Fantástico proceso de vacunación

El pasado miércoles, a eso de las cinco de la tarde, llegó un mensaje a mi celular, que decía: “Se le informa que el día de mañana puede pasar por nuestras instalaciones a recibir su segunda dosis de la vacuna Sinopharm, en nuestras instalaciones en el horario de 08:00 a 15:30”.

Antes que nada, quiero agradecer a la Escuela Militar de Ingeniería (EMI) y a todo el personal, que muy ordenadamente hicieron posible que reciba las dos dosis de esta vacuna contra el Covid-19.



Luego de hacer fila por algunos minutos, llegó mi turno. Me senté y ansiosamente ofrecí mi brazo descubierto, esperando que la agujita introduzca en mi organismo ese líquido aceitoso que le ayudará a producir los incontables anticuerpos, muy necesarios para hacer frente a este virus.

Sentada a mi derecha, una joven cerraba sus ojos: lo hacía fuertemente, esperando que el pinchazo “duela” lo menos posible. A mi izquierda, un muchacho, fruncía el ceño, mientras el doctor le frotaba el brazo con un algodón empapado de alcohol. Algunos metros más adelante estaba un señor canoso, de ojos saltones, de aproximadamente cincuenta años, que cerraba los puños como si le estuvieran inyectando adrenalina para darle más fuerza a su vida.

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Es posible que esta nota debería haberse iniciado de la siguiente manera: “Muchos años después, el licenciado Suárez habría de recordar aquella remota tarde cuando fue vacunado contra el Covid-19 y no se convirtió en hombre lobo”.

Lo cierto es que en estos momentos la vacunación es la forma más eficaz para tratar de frenar a este espantoso virus, que ha generado tantas pérdidas humanas y problemas en el mundo.

José Fernando Suárez Sanguino es Relacionista Público

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