A “semis” sobre una alfombra de goles

La gloria se la llevaron los hinchas que por poco llenan el Bernabéu. Acudieron sin la esperanza de ver un gran partido. Se conformaron con apoyar a sus equipos en una tarde sin historia. Un peñazo anunciado. La eliminatoria que completaron el Madrid y el Apoel no fue digna de los partidos de la fase de grupos. Mucho menos de unos cuartos de final. El 0-3 de la ida consagró la superioridad incontestada del equipo español y confirmó lo que se pronosticaba. Que el cruce carecía de interés. No hubo sorpresas de ninguna clase. Ni en Nicosia ni en el Bernabéu.

El Apoel nunca consiguió incomodar a su rival. Las limitaciones le paralizaron. Salió agarrotado en su campo, a esconderse en la cueva, y ayer siguió sin reaccionar hasta que Cristiano metió el 1-0. Entonces dio un paso al frente y salvó a la afición del aburrimiento final. Fue un divertimento antes de la tormenta. A partir de ahora, al Madrid le esperan veinte días de vértigo. Deberá medirse sucesivamente a Valencia, Atlético, Sporting, Bayern, Barcelona, Bayern y Sevilla. La visita del Apoel propició un momento de respiro, solo interrumpido en la primera parte por Ailton, que explotó un pase en profundidad para romper líneas y asaltar el área de Casillas cuando mediaba la primera parte. No le dejó llegar Ramos, que se cruzó en su camino con un barrido oportuno pero desproporcionado. En la primera hora el partido transcurrió por cauces rutinarios. Acostumbrados a competir al límite cada día, los jugadores del Madrid no se encontraron en su elemento ante una situación irrelevante. El único emocionado de verdad parecía Cristiano, cuya elocuencia no encuentra límites.

El hombre siempre descubre motivos para superarse. Su último acicate es alcanzar la cifra de goles de Messi, que va por los 14 en Champions. Cristiano hizo el primero y el tercero y sumó ocho en su cuenta europea. Le facilitó el trabajo Marcelo, que, como en la ida, fue el elemento desequilibrante asociado a Kaká. Entre los dos destrozaron el flanco derecho del Apoel. Ni Poursaitides ni Paulo Jorge encontraron la manera de frenarlos en los primeros minutos. Kaká buscó el pico derecho del área de Pardo para ensayar su remate preferido, con rosca de derecha a la escuadra contraria. El primero se le fue alto, el segundo fue adentro, en el 2-0, y el tercero se estrelló contra el palo. Tras el descanso, Mourinho le dio descanso a Marcelo y en el lateral izquierdo colocó a Altintop. Fue como una condena para el turco, cuya rigidez de cintura le inhabilitó para cerrar su costado.



Lo aprovechó Manduca, que se le fue como un tiro antes de batir a Casillas. El 2-1 agitó el partido. De pronto, los jugadores del Apoel descubrieron que también podían divertirse. Proliferaron los espacios y cayeron los goles. El 3-2 fue una de esas raras ejecuciones exitosas de Cristiano en los tiros libres. Le entran pocas pero cuando van a la red se inscriben entre los mejores goles de la época. Le pegó con el empeine, desde el lateral derecho del área de Pardo, casi sin ángulo. La pelota subió y bajó como un misil sobre la escuadra más lejana.

En pleno jolgorio Callejón metió su quinto gol en el torneo. Una proeza para un suplente y una confirmación del nivel extraordinario de la plantilla del Madrid. Antes del final volvió a sufrir Altintop. Se le escapó Adorno y le hizo penalti. Lo metió Solari. Fue la penúltima palabra. La última correspondió a Di María, que hizo un golazo. Arrancó en perpendicular al área, vio un trozo de red, imaginó una trayectoria, y concretó su improvisación picando el balón sobre Paulo Jorge y Pardo antes de celebrar la argucia con sus compañeros. Un regalo para el público generoso.

Fuente: ATB, Deporte Total.

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