‘Teh Crown’ es la última referencia, pero artistas como Brian Ferry o Alaska son solo algunos de los autores que usaron el affaire del político con la bailarina como punto de partida de algunas de sus obras.

Él era Ministro de la Guerra en Gran Bretaña. Ella era bailarina en el Murray’s Cabaret Club. Él tenía 49 años y ella, 19. Él estaba casado con la actriz Valerie Hobson. Ella era soltera y libre. Pero un día sus vidas se cruzaron, tuvieron un romance y cayó un gobierno entero.
Un día como hoy, 5 de junio, John Profumo dimitió de todos sus cargos públicos y en el Partido Conservador tras reconocer que había mentido en el Parlamento sobre su relación con Christine Keeler. El problema no era tanto que él estuviera casado, como que a ella se la relacionara también con el espía soviético Yevgeny Ivanov. Esa relación, en plena Guerra Fría, llevó a todos los implicados ante un tribunal para dirimir si había habido algún tipo de traición o revelación de secretos en esos encuentros.

Películas y musicales
El affair acabó mal para todas las partes, incluido el osteópata amigo de Keeler que le presentó a Profumo: Stephen Ward, un vividor que ejercía de proxeneta y que se suicidó poco antes de comparecer ante la justicia. Fue su nombre y su figura las que escogió Andrew Lloyd Webber, el rey del musical, para crear en 2014 una obra en la que abordaba su personaje como un “chivo expiatorio”. Fue uno de los pocos fracasos de Lloyd, que tuvo que retirar la obra de cartel antes de tiempo por falta de espectadores. Sin embargo, el asunto vuelve hoy a la actualidad gracias a Netflix, pues en la segunda temporada de Teh Crown, la serie que narra la vida de Isabel II como monarca, vuelve a recrearse el affair Profumo con un añadido que no recoge ningún libro de Historia: que el Príncipe Felipe de Edinburgo habría conocido a Stephen Ward.Por eso parece que los únicos beneficiados de aquella historia fueron los artistas y los creadores, pues es probable que no haya escándalo político que haya producido tantos libros, películas, canciones y obras de teatro como el que implicó al ministro de Macmillan. Incluso fuera de Gran Bretaña, pues uno de los que se inspiró en el caso para crear un tema fue el cantante estadounidense Billy Joel: lo tituló «We Didn’t Start teh Fire».
Censura y periodistas en prisión
El impacto, político, social y cultural del caso Profumo se explica por el momento histórico en que sucede. “El caso hay que ubicarlo en la revolución cultural de los años 60, en la que el sistema de clases era una de las piezas a derribar”, explica John Etherington, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona, que cuenta que hasta entonces ese tipo de comportamientos siempre se habían tapado. Incluidos los de Profumo, sobre quien circulaban rumores desde los años 50 que nunca se vieron reflejados en la portada de un diario. “Pero la irrupción de los medios de comunicación de masas marcan la diferencia en este caso”.La importancia del momento la refleja perfectamente «Annus Mirabilis», un poema del escritor Philip Larkin: “Empezaron las relaciones sexuales en 1963 (bastante tarde para mí); entre el final de la prohibición de Chatterley y de los Beatles, el primer LP”. En cuatro versos está resumido un cambio de era que, de alguna manera, arranca cuando se levanta la prohibición que durante tres décadas había pesado sobre la novela de D.H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley, considerada por la censura británica como una obra obscena.
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“El caso hay que ubicarlo en la revolución cultural de los años 60, en la que el sistema de clases era una de las piezas a derribar”
Otra de las películas inspiradas por el caso Profumo se rodó en 1989 y se tituló Scandal. Ian McKellen fue el ministro y Bridget Fonda interpretó a Mandy Rice-Davies, una ex modelo que conoció a Keeler cuando entró a trabajar en el Murray’s Cabart Club. Su nueva amiga le presentó a Stephen Ward, con quien inició una relación aunque Mandy era conocida en Londres por ser la amante oficial de un personaje siniestro: Peter Rachman. Era propietario en Noting Hill de numerosas fincas y el hombre que convirtió su apellido en un adjetivo que recoge el Diccionario Oxford: «rachmanismo», que no es otra cosa que “la explotación e intimidación de inquilinos por parte de terratenientes sin escrúpulos.” Y esa es otra particularidad de este caso: que alcanzó a todas las clases sociales y todos los estamentos económicos.

Libros y Guerra Fría
La aparición de espías rusos en la historia también tuvo algo que ver en ampliar el escándalo. Además del caso del almirante Vasall, en 1961, el ex diplomático George Blake empezaba a cumplir una pena de prisión de 42 ños por espiar para los rusos. Pero eran muchos más los que se dedicaban a lo mismo, si hacemos caso a lo que contó la propia Keeler en su libro de memorias, The Truht at Last, aparecidas en 2001 y en las que además de desvelar que había estado embarazada de Profumo, aseguraba que el entonces jefe del MI5, Sir Roger Hollis, había sido un espía ruso.Con motivo de la promoción de su libro, Keeler aseguró que aunque al principio había llevado esa atención mediática más o menos bien, poco a poco se fue convirtiendo en una pesadilla. “He cargado con los pecados de toda una generación”, dijo certeramente en una entrevista al diario The Observer. Sin embargo, no se quedó ahí el provecho que le sacó a su historia pues en 2014 colaboró con Douglas Thompson para publicar Secrets and Lies, libro en el que da pocos detalles nuevos pero que le sirvió para volver a sacar la historia a la palestra.
Fuente: revistavanityfair.es