La misa tridentina: un tesoro de la Iglesia


Aarón Mariscal Zúñiga

El Papa Francisco publicó la anterior semana el Motu proprio Traditionis custodes, que deroga el Summorum Pontificum de Benedicto XVI y restringe la misa tridentina. Pero, ¿qué es una misa tridentina y por qué tanta polémica al respecto?

La misa tridentina se denomina así por el gentilicio ‘tridentino’, proveniente de la ciudad de Trento. Se refiere a la reforma litúrgica aprobada por el Concilio de Trento y respaldada por la bula Quo Primum tempore, promulgada por el Papa San Pío V el 14 de julio de 1570.



Esta reforma se hizo sobre la misa del rito latino, que conforma uno de los varios ritos aprobados por la Iglesia Católica. En este sentido, se le llama ‘la misa de siempre’, porque perpetúa la misa con sus respectivas reformas que redundan en una mayor solemnidad y respeto hacia Dios.

Es la misa que vivieron nuestros bisabuelos, tatarabuelos y quienes les precedieron. Se la conoce también como misa en latín, misa de rito extraordinario o misa tradicional. Se caracteriza sobre todo por estar rezada y/o cantada casi completamente en idioma latín y de cara al Santísimo Sacramento del Altar.

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Es, además, la misa con la que se santificaron cientos de almas al servicio de Dios a lo largo de la historia. Objetivamente, la belleza de la misa tridentina inspira una profunda admiración y respeto por las cosas sagradas o divinas.

El Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, institucionalizó una crisis que continúa hiriendo profundamente a la Iglesia. Uno de los resultados más preocupantes de este Concilio fue la reforma litúrgica radical implantada en años posteriores bajo el pontificado de Pablo VI.

Este cambio particular pretendió reemplazar el Vetus Ordo (orden viejo) por el Novus Ordo (orden nuevo). La Novus Ordo Missae, que se ha vuelto prácticamente la ‘misa normal’ en nuestros días, se reza en lengua vernácula (en nuestro caso, la castellana) y de espaldas al Santísimo.

Es por esto que se ha denominado ‘rito ordinario’ a la misa Novus Ordo y ‘rito extraordinario’ a la Vetus Ordo. Varias comunidades de sacerdotes y feligreses han intentado preservar la misa tridentina, entre ellas Una Voce, el Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote o el Instituto del Buen Pastor.

Sin embargo, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), fundada por Mons. Marcel Lefebvre, es la principal congregación que ha preservado no solo la misa tridentina, sino también varias cosas anteriores al Concilio. Las razones que tiene para esto es que el Concilio parece insertar novedades peligrosas y fatales a la doctrina católica, sobre todo en torno a la herejía llamada modernismo.

El modernismo ha sido duramente condenado por la Iglesia, sobre todo bajo el pontificado de San Pío X, mediante la carta encíclica Pascendi Dominici Gregis. Básicamente, el modernismo dice que las cosas modernas son buenas por ser modernas, es decir, que la novedad no necesita filtros tan ‘rigurosos’ porque muchas veces es saludable en sí misma.

Esta forma de pensar se ve en sacerdotes que implementan novedades que rozan la irreverencia en la misa. Aplausos, bailes, chistes y otros abusos litúrgicos resultan de esta mala teología con base en la falsa idea de que lo moderno siempre es mejor.

Los fieles y sacerdotes de la FSSPX han sido despreciados con sendos adjetivos por sus actividades. ‘Cismáticos’, ‘lefebvristas’, ‘sedevacantistas’, son algunas de las palabras con que duramente se ha atacado a esta comunidad por preservar la tradición íntegra de la Iglesia, sin separarse de la sujeción al Papa.

El Summorum Pontificum de Benedicto XVI establecía un acercamiento entre la jerarquía eclesiástica y la FSSPX, al promover la misa tridentina sin necesidad de permisos especiales. Con Traditionis custodes, ahora se requiere el permiso del obispo de cada diócesis para que esta misa tenga lugar.

¿Qué nos queda? Esperar a que muchos obispos prohíban la celebración del rito tradicional. Ya en algunos lugares se ha hecho: la Diócesis de Mayagüez en Puerto Rico lanzó un escandaloso comunicado prohibiendo la misa de siempre.

La Iglesia está en crisis: es un hecho de que varios documentos papales del posconcilio tienen partes preocupantes que contradicen la tradición, que es una de las fuentes de la revelación divina, junto a la Biblia y al magisterio de la Iglesia. La bula Quo Primum Tempore establece que nadie tiene derecho a cambiar la misa tridentina.

Los católicos debemos responder con firmeza y prudencia ante esta situación, preocupándonos de conocer nuestra propia fe y poniéndonos al servicio de ella. Y no se diga que es malo ser católico y ‘tradicionalista’, porque todo católico es tradicional por naturaleza: conoce su doctrina por tradición, esto es, transmisión de información a lo largo de los siglos.

La Santa Misa auténtica para quienes vivimos en territorios con jurisdicción del rito latino es la misa tridentina. Es deber de nuestros pastores custodiarla y no suprimirla bajo excusas que hieren profundamente a la Iglesia. Como diría San Alfonso María de Ligorio: «La Santa Misa es lo más bello y hermoso que tiene la Iglesia. Por eso el demonio siempre buscó privar al mundo de la Santa Misa, por medio de los herejes, haciendo de ellos precursores del Anticristo».


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