Cuánta lágrimas han derramado las familias bolivianas estos últimos días; cuánto dolor han soportado las almas por el ser querido muerto en accidentes de tránsito o asaltado; cuánta inseguridad tiene el viajero que cuando se sube a un bus para viajar, tiene que ir rezando el rosario o pidiéndole a Dios que llegue con vida a su destino; cuánta negligencia de las autoridades competentes, que año tras año se repiten los dramas de personas heridas y fallecidas, sin que activen los mecanismos de contención y de emergencia, esperando que los pasajeros encuentren la muerte en las carreteras; cuánta responsabilidad tienen todos de esta dolorosa y vergonzosa cadena de choques entre vehículos, embarrancamientos, vuelcos de buses, camiones, autos.
En fin, la muerte se apoderó de Bolivia y se viene adueñando paso a paso de las vidas de los bolivianos. En apenas 10 días, se produjeron más de 130 muertes por accidentes de tránsito, lo que refleja que otro sector del país, así como muchos otros que están mal, ingobernables, en crisis y haciendo lo que les viene en gana, sin respetar normas, disposiciones y responsabilidades.
Lo que ha sucedido en estos carnavales nos debe convocar a la reflexión, al análisis sereno y crítico para detectar las causas de tanto desprecio a la vida del ser humano, para repartir sanciones a todos los responsables, no sólo al chofer del bus o del camión y que caiga todo el peso de la ley contra el mismo, sino para el conjunto de actores: desde el policía que debe cumplir rigurosamente su labor y no ser corrompido para dejar pasar a un borracho al volante; desde la autoridad municipal que debe coadyuvar a realizar los controles permanentes; desde los propietarios de las empresas de transporte, que deben implementar mecanismos de controles antidoping, exigiendo a sus dependientes la máxima responsabilidad en el manejo de buses que no llevan cargas ni encomiendas, transportan personas de carne y hueso que esperanzadas quieren llegar a sus lugares preferidos, ya sea estén de vacaciones, de trabajo o haciendo turismo; desde los mismos choferes que no tienen ni un sólo derecho a tomarse un par de tragos y manejar un vehículo, recordándole que ellos tienen familias que los necesitan que lleguen sanos y salvos a sus hogares; desde el pasajero que al mínimo vestigio de sospecha de que el conductor imprime alta velocidad o que tiene algunos síntomas extraños denunciarlo a quien corresponda y no arriesgarse de esta manera a perder la vida; desde cada uno de nuestros espacios y responsabilidades, porque siempre alguien tiene algún conocido, pariente o amigo víctima de estas imprudencias que llegan a costar vidas, cientos de vidas.
La vida les importa un carajo al conjunto de protagonistas de este sector del transporte interdepartamental, que por ganar más dinero incumplen la serie de normativas y prohibiciones, con clara complicidad de la policía y de las autoridades nacionales, departamentales y municipales.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Ojo que las acciones no son cosa de otro mundo y los mecanismos a implementar para evitar más accidentes de tránsito no implica mayores gastos ni demandan más leyes, así lo plantea el periodista y docente universitario, Andrés Gómez: «Las relaciones éticas son determinantes: las empresas deben contratar choferes responsables. Relevar chóferes cada cinco horas, particularmente, en viajes nocturnos. Siete horas mínimo de sueño antes de conducir. De ese modo, se evitaría el consumo de coca y alcohol para evitar la fatiga».
Además, al inicio del carnaval, tan esperado año tras año, porque el boliviano encuentra en esta fiesta un escape a sus problemas y así dar rienda suelta a sus alegrías y penas, olvidándose algunos días bailando y emborrachándose, el fatal accidente de tránsito de los dos buses impactados de frente, con más de 30 muertos no fue de preocupación para el Ministerio de Gobierno ni para la policía, al punto que ahí estuvo el ministro Eduardo del Castillo, haciendo su ingreso triunfal en el carnaval de Oruro, bailando de forma desordenada, mientras cientos de familias lloraban la muerte de sus seres queridos, y ni la policía activó un plan de emergencia para controlar más rigurosamente las salidas y las rutas departamentales.
En otros países a la mínima tragedia convocan a sesión de gabinete, se declara emergencia y todas las instancias se ponen a trabajar, pero en Bolivia habíamos estado en carnaval y que siga la fiesta.
Después vinieron otros accidentes a ese día fatal, y acá están los datos: 26 de enero, 19 muertos; 17 de febrero: 28 muertos; 1 de marzo: 38 muertos; 1 de marzo: 31 muertos; domingo 2 de marzo: 10 muertos, todos ellos en fatales accidentes de tránsito en diferentes rutas del país, lo que refleja una situación: este sector está siendo ingobernable, cuyos protagonistas se burlan e incumplen las normativas, por lo que urge que el gobierno y otras instancias competentes asuman decisiones radicales y coherentes para no seguir lamentando tanto dolor, tanta lágrimas y tantas muertes.
La periodista de enorme trayectoria y directora de ANF Nancy Vacaflor escribió en su Twitter: «Este dato es trágico. En cinco semanas 127 muertos en accidentes de tránsito. Y en sólo tres días, en pleno carnaval, 70 muertos. Mientras muchas familias estaban y están de luto y en medio del dolor, algunas autoridades festejaban y bailaban en estas fiestas».
Los bolivianos tenemos derecho a que este sector se pongan en orden, y ahora no es solo mostrarse rígidos aplicando la cárcel para los choferes, que se lo merecen, claro que sí, si no también a los otros actores de la cadena que ya hemos detallado líneas arriba, pero gritándole al oído que la vida, si la vida de cada pasajero importa un mundo y debe ser protegida desde que ese pasajero sube a su bus, se ubique en su asiento señalado, disfrute de una película o de su compañero de al lado y llegue a su destino sano y salvo.
Este es un problema que nos interesa a todos los bolivianos, por tanto demandamos mayor responsabilidad de cada uno de los protagonistas competentes.
A ellos les gritamos fuerte y claro: La vida importa, si la vida importa carajo.
Así como dice el poeta Holderlin, estos golpes nos dan más impulsos para amar la vida y ejercer nuestros derechos: «En cuanto amanece ya empieza entre nosotros la vida. Pero donde está el peligro, crece también el poder salvador».