El padre Mateo, o la historia de David contra Goliat

Raúl Peñaranda U.int-67158La iniciativa del padre Mateo Bautista ha causado una enorme irritación -desproporcionada para lo que pide- en esferas del Gobierno. En una anterior columna atribuí esa molestia, expresada por varias autoridades, pero sobre todo por el ministro Juan Ramón Quintana, al deseo gubernamental de acallar cualquier voz contraria al discurso oficial. Cualquiera que se atreva a levantar la cabeza y presentar una crítica debe ser furiosamente criticado. Anulado. Borrado.La otra razón por la que el padre Bautista es tan incómodo es porque desarma la propaganda gubernamental. Como las autoridades y su coro de columnistas acólitos que se empeñan en señalar que vivimos en el País de las Maravillas, alguien que ponga con tanta evidencia que las cosas no están bien, causa desagrado. «¿Así que osan criticar al extraordinario sistema de salud boliviano?”, se preguntan en el Gobierno. «La van a pagar”.El padre Bautista ha demostrado que el presupuesto para salud es del 6,9% del presupuesto general, pese a quien le pese. Para que resulte 11,5%, lo que el Gobierno hace es restar del presupuesto general lo que se destina a las empresas estatales y, por tanto, con un total menor, el porcentaje para la salud sube. Pero hay más: en el presupuesto estatal para ese sector, el Gobierno le aumenta los montos de las cajas, que son aportes privados. Si no lo hiciera, en realidad el porcentaje sería de 2,9%.En este agitado debate, Javier Torres-Goitia y Samuel Doria Medina aportaron otros datos interesantes: el gasto en salud per cápita al año es de 174 dólares en Bolivia, mientras en Uruguay es de 1.400 dólares, en Argentina de 1.074; en Chile de 1.200; en Brasil, de 1.083; en Cuba, de 600, y en Perú, de 354. Salvo Haití y Nicaragua, Bolivia es el país que menos gasta en salud en América Latina y el Caribe.Aún con su galopante crisis, Venezuela invierte 500 dólares por persona al año en salud, tres veces lo que nuestro país. El promedio latinoamericano y caribeño es de casi 600 dólares. Diez países de África gastan más en salud, en términos per cápita, que Bolivia, entre otros Gabón, Cabo Verde, Namibia, Botswana y Angola. Noruega invierte 9.715 dólares por persona al año, 55 veces más que Bolivia.Por eso en Bolivia la Caja de Salud tiene una bomba de cobalto de la década de los 50 para ciertos tipos de cáncer y por eso es que las autoridades se hacen tratar en el exterior y no en el país cuando tienen algún problema de salud. El propio presidente Evo Morales se hizo un chequeo médico general en Cuba el año pasado, lo mismo que el expresidente de YPFB Carlos Villegas, quien se trató en Chile, y el exgobernador de Cochabamba  Edmundo Novillo, que fue a realizar su tratamiento a Brasil. Ninguna persona que tiene recursos se trata en Bolivia de una enfermedad seria. Por algo será. Empezando por el presidente Morales. Así que no nos vengan con cuentos.Bolivia, gracias a políticas económicas redistributivas ordenadas por el Gobierno y a la mayor década de bonanza de su historia, ha tenido mejoras sociales importantes, pero esas mejoras también se han registrado, en porcentajes más o menos similares, en toda la región, debido a la misma  razón: el auge de las materias primas, que ha beneficiado a todos. Así que si Bolivia estaba a la cola en cuanto a indicadores sociales hace una década, hoy sigue estándolo, porque todos han mejorado.Hace poco la FAO felicitó a Bolivia por haber reducido la desnutrición crónica en 25 años, de 34% a 15%, un avance relativamente interesante. Ello significa que, aún ahora, en el País de las Maravillas uno de cada seis bolivianos se alimenta deficientemente. Como contraste, en Uruguay, Chile y Argentina  ese porcentaje es del 4% o menor.También es interesante hacer notar que todos los indicadores sociales han mejorado en Bolivia en los últimos años y que el ritmo de esa mejora no es mayor ahora que en el pasado, pese a las ingentes cantidades de recursos recibidos por el Estado. Seguramente lo que pasa es que invertimos mal esos recursos. Muchas canchas de césped sintético y pocos puestos de salud, me imagino.El hecho de que la salud esté en una situación de cuidados intensivos, al borde de la inanición, y que ese paupérrimo estado se repita en la educación, en la justicia, en la Policía, en la lucha contra la corrupción, en las relaciones internacionales, etcétera, no es nada nuevo. Pero en el País de las Maravillas ya no hay debate serio sobre nada, y tuvo que venir un cura español, un outsider se podría decir, para plantearnos este tema fundamental.Ojalá el Gobierno haya aprendido de la vergüenza en la que se sumió al intentar destrozar a un cura que resultó más obstinado de lo que todos esperaban. Ha sido como la lucha de David contra Goliat. Y que cuando a alguien se le ocurra pedir una mejor educación, una mejor justicia, una mejor Policía, una mejor alimentación, un mejor internet, en suma, un mejor país, no se lance a matar.Página Siete – La Paz