en Bolivia la erradicación de cultivos ilegales de coca, o sea los que exceden el consumo tradicional. Tradicional consumo para que los trabajadores (en agricultura, mineros, albañiles, choferes, cargadores, etc.) estén con los ojos pelados, hambreen y aguanten jornadas de 12, 15 y más horas, en una explotación inhumana que viene siendo practicada, dizqué, desde los tiempos del incario y que se acentuó en la época colonial. Podrá curar males como dice incluso el Gobierno y hasta sirve para hacer bebidas refrescantes, pero que produce adicción, embrutece y alucina, eso está cantado mil veces por la ciencia, y como sin ella no habría modo de fabricar cocaína, combatirla es una preocupación universal. Por eso Evo Morales hizo el ridículo hace poco en un foro mundial (de la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena) defendiendo la ‘hoja milenaria’, masticándola y pidiendo su despenalización ante el asombro de los delegados (ni un presidente, salvo el boliviano que no se pierde títere con bonete), ya que todos saben que son relativos los beneficios y enorme el daño que causa. ¡Sin contar que fue un mecanismo de los abusos del coloniaje!



Tal erradicación es de nunca acabar porque también está comprobado que mientras arrancan unas matas por ahí, aparecen otras por más allá y con frecuencia por partida doble, por eso a comienzos de mes el propio Gobierno admitió que las plantaciones excedentes de coca llegaban a 15 mil hectáreas, cuando hace unos años, en épocas no tan negras como la que estamos viviendo ahora, la cantidad sobrante bajó a 6 mil hectáreas.

Frente a esa defensa tenaz de la coca y ante la tolerancia que permite la ampliación de los cultivos y la aparición de otros incluso en parques naturales, solamente a estos gringos -que se están pasando de opas luego de tantos desplantes de la ya abierta dictadura boliviana-se les ocurre ayudar al Gobierno (no al país) con 26 y pico millones de dólares para la falsa erradicación. Y el que hizo el trato en La Paz todavía salió diciendo que la reunión con delegados del gobierno había sido ‘muy buena’. Claro, seguro que no lo citaron a las 5 de la madrugada (como al embajador que botaron y al alto personero estadounidense que vino), que le sonrieron bonito, que lo palmearon y que le hicieron falsas promesas. No sabe que este centralismo extremista se las pasa de promesa en promesa y que le falla a todo el mundo, menos a los militares y policías copetudos para asegurarse sus armas con las que amedrentan y acallan al pueblo, como ya lo hicieron en todo el territorio nacional, con decenas de muertos.

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Seguramente 23 millones de los verdes serán para erradicar coca, los otros 23 para volver a plantar y la colita para algún cerco o una marcha de los ponchos rojos. ¡Buena la inversión de los gringos opas!


Bolivia, en bajada

Editorial El Deber

Bolivia  apenas es perceptible en la geografía de la economía  internacional. No se la toma en cuenta para nada  en cónclaves mundiales sobre políticas anticrisis. Sólo asisten a  estos eventos naciones que de forma diferenciada pesan ya en las relaciones  comerciales entre los  pueblos. Entre tales estados, en lo que respecta a América Latina,  cabe mencionar a México, Brasil y Chile. Es que hace muchos años que éstos ejecutan, con innegable continuidad, políticas estatales de  expansión económica, a escala  nacional e internacional, en el marco de una economía de mercado que en lo endógeno estimula la producción del sector productivo,  restringe el gasto público a lo estrictamente necesario, privilegiando con el mismo a la  salud y educación de la población, mientras  abren ampliamente las puertas a la inversión  extranjera, en términos de irreprochable seguridad  jurídica. Todos estos factores les han permitido ser lo que actualmente son: países  de creciente influencia en los negocios mundiales, razón por la cual nadie los ignora.

Es cierto que en lo que respecta a desarrollo económico, educación, salud y empleo les  falta aún mucho por hacer para reducir  los índices  de pobreza y desempleo a porcentajes  razonables, pero lo que han conseguido  hasta  ahora, sobre todo en cuanto concierne a crecimiento económico con efecto de creciente influencia  en la comunidad internacional, es algo que nadie puede negar.

En cambio, Bolivia, día que pasa, hace más  evidente su tránsito hacia la insularidad  frente  al  mercado internacional. Múltiples  y recurrentes errores en el campo de las relaciones  bilaterales  lo conducen a un perjudicial aislamiento. Con Estados  Unidos  tuvimos el caso más patético en tal sentido: un  antiimperialismo desfasado, alentado desde  Caracas por un Hugo Chávez, que es el que justamente  en Sudamérica  logra  los mejores  réditos  en sus negocios con el Tío Sam  (millones  de petrodólares), se sobrepuso a los intereses nacionales. Resultado: perdimos  las preferencias arancelarias para gran cantidad de nuestras exportaciones no tradicionales, con resultados  perniciosos para los ingresos y empleo de decenas de miles de bolivianos.

La denominada ‘nacionalización’ del petróleo y del gas terminó ahuyentando la inversión extranjera. La ‘resurrección’ de  YPFB  le abrió las puertas a la ineptitud, el desorden  técnico-administrativo y la corrupción. Carece  de los recursos necesarios para inversiones  que le permitan  contar con nuevas áreas de producción, satisfaciendo plenamente la demanda doméstica y externa de energéticos. Para colmo, empieza a sufrir los latigazos de la crisis económica mundial, de forma  de bajas progresivas del precio de los carburantes,  golpes que a plazo mediato, a raíz de una  drástica reducción de los ingresos nacionales,    comprometerán no sólo la estabilidad macroeconómica del país, sino que también rebanarán de forma sensible las disponibilidades  presupuestarias  de los gobiernos  departamentales para atender las necesidades de  infraestructura, educación y salud de la población de sus  regiones. Ahora mismo, en lo que  tiene que ver  con la  salud, la situación adquiere tintes  dramáticos. El  sistema hospitalario, particularmente en Santa  Cruz, hace aguas por sus cuatro costados.

De modo que nuestro país baja en vez de ascender en el ‘ranking’ mundial del desarrollo.  

Lo peor es que todo hace presumir la continuidad  de tan indeseable descenso. Carecemos de políticas de Estado certeramente encaminadas al desarrollo y a una mayor expansión de nuestras exportaciones en el mercado internacional. No acabará sino que trascenderá en las elecciones generales de diciembre, cuya real realización ya está en duda, el culebrón referéndum-electoralista  que  vivimos  desde  que los  hombres del MAS  arribaran al poder  político, con el resultado de que todo cuanto se hace desde el Palacio Quemado apunta única y exclusivamente a la victoria en las urnas y a la hegemonía política, de espaldas a la gestión económica. Lo peor: se hipertrofia el gasto público con bonos que no son sostenibles en el tiempo y cuyo fin, en consecuencia, más que a la asistencia social, apunta al proselitismo político-electoral.