Malos vientos políticos en Santa Cruz

Demás está decir que es notoria una falta de liderazgo político en Santa Cruz y que las ilusiones de una posición corajuda, renovada e inteligente, se nos están esfumando. Justamente, cuando los cruceños requerimos convencer al Gobierno que nos deje trabajar en paz, que nos deje producir; cuando estamos hasta la coronilla con los “interculturales” avasalladores de tierras, con los cupos para nuestras exportaciones, con la imposición de bandas de precios para nuestros productos, con el evidente desprecio hacia nuestros empresarios, aparece una Santa Cruz desunida, enfrentada, encabronada, para regocijo de los masistas, que, además de meter mil intrigas, disfrutan desde palco.

Los cruceños siempre hemos hecho causa común cuando hemos sentido el aliento cálido del tigre en la nuca, salvo ahora. Ya en los años 50 y 60, en pleno poder del MNR, los movimientistas cambas se unieron a la oposición, mayoritariamente falangista, para, a la cabeza de Melchor Pinto, reclamar el cumplimiento del 11% de las regalías para Santa Cruz, que el Gobierno pretendía ignorar. Recibimos palo a cambio, pero, juntos, lo soportamos. Y en 1971, cuando Bolivia caía en manos de una izquierda plagada de banderas rojas que instalaba un Presidium al estilo de la URSS y que había empezado con la ocupación de las tierras en Chané-Bedoya, movimientistas, falangistas, empresarios, militares y el pueblo callejero, se levantaron dando inicio al golpe, encabezado por el entonces coronel Banzer, que tumbó al gobierno de facto de Juan José Torres.



Siempre, en el occidente del país, se admiró el espíritu de cuerpo de los cruceños, que se hacían respetar. Mientras los políticos andinos se sacaban los ojos en sus peleas intestinas, en Santa Cruz nos enfrentábamos también, no éramos una isla, y votábamos de manera diferente, hasta un límite, y era cuando se ponía en riesgo lo que llamábamos la “cruceñidad”. Hoy se habla de “cruceñidad”, pero sin entenderla. La “cruceñidad” de ahora es para lo mediático, para decir quién es más cruceño o más macho, quién tiene más plata, pero cuán difícil es que nuestra actual dirigencia política tenga una idea de lo que el departamento necesita para llegar a ser cabeza política de la nación, su capital en algún momento que llegará ,y no solo sustento económico.

Todo esto viene a cuento debido a que el ex gobernador Rubén Costas, hombre íntegro por donde se lo mire, administrador eficiente, y político atinado que supo contener los impulsos atropelladores de Evo Morales, está en la colina del Gólgota, a punto de ser crucificado. Es solo una metáfora, pero lo cierto es que su sucesor aparenta tener la intención de liquidarlo políticamente, sin motivo que se conozca, dándole la peor estocada que Rubén Costas podría soportar: la corrupción. Ni siquiera el MAS, durante una larga década, pudo acusarlo como corrupto, odiándolo tanto. Sin embargo, ahora se lo acusa de corrupción y de traición. ¡De traición nada menos! Y junto a él se acusa a otros dos cruceños de valía como Aguilera y Saavedra.

Costas tiene muchos adversarios y seguramente que algunos enemigos, pero ninguno lo acusó de gastar dineros públicos. Mil dólares o 700 mil o cien millones, dicen que es lo mismo. No es cierto. Cientos de millones se han despilfarrado en esta ciudad y nada tiene que ver con lo que se le acusa a Costas, que es ridículo y que no está comprobado. Aquí está claro el deseo de dañarlo personalmente y eso no lo debemos pasar por alto. Finalmente, Rubén Costas es un señor honrado, un hombre al que le debemos mucho, que tiene bastante para dar aún, y a quien no hay que entregar arteramente en manos de la justicia masista, que significa la persecución perpetua.

 

Manfredo Kempff Suárez